Hoy ceno en el barco

Cláudia Morán / Ana Abelenda / Carlos Crespo

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OSCAR VíFER

Así da gusto embarcarse. Es uno de los platos fuertes de la temporada en Galicia. ¿Fiesta a bordo, mariscada a lo grande o escapada romántica? Salimos en barco al ponerse el sol.

02 sep 2017 . Actualizado a las 12:16 h.

¿A quién no le tienta una mariscada? Más si es a bordo de un barco, con música y vistas submarinas. La posibilidad no solo existe, sino que está en Galicia y a un precio muy razonable. El barco de Pepiño, de Cruceros Rías Baixas, es uno de los que permiten embarcarse en esta experiencia la mar de rica. La empresa ya suma 10 años ofreciendo el servicio de cenas desde O Grove y 30 llevando a innumerables grupos de paseo por la ría.

OSCAR VíFER

Pepiño González, de padre marinero y del barrio de Virxe das Mareas, es el responsable de esta escapada que surgió de su afición «por la mar y el turismo». En el barco que lleva su nombre la cena es opcional, pero triunfa. «Prácticamente todo surgió del cliente. La gente quería cosas originales y nuevas, y surgieron pedidas de mano, bodas, reuniones de grupos...», cuenta orgulloso.

Aunque aclara que hay menús de todo tipo, afirma que la mariscada «se pide mucho» y «lleva de todo: nécoras, cigalas, langostinos, mejillones…». Pero no todo se queda en cena. «Si tenemos suerte, vemos la puesta de sol. Después anclamos en el medio de la ría, hacemos una queimada con espectáculo y baile y paramos en una batea para disfrutar de la visión submarina», señala Pepiño.

Durante la travesía, de una hora y cuarto de duración, los pasajeros pueden aprender cómo se lleva a cabo el cultivo del mejillón, para luego observar a través de los cristales el fondo marino debajo de las bateas.

EL NÚMERO UNO EN LA RED

«Para hacer nuestro cásting, por así decirlo, decimos a los empleados: ‘Tratad a los clientes como tratáis a vuestros padres o a vuestros abuelos’», explica Pepiño. Por ello no es de extrañar que su barco figure como el número uno en visitas guiadas en O Grove en el portal TripAdvisor. «La gente puede ver las críticas que tenemos. Los clientes vienen a pasarlo bien, y así es, salen contentos», señala el responsable. Aunque pueda parecer una actividad estacional, en El barco de Pepiño no hay un fin de semana sin cenas. Ni siquiera en los meses de tiempo menos generoso, ya que el servicio funciona «de marzo a diciembre, con capacidad para más de 100 personas».

XOAN CARLOS GIL

PEDIDA Y POSBODA A BORDO

Sin dejar de lado los amigos y las fiestas, hay que embarcarse por amor. Raquel y Adrián (en la foto) han probado la escapada en pareja por la ría de Vigo y han repetido. Y han vuelto a repetir. «Es un espectáculo ver el atardecer. Es muy romántico, te da una perspectiva distinta a la que estás acostumbrado a tener. Puedes ver la puesta de sol en una playa, pero, aunque seas de Vigo, ver el atardecer desde el barco, en la ría, es algo diferente. Tendrías que vivirlo, no sabría explicarte cómo es...», cuenta él.

Despedir el día entre estelas es uno de los atractivos de estas escapadas para dos que ofrece Navegante de Vigo (que también se abre a familias y grupos). A partir de unos 400 euros puedes contratar uno de sus barcos. La cena a bordo puede ser o no ser marisco, una cuestión que dejan a la elección del comensal, con quien se pacta el menú. «Queríamos diferenciarnos de lo que ofrecen el resto de empresas del sector y que la experiencia se convirtiese en un regalo», apuntan. Hasta las peticiones de mano empiezan a animarse a ir pasadas por agua. Cada vez más novios se declaran a bordo del My Way o el Cripso, que también se alquilan para hacer el álbum de la posboda. Es el caso de Eva y Rocío, que se subieron al barco más grande de Navegante de Vigo, el My Way, para hacer a su manera una sesión fotográfica para el recuerdo, como el tema de Sinatra. «Cogimos la puesta de sol en las Cíes. Nos pusieron unos gintónics. Fue muy agradable, hasta para el fotógrafo, que se pensó embarcarse porque le tenía miedo al agua», comparte Eva.

Si las vistas te embriagan puedes dormir a bordo. Adrián y Raquel han probado en el Cripso. «Al principio crees que no vas a poder dormir, pero al tercer movimiento del barco te sientes como si te estuviesen acunando», dice Adrián.

Aviso a navegantes, pueden embarcar en Punta Lagoa, Baiona o el Náutico de Vigo. Los barcos llevan patrón, «a menos que el cliente tenga la titulación».

Seguimos tras la mejor puesta de sol. Rewind! La luz empieza a caer. Los últimos cruceros turísticos de la jornada enfilan la bocana del puerto de O Grove. ¿Seguro que son los últimos? En el muelle un centenar de personas se arremolinan en torno a dos barcos. ¿Su intención? Cenar a bordo.

EL ATARDECER DE APERITIVO

Una gran banderola de lunares delata al Barcolatoja de Minicruceros Pobra. El barco ha sido fletado por la bodega Paco&Lola para la última de las cenas de su ciclo Son&Sal. La propuesta que marida sonido y sabor se torna de los más sugerente desde el momento de soltar amarras. Los últimos rayos de sol tiñen de naranja el perfil de la sierra del Barbanza y poco a poco alcanzan el mar. El contraste es fascinante. Desde la cubierta superior, copa de albariño en ristre, el espectáculo del atardecer en la ría de Arousa se muestra en todo su esplendor. «De eso se trataba, a modo de inusual aperitivo», comentan los responsables de la iniciativa. Imposible no retratarlo y no retratarse. Los teléfonos buscan el mejor ángulo. Pero quien lo consigue es, sin duda, un dron que asoma por la proa. Un brindis al viento es la señal que indica que es hora de bajar al comedor, habilitado en el nivel inferior. Allí espera el músico coruñés Néstor Pardo, encargado de amenizar la primera parte de la velada. Manos al aire y tarareos acompañan los patés y quesos que se sirven de entrante. No falta incluso quien se anime a bailar un bolero pese a las estrecheces del pasillo. Hasta que llega el generoso plato principal, un arroz de lo más marinero. El plato fuerte llega hacia las diez y media, lleva cigalas, navajas, langostinos, zamburiñas y almejas. Ya es noche cerrada. Al fondo se divisan las luces de O Grove. El barco ha fondeado desde hace un rato justo en frente.

Tras la cena y los chupitos surgen los primeros momentos de festiva confraternidad entre las mesas. Se apagan las luces y se encienden los láser y los leds de colores. Suena música de los 70. El pequeño escenario se convierte ahora en improvisada pista de baile hasta la llegada al puerto. Lo que menos hay es ganas de despedirse. Es probable que la fiesta tenga su prolongación en tierra...

Pero del barco ¡no nos moverán!