Las luces de Navidad, contra las Cíes como destino Starlight

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

El coste ecológico de la iluminación será como mínimo de 700 toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera

16 sep 2019 . Actualizado a las 11:02 h.

Decía Mark Twain que la historia no se repite, pero rima. Hace un año teníamos dos noticias aparentemente inconexas que, sin embargo, estaban íntimamente relacionadas: medidas contra la sequía e inicio de la instalación de las luces de Navidad. Lo hemos vuelto a hacer. Si el año pasado éramos la ciudad top del planeta en alumbrado navideño, este año más.

Cuando en medio del anuncio se habla de los costes del prodigio, no se menciona a cuánto va a ascender la factura eléctrica. Con los precios al alza no será pequeña (ya la calcularemos). Porque, claro, como una lamparita LED consume menos que una normal, el detalle de que no es una sino diez millones carece de importancia. Pero, ¿y su factura ambiental? Un cálculo muy prudentemente a la baja nos indicaría que esa iluminación navideña rondará las 700 toneladas de CO2.

La cifra más concreta de emisiones la podremos conocer el día del fogonazo inaugural, cuando el alcalde diga «hágase la luz». En ese momento, en función de los niveles de energía producidos por las térmicas de carbón que utilicemos en la ciudad (rondará el 40 %), podremos ajustar el dato. No es menos curioso que otra vez, lejos de intentar disimularlo, el Concello presuma de que va a volver a incumplir sus propias ordenanzas municipales.

La iluminación de 465 árboles son, respectivamente, 465 vulneraciones del artículo 16.6 de la ordenanza municipal de medio ambiente y zonas verdes que lo prohíbe expresamente (así van enfermando y luego hay que cortarlos). En rigor, tratándose de que es el propio Concello quien incumple una ordenanza municipal, debería darse la paradoja de que el alcalde de Vigo se denunciase a sí mismo. Creo que podemos descartar que esta paradoja se produzca.

Pero frente a esos millones de estrellitas luminosas artificiales que ganaremos parece una menudencia lamentar la pérdida de 2.870 estrellas que desaparecerán. La diferencia es que son las 2.870 estrellas de verdad, que a simple vista podríamos ver desde Vigo y que la contaminación lumínica nos impedirá observar. Hay una cierta ironía en que uno de los símbolos de la Navidad, la estrella que guio a los magos, desaparezca. Menos irónico será que si seguimos así, Vigo alcance la única décima que le separa de perder su condición de destino turístico Starlight. Cuando se dan las cifras de los beneficios para el turismo de ese derroche de luz no se suele mencionar este perjuicio también para el turismo. Seguro que el Concello sabrá cómo explicar en la Unesco su contribución a que las Cíes pierdan uno de sus valores ambientales.

Pero ojalá solo fuera eso: la contaminación lumínica afecta a nuestra salud y altera los biorritmos de todos los seres vivos. Esta vez nuestro regidor se cuidó de volver a citar al ministro Pedro Duque. A pesar de su esfuerzo por ser diplomático, el astronauta no pudo evitar criticar esta contaminación cuando fue preguntado al respecto en su visita a Vigo. Y lo peor es que ahora la Xunta se apunta a la irresponsabilidad climática y el despilfarro con el puente de Rande.

Y olvidábamos la otra noticia de la semana: el Concello empieza a tomar medidas para paliar los efectos de la sequía, otra vez, como el año pasado. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Esa sequía es uno de los efectos del cambio climático. La causa es el aumento de las emisiones de CO2, por ejemplo esas toneladas extras que entregaremos a la atmósfera con nuestro alumbrado navideño. Y un año más nos seguirá extrañando que aumentando las causas no consigamos que se reduzcan los efectos. Pero no todo es una repetición aumentada respecto al año pasado. Tenemos una importante diferencia digna de señalar: hace un año el Concello no había aprobado por unanimidad una declaración de emergencia climática. El gobierno municipal apenas necesitó un par de semanas para incumplirla. Es lo que tiene adquirir compromisos por quedar bien pero que en realidad ni te los crees ni los piensas aplicar.