¿A qué sabe un vino de 1867?

Pablo Portabales PERIODISTA

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24 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A las doce de la noche dije que me iba. Me pareció una hora prudente para un madrugador. Y más después de haber cenado (en pequeñas porciones) caballa en escabeche rojo, vieira asada en una sopa de boletus, foie de pato y piñones, berenjena asada y ahumada, chicharrones y queso Marianne de Cortes de Muar, macarrón con bolognesa de bogavante, lubina asada y solomillo de jabalí. Todo maridado con vinos blancos y tintos de la Real Companhía Vella, que dicen que es la empresa más antigua de Portugal. Pero Ramón Molezún, el gallego que dirige el desarrollo de negocio de esta firma lusa, me dijo: «Ahora no te puedes marchar. Falta lo mejor». Y seguí disfrutando de la velada en el restaurante Bido de A Coruña, uno de esos locales con una magia especial, además del buen hacer de Juan Crujeiras en la cocina y Manolo Otero en la sala. Las sorpresas fueron una botella de un oporto de 1967 y otra de 1867, de hace 151 años.

LA TÉCNICA DEL DEGÜELLE

La primera, la de 51 años, la abrió utilizando unas tenazas que calentó en un pequeño hornillo. En otras ocasiones asistí al degollado de botellas de oporto y siempre resulta muy espectacular. «Esto lo podéis hacer aquí si algún cliente pide un vino de estas características», aconseja Molezún. Con precisión de cirujano logró extraer el vidrio superior de la botella justo a la altura donde termina el corcho. Y tras la cata de rigor decidió agasajar al reducido grupo de comensales convocados por Zapata Representante con el vino-joya del que les hablaba. Me contaron que vale la botellita 2.800 euros. ¿ A qué sabe? Pues a historia, a exclusividad, a leyenda y a un oporto veterano por el que los años pasaron fenomenal. «Lo increíble es que mantiene el cuerpo», aseguran. Fue el broche de oro a la presentación de las jornadas dedicadas a estos vinos. El fin de fiesta corrió a cargo del ingeniero agrónomo portugués Álvaro Martinho, que interpretó alguna canción ayudado por una guitarra.

ESCUELA DE PERITOS

El detalle fue precioso. A un grupo de alumnos de hace medio siglo de la mítica Escuela de Peritos de Vigo se les ocurrió hacerme partícipe de su celebración. Aunque yo estaba viniendo al mundo cuando ellos ya lo descubrían, existe un vínculo que no pasó inadvertido para ellos. Mi padre les dio clase de Laboratorio. Me contaron cantidad de anécdotas que desconocía. Es una experiencia recuperar vivencias de alguien que te dio la vida. La comida fue en el restaurante de Luis Veira del monte de San Pedro, adonde se desplazaron exalumnos de toda Galicia y también de Madrid o Barcelona. Brindamos con un vino joven por una historia de muchos años, como los vinos del Duero.

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