La nueva vida de Lorena Bobbitt

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

02 feb 2019 . Actualizado a las 17:53 h.

A las millennials no les sonará y a las huestes más jóvenes del metoo puede que tampoco, pero hace 25 años una estadounidense le rebanó el pene a su marido mientras dormía porque no la satisfacía sexualmente.

Esta fue la versión que se contó al mundo aquel mes de junio del año 1993 cuando los medios de comunicación detallaron la peripecia de Lorena Bobbitt, una inmigrante sudamericana casada con un marine que a partir de ese instante tuvo que encajar la guasa sideral con la que su impulso fue interpretado en medio planeta.

Para los más ilustrados, la acción de Lorena tenía un referente inmediato en el final de El imperio de los sentidos, la película que Nagisa Oshima había rodado en el año 76, máximo exponente de la nueva ola del cine japonés, y todo un referente para unas cuantas generaciones a la altura de El último tango en París o Portero de noche. La cinta concluía con una castración como estación termini de la pasión in crescendo de los protagonistas con lo que la comparación con la determinación de Lorena era inevitable.

El pene seccionado de Bobbitt adquirió enseguida categoría de símbolo. Con los parámetros culturales vigentes en la época, Lorena representaba la pesadilla del varón castrado, la personalización de la mujer insaciable que se cobraba el miembro viril de su compañero sexual y lo tiraba por la ventana como castigo a ese hombre mal dotado incapaz de atenderla.

En realidad todo tenía que ver con una sociedad fálica en la que el miembro masculino representa mucho más que la función que la naturaleza le reservó. Muchos hombres encogieron aquellos días las piernas tras conocer el drama de aquel John Wayne (el nombre de pila real del marino) a quien su mujer convertía en un eunuco.

Pero había algo que no encajaba en toda aquella historia. Algo que finalmente quedó de manifiesto en el juicio, aunque en aquellos noventa todo lo que tenía que ver con el maltrato se abordaba de forma más complaciente. Porque efectivamente Lorena Bobbitt era una mujer maltratada por un hombre violento que abusaba sexualmente de ella y a quien satisfacían prácticas que pasaban por la humillación y el dolor.

Hubo muchas cosas simbólicas en torno a este caso, incluido un juicio convertido en circo, retransmitido por televisión en lo que fue un anticipo de muchas de las cosas que vinieron después. Lo curioso es que esos simbolismos reaparecen veinticinco años después coincidiendo con esta nueva oleada feminista. Amazon acaba de estrenar el docureality Lorena en el que al fin se ofrece una visión de los hechos ajustada a la realidad, se los despoja de toda la parafernalia machista de los noventa y se abunda en el perfil de víctima de Lorena, aquella castradora que un día le seccionó el pene a su marido.