Bye bye, Twitter

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

07 oct 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

Cuando Twitter empezaba a mostrar las hechuras de lo que luego ha sido, un amigo querido pronosticó que aquella herramienta increíble que apenas gateaba encerraba dentro una indeseable bomba que acabaría estallándonos en la jeta cuando menos lo esperáramos. Temía la predisposición al linchamiento que a la mínima asoma la patita y la esencia cobarde de una parte ruidosa de nuestra especie que con la careta puesta y sin enseñar el rostro es capaz de despellejar a quien se ponga a tiro sin que importen los motivos. La tesis confrontaba con la de este lado de la mesa desde donde se reclamó el derecho supremo a expresarse de cretinos, felones, tuercebotas y bocazas y el doloroso peaje que en ocasiones había que abonar para no parecernos a ellos.

El tiempo fue demostrando que no hay que menospreciar la estupidez humana y que tipos despreciables con cara de huevo y pseudónimo ocurrente pueden hacer mucho daño. En estos años ha habido episodios de linchamiento digital terribles que nadie debería soportar, como el que sufrió Paula Vázquez tras los atentados yihadistas de Barcelona. Y hoy ya sabemos que la presión a través de las redes puede ser tan intolerable y dañina como la ambiental y hasta animar a las personas al suicidio, como ocurrió con las blogueras Melania Capitán y Celia Fuentes incapaces de gestionar el zarpazo de un click. Lo retrató de cine uno de los capítulos de Stranger Things.

En situaciones de estrés emocional máximo como el que vivimos, Twitter está mostrando todas sus esquinas. Las herramientas no son ni buenas ni malas pero conviene no menospreciar una plataforma de difusión masiva e instantánea, que coloca mensajes en simultáneo en millones de cabezas y que es una golosina para manipuladores y conspiradores como demostró la victoria de Trump y la perturbadora ayuda que al parecer le prestaron los rusos. En un mundo conectado, la desinformación puede ser un arma de destrucción masiva.

¿Qué hubiese pasado durante la crisis del 98 o en la Guerra Civil con una herramienta como Twitter cabalgando a todo gas? ¿Habrían cambiado en algo? ¿Cómo hubiese progresado la asonada de Tejero con los diputados conectados al mundo desde el bolsillo? Además de subfusiles, los golpista tendrían que haber disparado inhibidores de frecuencias.

Imposible aventurar el papel de las redes en momentos sociales delicados más que como distopía aunque sí sabemos lo que está pasando estos días. Y lo que está pasando es que muchos usuarios entusiastas y queridos están anunciado que desertan de Twitter, que abandonan la tasca por el tufo que despiden tantos cobardes con cara de huevo en una atmósfera electrizada como esta. Son minoría pero cuánto incomodan. Como pronosticó mi amigo.