Una familia entre cuchillos y paraguas

EVA FERNÁNDEZ PRIETO VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Los ourensanos José Álvarez y Carmen González crearon Ribadas a comienzos de los 80 en pleno centro de Vigo. Ahora, su hija Loli y su sobrino Álex continúan la saga vendiendo, afilando y reparando varillas

06 ago 2022 . Actualizado a las 01:17 h.

La historia de Loli Álvarez es la de una niña que se crio entre cuchillos y paraguas y que, al cabo del tiempo, acabó siguiendo el camino de sus padres. La cuchillería Ribadas es un negocio familiar que crearon sus progenitores, José Álvarez y Carmen González, en 1982. Cuarenta años después lo llevan ella y su primo, Álex Gonzalo, en el mismo lugar: la céntrica calle de Velázquez Moreno en Vigo.

En su momento, José se dedicaba a afilar y Carmen, a arreglar los paraguas. Hoy en día, las labores siguen siendo prácticamente las mismas y solo han cambiado las personas que las desempeñan. Loli es dependienta de la cuchillería y trata los paraguas, mientras que su primo se dedica a afilar.

Loli cuenta la historia de Ribadas, que, al fin y al cabo, también es la suya. El nombre del negocio no proviene de un apellido, como se podría pensar, sino de la aldea del concello ourensano de San Xoán de Río, de donde es originaria su familia. Sus padres decidieron poner en marcha la tienda tras retornar de la emigración en Francia. «Mi padre probó varias cosas, estuvo por ahí trabajando, ya que él era carnicero», recuerda. Hasta que un conocido suyo que era afilador le enseñó la técnica y dio un vuelco a su vida.

Los comienzos de Loli Álvarez en la cuchillería no fueron en las mejores circunstancias. Empezó a trabajar en ella cuando estaba desempleada, después de pasar tres años cuidando a su pareja, que estaba enferma. Echaba una mano a su padre y poco a poco fue aprendiendo, hasta que a él le llegó la edad de jubilarse y tomó las riendas del negocio. Asegura que es un trabajo que le gusta. También le agrada el trato con sus clientes. Aun así, admite que son tiempos complicados para el pequeño comercio, afectado por las compras online. A pesar de eso, indica que muchos clientes prefieren acudir en persona para «ver, tocar y que te lo expliquen». Hay gente que incluso acaba recurriendo a estos negocios locales tras fallarles sus compras en internet. Loli recuerda el caso de una chica que compró un estuche de coctelería vía web y al recibirlo se dio cuenta de que no había leído correctamente la descripción del producto: solo contenía el estuche, no los utensilios de coctelería. Entonces, «vino aquí a rellenarlo porque era para un regalo que entregaba al día siguiente y no le daba tiempo a volver a pedir las cosas».

Muchos clientes de Cuchillería Ribadas lo son de toda la vida. «Es rara la semana que alguien no pregunta: ‘¿Qué tal tus padres?’. O que te dicen: ‘Dale saludos’». En el barrio ya son como una gran familia, pero Loli reconoce que los compradores particulares son más complicados que los de los negocios, como bares o mercados. «El tema del afilado, que de momento Amazon no hace, ni arregla paraguas, hace que sobrevivas un poco mejor». Señala que, en la hostelería, últimamente recortan gastos y afilan mucho menos. Álex Gonzalo, sobrino de los fundadores, también cuenta que suelen recoger los cuchillos de los puestos de las plazas de abastos y después se los vuelven a llevar, ya que están todos juntos en un mismo lugar.

Recuerdo de un sable

En sus cuatro décadas de cara al público, la familia tiene bastantes experiencias curiosas que contar. Los clientes que les piden que les afilen los cuchillos «pero poco, que si no me corto» son, prácticamente, el pan de cada día. Álex recuerda una ocasión especial. Fue el día en que un hombre les pidió que le afilasen un sable. Su sorpresa llegó cuando, al día siguiente, vieron en las noticias que había sido detenido por amenazar a varias personas por la calle con el arma.

Ambos destacan también el caso de los clientes que llegan a la tienda con los cuchillos sin cubrir. Siempre les dicen que no pueden ir así por la calle y les piden que les pongan un trapo o un periódico para taparlos. «Yo no me asusto si me entran con un cuchillo, pero en la farmacia a lo mejor sí», comenta Loli. «Uno entró con los cuchillos y le dije que no podía ir así por la calle y lo que hizo fue mirarse la bragueta por si la tenía abierta. Lo de los cuchillos no le pareció importante», recuerda ella como una de las anécdotas más graciosas.

Mirando al futuro, Loli Álvarez desconoce si las siguientes generaciones de su familia podrán seguir con la cuchillería. «A lo mejor buscas algo más estable para tus hijos, porque esto al final depende de las necesidades del mercado», admite. Tampoco se muestra segura al cien por cien de que su primo y ella se puedan jubilar en el negocio. Pero, como ella misma dice, «ahí vamos, aguantando».

Desde 1982

Dónde está

Calle Velázquez Moreno, 48. Vigo