Colores y fake news

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

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11 may 2019 . Actualizado a las 16:45 h.

En pleno empacho de realidad, hemos empleado las últimas horas en decidir el color de unas zapatillas. El mundo se dividió entre las que las veíamos azules y grises y las que las veían rosas y blancas. Como tenemos asuntos trascendentes de los que ocuparnos, estas ligeras diatribas periódicas son muy oxigenantes. Demuestran nuestra innata tendencia a agruparnos y a enfrentarnos por matices que en el fondo son una mera cuestión perceptiva. Se buscó incluso una explicación científica relacionada con los hemisferios cerebrales que los más cabales del lugar enseguida desmintieron. Tendemos a justificar nuestra visión del mundo con excusas tan poco consistentes como la que proclama que los Piscis son los más impresionables del zodíaco y los Escorpio punzantes y feroces. Porque más allá de los colores, el debate de las zapatillas Vans es interesante por lo que tiene de simbólico. La realidad es menos sólida de lo que aparenta y por una vez tenemos una evidencia sobre la que podemos discutir sin llegar a las manos. Es interesante comprobar cómo retorcemos la ciencia a nuestro antojo. Los que percibimos en las bambas tonos grises y verdes presumimos de hemisferio izquierdo, el analítico, el numérico, el lógico, el científico; quienes las ven más bien rosas y blancas se tiran en plancha a defender que son creativos y musicales, porque se ha escrito que en ellos la sección derecha de la cabeza es la que más pesa. Nada de esto es cierto pero por qué la realidad va a estropearte un buen titular.

«¿Por qué tenemos que creer algo por el simple hecho de que lo veamos expuesto?». En el año 1997 el fotógrafo Joan Fontcuberta expuso en Cosmocaixa la historia de un cosmonauta ruso, Ivan Istochnikov, desaparecido en plena misión espacial en el año 62. Según el meticuloso relato del artista catalán, las autoridades soviéticas consideraron el accidente un contratiempo incompatible con la Guerra Fría, por lo que desplegaron una estrategia destinada a conseguir que la sociedad rusa olvidara que Istochnikov había existido alguna vez. Todo el relato encajaba a la perfección hasta provocar en el espectador la repulsión inicial que pretendía, excepto por un detalle menor: Fontcuberta había construido una mentira perfectamente hilvanada y con los códigos culturales adecuados para que el espectador se la tragara. Istochnikov era una invención o más exactamente era el propio Fontcuberta, incluida su cara, detalle que el espectador acrítico ni siquiera percibió. La apariencia de realidad de la historia de Sputnik era tan potente y la alerta sobre la debilidad de nuestras percepciones tan atinada que un tiempo después el comunicador Iker Jiménez reprodujo en el programa Cuarto Milenio la historia del cosmonauta soviético olvidado por la URSS como si fuese cierta. Todo un precedente de las mejores fake news tan bien simbolizadas en estas Vans. Que por cierto son grises y azules.