López Araújo, un ministro vigués en la Corte de Fernando VII

J. M. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ INSTITUTO DE ESTUDIOS VIGUESES

VIGO CIUDAD

Fue el primer vigués que ocupó un ministerio

16 ene 2019 . Actualizado a las 09:11 h.

Comenzaba a andar el año de 1816 cuando en la villa de Vigo se recibió la noticia de que don Francisco Xavier Vázquez Varela -el alcalde durante la Reconquista-, absolutista acérrimo, había sido promocionado como consejero de Hacienda (murió agotado en 1819) y, sobre todo, de que el rey había concedido a don Manuel López Araújo y a dos José Vázquez Figueroa los ministerios de Hacienda y Marina, respectivamente.

La corporación viguesa -con el erario exhausto- además de felicitarlos, acordó por edicto que el día 11 de febrero por la mañana se celebrase una misa con Te-deum en la iglesia de los padres franciscanos, a la que seguirán algunos regocijos festivos. Además, esa misma noche se iluminaría la casa consistorial y se echarían algunos fuegos artificiales para que los gremios y vecinos, con danzas, expresasen su gozo con la noticia.

Vázquez Figueroa, que tendría una larga y muy dinámica carrera en el Gobierno, quedará de lado, quizás por ser oriundo de Cádiz como afirman algunos, aunque de ascendencia viguesa.

¿Quién era don Manuel López Araújo y Bárcena? Era nieto paterno del riquísimo comerciante de origen cántabro (con ejecutoria de hidalguía en 1763) don Manuel A. López, y materno de don Diego Araújo Ladrón de Guevara, de la casa hidalga de Riofrío (Chapela) y alcalde de Vigo. Así pues era un vástago de la élite de la villa.

Cuenta el docto médico e historiador Nicolás Taboada Leal, que nació en 1759 y estudió Derecho en Santiago de Compostela y Salamanca, para hacer después carrera en la alta burocracia de la Corte.

Inmerso en la crisis del Antiguo Régimen, con un hundimiento del erario público español no recordado, el 7 de enero de 1816 fue nombrado secretario de Despacho de Hacienda, pero no duró más que hasta el 25 de diciembre de ese mismo año, dejando el sillón ministerial a Martín de Garay. El problema no tenía solución.

Recogía el insigne y recientemente fallecido historiador Josep Fontana, la opinión que el liberal Canga Argüelles nos dejó de Manuel López Araújo: «De carácter dulce y complaciente no intentó reformas ni estableció mejoras algunas en los ramos de su dependencia, contentándose en contener, en cuanto pudo, el orden y dar curso a los negocios según el método a que estaba avezado. Un ministro afable pero muy tradicional en su cometido».

Aparte de las solemnidades y felicitaciones con que se le agasajó desde el Concello de Vigo, también le erigieron un víctor -de victoria, éxito- de base de madera con los símbolos al uso (letras, corona, espada y palma) y una inscripción que rezaba: «Al Exmo. Sr. D. Manuel Francisco Araújo, secretario de Estado y de Despacho Universal de Hacienda. Hijo de esta ciudad. Año de 1816». Estuvo este elemento colocado en el balcón de su casa natal, al lado del blasón heráldico de su abuelo paterno, en la calle Real. Un elemento me atrevo a decir que único en España. Desgraciadamente hace poco tiempo ardió al ser quemada la mansión por unos okupas. Una pena.

Al margen de haber sido un político mediocre y adocenando, aunque en tiempos muy difíciles, fue el primer ministro vigués de la historia -aunque olvidado-, seguido, mucho tiempo después, por Eduardo Chao, titular del Ministerio de Fomento en el año 1873, durante la Iª República.