Hasta que la vida nos separe

Cláudia Morán, Gladys Vázquez, Yolanda García

YES

cedida

KILÓMETROS DE AMOR Estas parejas demuestran que la distancia, por grande que sea, no tiene por qué acabar con una relación. Reconocen que no es tarea fácil, pero los aviones, los trenes o el WhatsApp lo hacen un poco más sencillo. ¿Será que el amor todo lo puede?

04 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Clara y Javi estaban destinados a estar juntos. Todavía no se conocían, pero una amiga de él y compañera de trabajo de ella estaba convencida de que eran la pareja ideal. No se equivocaba. Gracias a ella se conocieron y enseguida surgió la chispa. Solo había un obstáculo: Clara, periodista y coruñesa, vive en Madrid; Javi, mecánico de electrónica de la Patrulla Águila y gijonés, en Murcia. Ahora, más de un año después, siguen físicamente separados y cada vez más enamorados.

«Al poco tiempo, yo estaba en un tren camino de Murcia y pensando que a ver cómo me quitaba yo a ese chico de la cabeza, porque una relación a distancia rompía todos mis esquemas», cuenta Clara, que siempre tenía a su compañera «loca» con sus «aventuras y desventuras amorosas».

«A partir de ahí, después de varias, buenas y largas conversaciones, dejamos las cosas claras para poder tener un buen comienzo», recuerda Javi, aunque matiza que hacen esfuerzos por verse todas las semanas: «Al final el amor es una apuesta, yo apuesto por Clara y ella por mí. Los kilómetros dan igual teniendo las cosas claras y las ideas firmes».

TIENE SUS VENTAJAS

«Mis amigas me decían: ‘Tienes lo mejor de la soltería y lo mejor de estar en pareja: la libertad por la semana para estar a tu aire y los domingos de peli y manta con tu novio’», recuerda Clara, pero aunque sonríe al contarlo, discrepa en parte. «Cada vez se hace más difícil porque ahora ya lo quiero más (ríe), y si paso más de diez días sin verlo, los sufro». Sin embargo, admite que están en contacto «todos los días», ya sea por WhatsApp o vía telefónica.

Para ellos, la distancia se acorta sacando tiempo de debajo de las piedras para poder verse. «Los fines de semana o uno u otro viaja seguro al encuentro del contrario», afirma Javi, y añade: «Si ella no me anima soy yo el que la animo a ella».

Pero sus destinos no son solo Madrid y Murcia. De hecho, una de las ventajas de tener una relación a distancia es que les da pie a hacer numerosas escapadas. «Nos hemos ido de casa rural a la sierra de Madrid, a Toledo, a Cuenca, a Zaragoza, a los pueblos de Murcia... Hemos ido juntos a A Coruña a ver a mi familia y también a Gijón a ver a la suya, y ya tenemos todo para irnos pronto a Marruecos», cuenta ella. En este sentido, tienen a favor sus aficiones comunes, «y eso ayuda, no solo a la hora de viajar, sino también para planificarlas y sobre todo disfrutarlas», afirma Javi.

Para Clara, estar separada físicamente de él tiene también otras ventajas: «Nos hemos saltado la etapa de salir a cenar y otro día nos vemos. Hemos pasado directamente a estar varios días uno en casa del otro, todo el día juntos. Es diferente, pero más intenso y, si no va a funcionar, te vas a dar cuenta enseguida porque el conocerse conviviendo tan pronto te ayuda a ver mucho más allá de la cita en un restaurante», asegura. Javi, por su parte, reconoce que no lleva tan bien vivir separado de su novia. «Es verdad que tienes espacio y tiempo para hacer otras cosas, pero yo prefiero hacerlas junto a ella porque, al final, es la apuesta a la que voy», dice convencido. A la pregunta de si creen que podrán estar juntos físicamente a corto plazo, ambos aseguran estar esperanzados. «Planes tenemos muchos y la esperanza es lo último que se pierde, así que esperamos cumplirlos pronto», dice Clara.

Aunque Javi observa que «la situación laboral en este país aún es complicada», se aferra a sus proyectos comunes y las ganas que tienen de verse. «La esperanza y la ilusión juegan en nuestro equipo haciendo que sea mucho más fácil la partida». ¡Que seáis felices, pareja!

Gema y Ricardo: «Cuando vuelve es una luna de miel»

Si para la mayoría de parejas mantener una relación a distancia es casi un imposible, el caso de Gema y Ricardo es de premio. «Ahora la cosa ha mejorado, podemos hablar por WhatsApp», dice ella. Y es que esta pareja de gallegos tienen un océano de por medio. «Trabajo en pesca de altura. En la zona de Canadá, pescando bacalao o fletán, así que estoy embarcado dos o tres meses y uno en casa», explica Ricardo. Él ya sabía lo que era trabajar en alta mar. Lo vivió siendo un chaval, pero no pensaba que la crisis le iba devolver a un pesquero. «Hace unos años tenía que usar el teléfono satélite del puente. No ganaba para llamar». Ella se ríe nerviosa. «Antes hablábamos una vez a la semana, como mucho. Ahora nos podemos mandar mensajes. Pero aún así es un sinvivir. Hay temporales, no sabes qué le puede pasar. Este año tuvieron que atender a dos compañeros por problemas de salud. Lo paso fatal», explica Gema. Y así llevan cuatro años de diez de relación. Ricardo no pensaba volver al mar, pero le hicieron una oferta que no pudo rechazar. En 15 días estaba haciendo la maleta. «Fue horrible. La primera vez que se fue me puse fatal. Le hablaba mal a todo el mundo. Y encima me dejó la huerta plantada y yo no tenía ni idea de cuidarla, nunca había cogido un sacho», dice riendo Gema. Ricardo asegura llevarlo mejor. «Es lo que hay, tengo que trabajar. Las mujeres sois más sentimentales. Si le estuviese todo el día dando a la cabeza, no podría vivir».

Ambos niegan que la distancia les haya pasado factura, aunque dicen tener mucho carácter y «chocan» cuando conviven. Ricardo, más discreto, mantiene que la clave del éxito es la confianza. «Tengo compañeros muy celosos. Van a una marea y se vuelven locos en el barco». Gema es más dicharachera. «Lo bueno es que, cuando vuelve, esto es una luna de miel», se ríe. Y es que ella sintió desde el primer momento que le vio, hace ya una década, que ese chico no se le podía escapar. «Estaba con unos amigos en una discoteca, bailando en la pista, y aparecieron los típicos pesados. Para librarme de ellos me agarré a Ricardo y me inventé que era mi novio». En ese momento saltó la chispa y… hasta ahora. “«Me gustó su mirada transparente», insiste Gema, antes de soltarle el último reproche en tono de broma. «Me fui por él a vivir a Ares para que me dejase aquí sola». Si Ricardo le echa paciencia al tiempo que pasa en el mar, la pregunta es obligada.

¿Qué hace Gema durante esos meses de vida en soledad? «Trabajo en un supermercado y tengo que decir que me da la vida estar ocupada porque no paro de echarle de menos. Me ayudan mucho también mis amigos. Hacemos caminatas los domingos. La verdad es que procuro no estar sola», reflexiona ella. Ricardo intenta ponerle el punto de sarcasmo a los sentimientos de Gema. «Los primeros días estamos deseando vernos. Después ya cada uno anda un poco más a su aire...», dice riendo por lo bajito.

Xaime Ramallal

Mari y Alfonso: «A mi matrimonio le pongo un 8 de nota»

Pasé uno de mis años mozos sin ver a mi novio vallisoletano. Saqué en claro que Correos se estaba «forrando» a mi costa... pero también que un amor a distancia es duro de llevar. Pero con valor, paciencia, confianza, sinceridad... ¡sí se puede! Me lo demuestran Mari Diéguez Puga (45 años, londinense de nacimiento) y Alfonso Maragoto Polo (40 años, nacido en O Barqueiro). Viven en Viveiro y se conocieron hace doce años en la movida burelense. Tienen dos hijos en común, y ella también otra hija de una expareja. Pese a las circunstancias de la vida, Mari le pone un 8 de nota a su matrimonio con Alfonso, quien trabaja en Argentina y suma ocho años recorriendo medio planeta. «Estuvo ya en Portugal, China, Dinamarca, Uruguay, Chile... a lo mejor me olvido de algún sitio pero ¡como son tantos! Cabo Verde también», explica ella. Y siempre en el sector eólico. Curioso que el agua (el mar quiero decir) haya separado a muchas mariñanas de sus maridos. A ellos los separa el aire... o el viento.

«Hay momentos en los que le echas en falta, lógicamente, y a veces es más llevadero o menos. Personalmente me he acostumbrado a la rutina. Quizás llevo peor la primera semana en la que él se va, porque cuando estamos juntos llevamos a los niños al colegio o vamos a tomar algo por las mañanas... También la casa está más revuelta (ríe). A él le gusta su trabajo y le pasa lo contrario; cuanto más tiempo lleva fuera empieza a notar más la falta, y el mes que le va a tocar venir se le hace más largo». Tres semanas juntos, tres meses separados. «También a veces hay conflictos, ¿eh?», señala. «Pero valoras más todo y lo que tienen otras parejas, como es la ayuda. Yo estoy yo sola. También conocemos otros matrimonios a distancia y se han separado... Hay que saber llevarlo. Yo lo llevo bien, me he adaptado», cuenta Mari. Acortan distancias gracias al WhatsApp y las videollamadas. Cuando llega a casa, él trae regalos del país, pero siempre los mejores son sus besos y abrazos. En persona.