Mortadelo vive en Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

Puede ser Pedro Madruga en Soutomaior por la mañana, Rony Macarroni en un cumpleaños y Roni Flamingo cantando tangos por la noche, pero todos son el actor y animador Carlos Godoy. Su única misión: entretener

20 jun 2021 . Actualizado a las 02:16 h.

Carlos Godoy (Vigo, 1968) siempre sospechó que lo suyo era el espectáculo. Lo intuía, pero las circunstancias le llevaron por otros derroteros hasta que se encontró encima de un escenario. «Hace cerca de 30 años, durante una etapa un poco extraña de mi vida, comencé a hacer teatro y me di cuenta de que era lo que me llenaba. La posibilidad de vivir varias vidas fue un descubrimiento total. Un día ser un cura, otro un ladrón y al siguiente un militar... obviamente no son vivencias plenas, pero descubrí que me encantaba pensar que puedo ser lo que yo quiero, como cuando eres niño y te preguntan qué quieres ser de mayor, pues son pequeños sueños dentro de la vida», justifica el actor vigués, que ya antes de dedicarse profesionalmente a ello, se le notaba la inclinación al mortadelismo, porque antes tuvo empleos reales de lo más variados: «He sido camarero, soldador, escayolista, calderero.... siempre me he buscado las castañas y no he quedado mal», apostilla con ese humor que es transversal en casi todos los proyectos que aborda.

La versatilidad es tal que incluso para cada cosa emplea un nombre que le distancia de cada faceta. Por ejemplo, Carlos Godoy es su nombre verdadero y el que usa cuando hace papeles en obras de teatro y películas, cuando escribe obras de teatro familiar o cuando se embarca en rodajes como el de la web serie que están rodando en su barrio, en Coia, donde se puede embarcar literalmente porque hay un buque arrastrero en una rotonda.

Cuando se transforma en una especie de ridículo seductor italiano es Rony Flamingo. «Ese es mi alter ego en espectáculos y performances para público adulto, actúo y canto desde música italiana de Renato Carosone o Adriano Celentano, a baladas de Julio Iglesias o tangos de Gardel. Y tengo otro, Rony Macarroni, que empleo cuando hago actuaciones para niños», explica añadiendo que los chavales se quedan mucho con el nombre y el personaje. «De hecho ahora a veces coincido trabajando con gente más joven en proyectos y resulta que yo fui el animador de sus fiestas infantiles. Incluso hace poco una periodista me hizo una entrevista y me confesó que fui la estrella de sus cumpleaños y de su primera comunión», revela añadiendo que «eso me hace mayor, pero que se acuerden de uno es fantástico», agradece.

El vigués explica que, de todos modos, si hay una palabra que le define mejor que la de actor es la de animador. «Lo que pretendo es que la gente se anime, que sonría, que cante, que baile, que juegue. A mi no me importa que se rían de mi, lo tengo asumido desde hace mucho, que se rían de mí o conmigo, que vacilemos juntos, pero lo que no me va es reírme de los demás», aclara un intérprete hecho a sí mismo: «He hecho mis cursos de esto y de aquello, pero no he pasado por la Escuela Superior de Arte Dramático y por eso no me considero actor, porque no he llegado ea ese nivel», dice lamentando «no haber podido formarme como hubiera querido, porque la vida te arrastra, tienes hijos, la cosa se complica, pero yo estoy encantado», confiesa.

Se disfrazaba para sus hijos

La agenda de Carlos Godoy es cualquier cosa menos aburrida. El ciudadano medio y gris apunta citas médicas (que también) o tareas cotidianas (lo mismo) pero además, su cuaderno está lleno de fantásticos cometidos. Por ejemplo, este fin de semana se convertirá en Pedro Madruga en las visitas teatralizadas al Castillo de Soutomaior.

Casi a diario, Godoy cuelga en sus redes sociales fotos caracterizado que tienen que ver con efemérides, desde el Día del Padre de la Madre, del Medio Ambiente, la Caída de Constantinopla, la salida del Titanic, la feria de Abril, las Letras Galegas y mil cosas. De ellos, recuerda que empezó hace seis años llevando a sus hijos al colegio, porque resultó graciosa. Empezó un día y lo hizo durante 176, cada jornada lectiva de lunes a viernes, y lo repitió hace dos, cuando ya iban al instituto. Y esa vez ya fue tal éxito en sus redes sociales que lo sigue haciendo porque sabe que el público espera. «A veces ya las tengo y otras son nuevas. Tener un fondo de armario tan grande, ayuda», reconoce el animador que también forma parte de la troupe de payasos solidarios de Galiclown.