Quiero que disparen mis cenizas desde mi cañón

La Voz PABLO PORTABALES, TANIA TABOADA, YOLANDA GARCÍA

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MARCOS MÍGUEZ

PÓLVORA ERES Y en pólvora te convertirás. El empresario y coleccionista coruñés Manuel Arenas, especialista en recrear batallas, manifiesta el deseo de que sus cenizas sean disparadas al cielo. No se vayan todavía, aún hay más.

12 nov 2016 . Actualizado a las 10:30 h.

A cañonazos. Así quiere abandonar este mundo Manuel Arenas. Entre sus últimas voluntades ya comentadas en su entorno más cercano se encuentra el salir despedido en dirección al cielo. «Le dije a mi hijo que, cuando muera, parte de mis cenizas me gustaría que fuesen disparadas por un cañón en el campo de batalla de Elviña (A Coruña). Y toco madera, que quiero vivir muchos más años. No tengo ninguna intención de morirme pronto», comenta con buen humor. Manuel, propietario de la legendaria librería Arenas del Cantón coruñés y presidente de una asociación histórica militar es un apasionado de épocas pasadas como la etapa napoleónica. Pero sus últimas voluntades no se reducen al cañonazo. Su hijo, que ahora tiene 16 años, y el resto de familiares deberán organizarse bien para cumplir con todas ellas. Les va a llevar un tiempo complacer al difunto. «Otra parte de mis cenizas se esparcirían en el campo de batalla de Waterloo, que es uno de mis enclaves favoritos. Ya lo visité en varias ocasiones, la última cuando se conmemoraron los 200 años del episodio bélico. Fue una experiencia impresionante», recuerda. Pero hay más. No creo que haya suficientes cenizas para tantos deseos post mortem. «Ya lo estuve calculando viendo lo que pesan las que introducen normalmente en las típicas vasijas, además yo soy muy grande», apunta sonriente.

PLAYAS DE NORMANDÍA

Recapitulemos las cenizas de Manolo. Unos gramos disparadas por el cañón a sabe Dios dónde, otras esparcidas en donde batalló el mismísimo Napoleón Bonaparte, y «otra parte en el jardín de San Carlos de A Coruña, donde está enterrado Sir John Moore, que murió en la batalla coruñesa y que también es un lugar muy especial para mí. Y también me gustaría que esparciesen unas cuantas en las playas de Normandía», confiesa este hombre al que también apasiona todo lo concerniente a la Segunda Guerra Mundial. El hijo, que comparte gustos históricos, dice que le parece una locura pero acepta las últimas voluntades con el deseo de que tenga que cumplir con ellas dentro del mayor número de años posible. «Toda la gente a la que se lo comento se ríe», asegura. «Y, por supuesto, las cenizas que queden quiero que descansen en el nicho familiar al lado del de mi padre». Lo dicho, los descendientes de Manuel no podrán malgastar sus restos porque si no no les va a dar para todo. 

LICENCIA DE ARMAS

Para Arenas recrear la historia es una forma de trasladar al presente momentos que le gustaría haber vivido en directo. En los últimos años puso en marcha diferentes iniciativas como el desembarco de Normandía en el coruñés monte de San Pedro, el homenaje al único gallego que falleció en el mismo o, cada mes de enero desde hace lustros, los actos conmemorativos de la Batalla de Elviña ahora denominada de A Coruña, entre otras muchas. Cuenta con una colección de piezas y objetos relacionados con diferentes etapas de la historia, como un tanque, uniformes o Jeeps. De hecho, el próximo martes se inaugura en el Museo Militar de A Coruña una exposición conmemorativa del 75 aniversario de la presencia de los vehículos de la marca Jeep en el Ejército y el comisario de la muestra es el propio Manuel Arenas. Otra de sus piezas de colección es el cañón desde el que pretende que se disparen sus cenizas cuando él ya sea historia. «Es una réplica de un cañón de doce libras francés, del período napoleónico. Era utilizado para artillería de campaña en torno a 1808. Tiene su preceptiva licencia y su guía de arma y está dado de alta en intervención de armas de la Guardia Civil. Es de avancarga, es decir, se carga por el orificio de salida, por el tubo del cañón», explica señalando el lugar por donde habrá que introducir sus cenizas cuando fallezca, si es que antes no cambia de opinión. Polvo eres y en polvo te convertirás. En este caso se convertirá en pólvora. 

MARCOS PAZ: «PREFIRO DAR FROITAS E NON QUE ME COMAN OS VERMES»

Marcos Paz lo tiene muy claro. Desde siempre sintió una especie de «repelús» hacia los cementerios y por eso no quiere ser enterrado en un mítico panteón o nicho. Manifiesta que darle vida a los gusanos y demás bichos no va con él y por eso deja claro, en vida, su deseo para cuando fallezca. Quiere que lo incineren y que sus cenizas sean enterradas en la finca de su casa. En ese mismo agujero desearía que se plantase un frutal. A poder ser le gustaría que fuese un peral porque es su árbol y fruta favorita, pero si se trata de otro árbol tampoco le importa. El caso es evitar la necrópolis. «Prefiro dar froita e non que me coman os vermes. Que te metan nun nicho ou nun panteón véxoo ridículo», manifiesta Marcos. Este varón de 41 años indica que de cumplirse su deseo, los que cojan una fruta de ese árbol comerán algo que nace de él. «Ademais de dar froita hai que pensar no preciosa que é unha árbore cando florea. Moito mellor esta opción que enterrarme nun sitio onde vou ser o obxectivo dos vermes e demais insectos e roedores», dice este lucense.

SU DESEO DE SIEMPRE

Natural de Momán, una parroquia del municipio lucense de Xermade, este carpintero lleva desde los once años residiendo en Os Vilares, en el municipio lucense de Guitiriz. Aquí vive con su esposa y su hijo de tan solo dos años. Su familia conoce y respeta su deseo y él espera que se cumpla. La idea de este lucense con respecto a este tema ya viene de hace muchos años. Con su anterior pareja ya tenía un trato hecho con respecto a este asunto, pero no se pudo llevar a cabo. Hace ocho años ella falleció en un accidente de tráfico y todavía no tenían su casa construida. Tenían pensado levantar un monolito en el jardín para depositar allí las cenizas de ambos. Ahora, con su vida rehecha sigue con el mismo deseo. Lo único que varía es la forma. «El sitio sigue siendo la finca de casa. No necesita llevar a cabo un monolito, sino que le sobra en un agujero y con un frutal.

VÍCTOR PERNAS VIZOSO: «QUERO QUE SEXA NOS LUGARES DA MIÑA XUVENTUDE»

PEPA LOSADA

Si decimos que el alfocense Víctor Pernas Vizoso «vive» de la muerte puede sonar macabro, pero es real. No es la primera vez que escucho en mi entorno, hablando de visión empresarial, que montar en Galicia una funeraria es «éxito asegurado», dado que mueren más personas que nacen. Él tiene una y aunque también escuché mucho lo de en casa de ferreiro coitelo de pau, este dicho no se ajusta a su perfil. Me cuenta que el futuro más allá de la existencia terrenal lo tiene planificado. Cada día desde el negocio que lleva desde hace 19 años, Funerarias Mariña Lucense, con su mujer Encarna Fernández, se enfrenta a esa verdad que a veces parece que no asimilamos aún porque estamos «vivitos e coleando» gracias a Dios o a lo que sea que haga que corra sangre por nuestras venas: «A pregunta é: partiremos pero... ¿onde?».

Otra pregunta: ¿cómo quiere que sea su final? Declarándose «respectuoso con todas as relixións» y «cristiano por educación pero non por convición», explica primero desde su punto de vista de empresario que «de dez a quince anos penso que o 90 % da poboación se vai a ir á incineración». Tiene una prueba: «Seino porque levo unha compañía de seguros de decesos e nun 96 % das pólizas, de dez anos para aquí, lévase a incineración». Así será en su caso, dice. Otra pregunta clave es dónde querrá que sean arrojadas sus cenizas. Así se lo hizo saber a sus hijos: «Parte ao mar Cantábrico en Cabo Burela, parte no Monte Castelo e parte quedará no columbario que estou a punto de abrir co forno de incineración. Aínda que eu non sexa nativo de Burela, considérome de Burela, crieime e vivín aquí. Elixo eses puntos por ser os da miña xuventude, onde o pasei ben cos amigos, momentos inesquecibles». Algo más en el día final: «Que os meus fillos conviden aos amigos e lles sirvan pinchos». Y que suene el himno gallego en gaita.