Recogen cabello del investigado por el crimen del profesor de Vigo para saber si actuó drogado

E. V. Pita VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.Moralejo

El joven investigado David Macía llegó desde A Lama en un coche patrulla de la Guardia Civil con lunas tintadas y se volvió a negar a declarar

15 ene 2022 . Actualizado a las 17:46 h.

¿Cuál fue el móvil del crimen del profesor de Vigo? ¿Dinero, celos, robo, efecto de las drogas? Solo lo sabe el joven investigado, que sigue con su estrategia de guardar silencio. David Macía, monfortino de 21 años, se acogió este jueves a su derecho a no declarar ante el juez que debía ratificar su ingreso en prisión provisional.

El sospechoso volvió a callar porque aguarda a conocer todas las pruebas que la policía recaba contra él y que lo señalan como el invitado que noqueó y asesinó al maestro jubilado Benito Torreiro en un piso del número 136 de Areal en la tarde-noche del 28 de diciembre. El silencio es una baza de la defensa que obligará a la Fiscalía a convencer a los miembros de un jurado de que él fue el asesino.

Macía volvió a la penitenciaría de A Lama, en un régimen comunicado y sin fianza, hasta que se celebre un juicio que encaja con los supuestos de un tribunal de jurado. El titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo, que ha asumido el caso, ve motivos para que siga recluido ante los indicios que lo sitúan en la escena del asesinato y lo delatan. Se basa en un informe de la policía científica que halló pisadas y huellas de él por toda la casa, lo que prueba que estuvo con el difunto. Falta por cotejar en los laboratorios del Instituto Toxicológico de Madrid el ADN y la mezcla de sangre hallada en la víctima y en dos cuchillos.

El juez ordenó tomar muestras de cabello del investigado, que serán analizadas en busca de tóxicos. Quiere verificar si el joven actuó bajo la influencia de sustancias estupefacientes o es toxicómano. De ser un consumidor habitual, aparecerán en su cabello trazas químicas de droga acumuladas en los últimos meses. No probarían que actuó drogado, pero sí que era adicto, lo cual le supondría una rebaja de los años de condena si un jurado lo ve culpable. El juzgado hace esta prueba porque debe verificar cualquier atenuante o eximente que beneficie al implicado.

El crimen encaja dentro del modus operandi de los llamados estafadores del amor. El sistema es ya un clásico. El timador se gana la confianza de la víctima para tomar unas copas, confraternizar y visitar su casa con vagas promesas de tener relaciones sexuales o contratar un servicio. Los jubilados o personas que viven solas suelen ser víctimas propicias de timadores jóvenes. Con excusas, estos averiguan el pin de la tarjeta del perjudicado, que memorizan. En un descuido, sustraen su tarjeta bancaria y el DNI y en los días siguientes usurpan su identidad para hacer desfalcos en sus cuentas o compras en Internet. Se amparan en que muchas víctimas no denuncian por vergüenza o temor a que no las crean.

El caso de Vigo sigue el mismo patrón, pero de final fatal. El sospechoso, que ya tenía quejas por otras estafas en Internet, estaba hospedado en un hotel de dos estrellas a varias manzanas de distancia del piso del jubilado, que vivía solo y con el que tenía una relación. En las horas previas al crimen marcó su pin e hizo compras con su tarjeta. Quizás el profesor, tras la cena, quiso dejarlo o amenazó con denunciarlo y fue silenciado. El único que sabe qué pasó calla.