¿Qué ha hecho tu pareja por ti?

Sandra Faginas, Cláudia Morán, Yolanda García

YES

MARCOS MÍGUEZ

MÁS ALLÁ DE GRANDES GESTOS, que los hay, algunos detalles en el día a día marcan la felicidad de las parejas y provocan cambios en nuestros gustos y aficiones que ni imaginábamos. Aquí van varios ejemplos, por si alguien se anima a darnos una buena sorpresa.

10 jun 2017 . Actualizado a las 05:10 h.

Laura y Gustavo son de esas parejas en las que los dos están pendientes uno del otro, se nota nada más quedar con ambos a tomar algo. La primera reacción de ella es ofrecerle su bebida (que no la ha tocado) para él. «Deja, ya pido ahora», le responde Gustavo, que se afana en contar enseguida que ella lo ha cambiado «para bien» desde que comenzaron a salir cuando tenían 25 años. Se conocieron en el trabajo, y antes de los cuatro años ya se habían casado. En ese tiempo pasaron muchas cosas, pero lo fundamental -apunta Gustavo- es que ella «le enriquece la vida día a día». Laura se parte de risa ante la afirmación, pero se nota que adora esa meticulosidad ingeniera de él que le hace tener todo controlado, sobre todo lo que tiene que ver con los pequeños detalles. «A mí me gusta ver el lado positivo de las cosas, y tal vez eso me lleve a intentar sorprenderla siempre que puedo, me gusta tener todo bajo control cuando nos vamos de viaje, porque para mí también es una manera de disfrutarlo, no solo cuando nos vamos, sino mucho antes, cuando voy viendo adónde ir, dónde comer, qué visitar...». «Digamos que viaja por anticipado», se ríe ella, que valora mucho todo ese esfuerzo.

Gustavo tuvo la primera oportunidad de mostrar su capacidad de sorpresa en el viaje de novios y cedió al gusto de ella. «Soy una loca de Lo que el viento se llevó desde que descubrí la película de pequeña, me leí el libro de Margaret Mitchell no sé cuantas veces, de modo que no podía dejar de visitar todos esos enclaves del filme. Nos fuimos a Nueva Orleans, Atlanta, Charleston...; un viaje por el sur de Estados Unidos maravilloso». Esa fue una primera prueba de amor (él la sorprendió con un pase especial de la película en el hotel), pero después vendrían muchas más.

DE FILADELFIA A MINÉAPOLIS

Tras un año en Madrid como recién casados, la vida les volvió a poner otra meta: la posibilidad de irse a Filadelfia a vivir por su trabajo. Y se lanzaron. En Filadelfia disfrutaron de tres años «únicos, felices y maravillosos», en los que aprovecharon para poder viajar por todo el país. De Hawái -«lo recomendamos»- a Nueva York, que está a tan solo una hora y pico de Filadelfia. Allí se asentaron como pareja, «fue nuestro primer hogar» y Laura se planteó que a su regreso a España preferiría volver a su Coruña natal y no a Madrid. Fue entonces cuando Gustavo lo pasó peor, porque tuvo que vivir seis meses separado, «en un piso de soltero», en Madrid, de donde él es, pero sin la compañía de Laura. Ella es la directora de Hércules de Ediciones, y él sobrevivió hasta que encontró un puesto en A Coruña, en donde se han instalado definitivamente. «Esa fue en realidad su gran prueba de amor -apunta Laura-, dejó su ciudad, su familia y su entorno por mí».

A su lado, Gustavo quiere concretar más y se lanza a contar lo que a Laura la hizo saltar de alegría hace poco. Ella es superfán de Prince desde que a los 16 años escuchó un tema de él por la radio. «Le pedí a mi madre que me fuera a comprar la cinta», y de la cinta pasó a los discos, todos los libros que salían sobre él y mucho más.« Lo vi actuar en tres ocasiones en directo y no hay canción que no me sepa. Es el más grande, no hay otro músico como él, era un genio, tocaba casi todos los instrumentos...», se apura. Lo dice con una emoción envidiable. «Me enteré de su muerte en Argentina, por un WhastApp de mi hermano. Allí no reaccioné, pero cuando pisé Coruña me vine abajo. Volví a escuchar todo, a releer todo, y hasta me hice un tatuaje con su inicial». Ante ese bajón, Gustavo le preparó un viaje especial a Mineápolis, la ciudad de Prince, durante cuatro días para asistir a una convención, «una especie de feria temática», en la que durante cinco horas diarias la gente que trabajó con el artista, desde fotógrafos a ingenieros de sonido, relataban su relación con él y «el auténtico profesional que era». Eso es pasión, le digo. «Sobre todo para mí que no soy superfán», se ríe Gustavo, que por si acaso adelanta que si pueden repetirán en el 2018. Laura, cómo no, está encantadísima: «¿No es un amor?».

LAURA Y ROBERTO: «NUNCA HABÍA PENSADO QUE VIVIRÍA EN UNA ALDEA»

Ana Garcia

Laura Fraga es una mujer todoterreno. Trabajadora, emprendedora, familiar...Y del Birloque, el barrio coruñés donde vivió toda su vida y del que jamás renegó. Todo lo contrario, ya que quienes la conocen saben bien que le gusta dejar claro cuál es su lugar de origen. Hasta que un día conoció a Roberto, un senderista amante del aire libre y «ciudadano del mundo», como ella lo describe, y su vida cambió. Ahora ambos viven en Golmar, una aldea de A Laracha.

A Laura nunca antes se le había pasado por la cabeza trasladarse al rural ni tampoco que viviría «en una finca rodeada de perros». Pero la vida se las presentó todas juntas cuando se le sumaron una serie de problemas laborales y la enfermedad de su madre. «Tenía la sensación de no desconectar nunca, vivir en la ciudad para mí seguía siendo un estrés», cuenta.

Tenía muy claro que se mudaría «a una casa en las afueras». Lo que no imaginaba es que Roberto y ella se decantarían por una casa de aldea, donde viven desde hace casi dos años. «A mí siempre me había gustado el campo y la naturaleza, pero hasta el punto de irme a vivir a una casa así, no», señala. Ahora asegura que no se iría «a ningún otro sitio». «La casa estaba prácticamente abandonada, fue un alquiler muy barato, pero ahora mismo no lo cambio por nada. Mis amigas me dicen ‘estás loca, irte al campo teniendo un piso en A Coruña’, pero ahora hay cero ruido, puedo salir en pijama a pasear al perro si quiero porque la casa más cercana está a unos 20 metros, y eso es impagable». Recuerda que, aunque es muy madrugadora, la primera noche en su nuevo hogar durmió «como si no hubiera un mañana».

SUBEN Y BAJAN MONTAÑAS

Pero mudarse al campo no fue lo único que Laura hizo por amor. Al poco tiempo de empezar su relación con Roberto completó con él O Camiño dos Faros, una ruta de 200 kilómetros entre Malpica y Fisterra. «¡Yo era de sofá y manta!», recuerda. Y, aunque parecía impensable, a partir de ahí se aficionó.

«No daban un duro por mí, no hacía nada de deporte, mientras que mi madre corre ultratrail y Roberto es montañista». De estas andaduras tiene decenas de anécdotas, como el día que, en el tramo final, a dos horas de llegar a Fisterra, su chico la esperó porque se había puesto a llorar de la impotencia por la dureza de la etapa. Aun así, se sintió tan apoyada que consiguió terminar.

Lejos de rendirse, Laura y Roberto hicieron juntos la subida al Penaboa, en O Courel, considerada la ruta de senderismo más dura y vertiginosa de Galicia. «Eso sí que es amor», bromea Laura, que, a pesar de todo, siempre saca fuerzas de todo y sabe reírse de la vida.

YASMINA Y KEVIN: «EU DEIXEI O MEU SOÑO DE IR A XAPÓN E EL A CARREIRA»

XAIME RAMALLAL

Al acabar de hablar con Yasmina López (Xove, 1993), me sincero con ella: «¡A vosa historia parece un culebrón!». Siempre se dice que la realidad supera a veces la ficción y ya sabemos cómo gusta a los guionistas de telenovelas exagerar tramas. Un día, sintió el «flechazo». Él, Kevin Fernández Bellas (Viveiro, 1991): «Xa namorei del a mesma noite que o coñecín». El chat del WhatsApp echaba humo cuando ella residía en A Coruña y él en Madrid: «Fixemos esforzos para vernos todas as semanas e papábamos moitas horas en tren. Eu que nunca suspendín un exame na carreira... foi máis o estrés de perder algo de clase os venres para ir velo». El futuro soñado de ella tenía hasta entonces el nombre del país del sol naciente, Japón: «Empezamos por xaneiro e en setembro funme xa para Madrid, para rematar a miña carreira. Toda a vida estudei para ser deseñadora e estudei xaponés moito tempo, fixen probas e tiña pedida unha beca para a Universidade de Tokio que me chegou aprobada e so lla concedían a dúas persoas en España. Tiña unha semana para decidir se si ou non. Botei catro días pensando soa». Al final, meditó y... renunció. «Cando lle dixen a Kevin que a rexeitase, estivo dúas horas sen falar comigo», dice, pero ella tenía claro su lugar: «Eu viña dunha relación moi mala e el coidábame moito, preocupábase por min... Tiven que sopesar se quería estar con Kevin ou ter a miña carreira soñada de deseño en Xapón (...) Realmente non foi renunciar, para min foi un cambio de chip. Kevin era a miña casa».

PROBLEMAS FAMILIARES

Quizás la parte de sacrificio personal de Kevin Fernández en esta historia de amor sea la más dura. Porque, señala su pareja, en algún momento de la relación que mantenían, sobre todo al principio e incluso aún en el momento de su enlace matrimonial y después, «toda a súa familia directa rompeu con el», dicen, sin asistir al evento. Aunque ahora, añaden, el lazo, sobre todo con sus padres, mejoró. «No verán ?recuerdan los dos? que estivemos de vacacións con eles, eles non aceptaban a nosa relación. E tivemos trabas para irnos a Madrid xuntos». «Esa situación ?agrega Yasmina? era un continuo estrés para el. Eu sempre intentei que se levara ben con eles. Sufreu moito». «Si yo soy feliz, eso debería bastar», pensó Kevin. Un punto espinoso de esa etapa fue verse «obligado a dejar Odontología», a medias. «Ten esa puntilliña no corazón porque lle gustaba a carreira pero fixéronlle renunciar ao seu soño», comenta ella. Sus dos hijas son hoy su «orgullo» y ella creó una empresa de organización de bodas, Contigo en tu día. Y todos los días, dirían ambos.