«Una mujer puede ser lo que quiera»

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ALBERTO LÓPEZ

A sus 33 años, Marta Brañas ha sido la primera boxeadora profesional de Galicia, es militar y está acabando el grado de Enfermería. Su testimonio es el de una mujer que rompe barreras

02 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Marta tiene 33 años y solo le quedan las prácticas y el trabajo de Fin de Grado para terminar Enfermería. Además, desde el 2008 es militar en el Ejército de Tierra, concretamente en el cuerpo de infantería ligera del Cuartel General de la Fuerza Logística Operativa en A Coruña. Pero si por algo resulta conocida en el círculo deportivo es por ser la Potrilla de Arteixo, la primera boxeadora profesional de Galicia. Su próximo reto, dice, es terminar sus estudios universitarios para hacer la oposición y entrar en la academia de oficiales. Teniendo en cuenta que suele conseguir lo que se propone, parece que muy pronto tendremos que cuadrarnos ante la teniente Brañas. A ella le va la marcha. «La verdad es que desde pequeñita siempre fui una niña muy activa y me gustaron mucho las actividades físicas», dice risueña. Marta encarna a esa mujer que lleva en su ADN el desafío.

Inició su carrera en el boxeo, del que ya está retirada, a los 17 años: «A mí siempre me llamaron los deportes, y las artes marciales me gustaban todas. Ya era cinturón negro primer dan de kung fu y estuve dando clases a niños y adultos. Pero me cansé un poquillo. Quise probar otras cosas, y como aquí en Arteixo había otro gimnasio de kick boxing, me apunté y se me dio bien». Tan bien que no tardaron en ofrecerle la posibilidad de competir. «Soy bastante competitiva, así que no lo dudé ni un momento y dije que sí. Todo fue surgiendo poco a poco, sin buscar nada», asegura. Nadie se sorprendió en su casa, ni sus padres ni su hermano mayor ?«es que ya me conocen. Mis dibujos favoritos eran Dragon Ball y Oliver y Benji, y siempre jugaba a las luchas con mi hermano»?, pero reconoce que aunque cuando empezó a entrenar no le pusieron problemas, la cosa cambió cuando les planteó la competición: «Eso ya no les gustó mucho, por el miedo a que pasase algo o a que pudiese llevar un mal golpe, aunque siempre me apoyaron y me han ido a ver cuando he peleado en A Coruña». Lo que seguro que no se imaginaban cuando empezó es que sería la primera boxeadora profesional gallega. «Y a nivel nacional también fui la primera en hacer el primer Campeonato de España femenino y la primera campeona de España profesional», señala.

Confiesa que está un poco harta de que le digan que no parece boxeadora: «¿Por qué no parezco boxeadora? ¿Cómo tengo que ser? ¿Más masculina? Ahí entramos en los estereotipos de cómo debería ser una mujer». Acostumbrada a romper barreras, asegura que no es igual en todos los sectores. «A nivel militar, está normalizado completamente. Yo no he visto nunca ni he sufrido ningún trato discriminatorio por ser mujer. Podemos optar a las mismas plazas, tenemos las mismas oportunidades, cobramos lo mismo y el trato es igual para todos. Sí es cierto que hay muchos más hombres, pero cada vez van creciendo más las cifras de mujeres y no hay un número limitado de plazas por sexo, no hay discriminación en ese sentido», apunta esta futura teniente que como boxeadora sí peleó contra el machismo.

LUCHÓ POR LA IGUALDAD

«El boxeo fue de los primeros deportes en ser olímpicos, en cambio fue el último en tener representación femenina en unas olimpiadas, y no va con todos los pesos. Además, yo, cuando empecé, entré en la primera selección femenina, que antes no existía. Los chicos fueron al centro de alto rendimiento Joaquín Blume, y a nosotras nos mandaron para Murcia a uno de tecnificación en el que no había ni pistas de atletismo ni nada». Allí les entregaron el material que los hombres habían desechado. «Yo me lesioné una mano, porque los sacos eran durísimos, era material viejo que ya no querían. La beca también era inferior, y nosotras protestamos y conseguimos que nos llevaran con los chicos y que cobrásemos lo mismo», cuenta esta luchadora que a día de hoy le roba horas al sueño y a su vida social para compaginar el cuartel con los libros. De la enfermería le apasiona el poder ayudar a alguien en los momentos difíciles, y del Ejército lleva marcados a fuego cuatro valores: lealtad, disciplina, respeto y honor; a los que añade otros tres: ilusión, constancia y sacrificio. Esas son las palabras que lleva grabadas en su pantalón de boxeo y que le acompañan en la vida: «Con esas tres cosas puedes conseguirlo todo. Yo siempre digo que una mujer puede ser lo que quiera». Ella es la prueba de que sí.