El universo marciano estaba dentro del estudio

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Elena Fernández Prada expone durante solo una semana las obras con las que experimenta nuevas técnicas

19 nov 2019 . Actualizado a las 11:15 h.

Estar pendiente del escaparate, de las galerías y las ventas, nunca ha sido el fuerte de Elena Fernández Prada (León, 1971). Ella misma reconoce este hándicap y por eso ha encontrado una fórmula para ponerle remedio La artista castellana de nacimiento, aunque se considera gallega ya que vive en Vigo desde que los tres años, acaba de abrir las puertas de su estudio para acercar a los espectadores su última obra. De esta forma se ha reencontrado con el público y consigo misma, lo que la ha animado a combinarlo con el regreso a la figuración con grandes retratos al natural en acuarela, y a la abstracción geométrica.

La autora formó parte de la primera promoción de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo. Pero cuando acabó la carrera, más que por la pintura -que de todas formas nunca abandonó-, se decantó hacia la animación y las técnicas de stop motion que había probado en el último año. «Me fui a San Sebastián a hacer un curso de cine para conocer ese mundo y ver si me sentía cómoda. Estudié todas las especialidades y me quedé con la escenografía porque era lo que estaba más relacionado con mi formación plástica», indica.

La artista probó puso en práctica su aprendizaje como escenógrafa en cortometrajes y luego dio clase de esta materia en una universidad privada en Ponferrada, «pero acabó fatal y cerró», explica. «Después salieron plazas Bellas Artes de Pontevedra. Conseguí una y empecé a dar clase, pero fue poco tiempo. Ya me habían dado una beca del Musac para un proyecto en Galicia», apunta. Dos años después convocaron otra plaza y se quedó siete años como asociada en la facultad. Fernández Prada recuerda que fue allí cuando de verdad retomó la pintura. «Me di cuenta de que no podía dar clase sin ejercer el trabajo por el que me estaban pagando, o enseñar algo que no estaba haciendo», matiza.

Se centró en el dibujo y la acuarela, y tiempo después la llamaron de la New Gallery de Madrid, lo que suponía una exigencia mayor en volumen de trabajo y la obligación de seguir un ritmo más alto. «Hacía un tipo de obra muy elaborada partiendo de imágenes sacadas del mundo de la pintura, la historia del arte y otras temáticas que me gustan como los animales o las representaciones de los antiguos libros de botánica. Tomaba estos motivos y los reelaboraba con collage digital que luego pasaba a óleo», cuenta. «Eran piezas muy elaboradas. Me llevaban 5 o 6 meses cada una. La galería me pedía tantas que no daba abasto, también me salían exposiciones en otros espacios. No tenía obra para todos y empecé a agobiarme», relata. En vez de bloquearse buscó una solución inteligente, que fue usar técnicas más rápidas, como el grabado, formatos más pequeños o monocromías. Eso, sin dejar de recoger elementos figurativos para mezclarlos, que le entusiasma. Ella reconoce que siempre sintió pasión «por los pintores abstractos y su forma de trabajar tan libre y salvaje, algo de lo que yo, por temperamento, no era capaz». Cuando cerró New Gallery y se quedó embarazada de su tercer hijo fue una liberación para seguir esa ruta sin presiones.

A lo largo de los años hizo pequeños intentos, pero a través del collage, más controlado y meditado. De ahí salió una serie en blanco y negro que es la génesis de su obra actual, y un rumbo diferente «sin partir de imágenes ni intención de construir un discurso, sino cuestión formal pura, a lo que quería llegar», afirma.

Una serie para descubrir el placer de jugar

El acercamiento de Elena Fernández Prada a la abstracción no la dejó tranquila. Quise volver al color pero me volvía loca», reconoce. «No llegué a nada pero fue un período muy bueno, aprendí a usar la pintura de un modo fresco, haciendo vertidos, arrastres, impresiones... Me lo pasé muy bien. La obra que expongo ahora es el resultado de eso», cuenta. Experimentando con la novedad se produjo un fenómeno extraño. La pintura no se emborronaba e investigó sobre ese efecto. Fruto de ello es la serie Velos, compuesta por tres piezas grandes y otras tres medianas, resultado del desecho de las primeras. «Es el sobrante de los barridos de acrílico con una rasqueta sobre papel de acuarela. Lo que cae al suelo son las otras tres, a veces parecen bichos», opina. Del proceso creativo cuelga un vídeo en Instagram (elenafprada) donde se ve cómo lo hizo.

La artista muestra la serie en su estudio, en el barrio de Churruca. El público solo lo puede ver esta semana llamando al 649 741 195. «Es especial, rara, algo marciana, diferente a mi proceso habitual», admite.