Hagan juego

YES

MABEL RODRIGUEZ

25 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La legalidad es una línea fina que determina qué cosas acepta una sociedad. Y no siempre son objetivos los criterios que indican qué colocamos en cada lado de la frontera. Lo prohibido es siempre una cuestión cultural que se va adaptando a lo que determina el presente. Es evidente en el debate sobre las drogas, con un arsenal ingente de sustancias legales que mantiene a un porcentaje desconcertante de la sociedad dopada con receta y una oferta igual de apabullante de narcóticos ilegales que llegan en un flujo continuo al consumidor sin que ninguna ley humana sea capaz de impedirlo. Pastillas para dormir o porros para conciliar el sueño... Este es uno de los grandes debates de nuestro tiempo.

La gran estrategia de captación de adictos de estos días está centrada en el juego. Una exhaustiva y milimétrica campaña que coincide con la liberalización de la actividad en España.

Todo es susceptible de ser convertido en una apuesta y ese tintineo de las tragaperras activa un reflejo poderoso que está llevando a muchas personas a la desolación. Apóstoles del liberalismo habrá que reivindiquen el derecho individual a consumirse como a cada uno le plazca pero llama la atención lo complacientes que somos con las estrategias de un sector que busca hacer pasta por encima de cualquier consideración.

La serie británica Broken, con el inmenso Sean Bean interpretando a un atormentado cura católico en una Irlanda sombría, te contagia la indignación de una realidad con la que ya convivimos: las empresas del juego se instalan en barrios desfavorecidos para deslumbrar a almas perdidas que sucumben al soniquete hasta entregarles la vida. Son vampiros con licencia municipal para matar y arrancar directamente del bolsillo los peniques que no tienen los ciudadanos más frágiles del sistema.

Campechanos presentadores que entran a diario en el salón de las casas, expertos en levantar la ceja de la convicción, nos invitan a jugar como si fuera una cosa de niños excitados en el parque infantil, pendientes de elegir entre el columpio y las bolas.

Esa estrategia quirúrgica de la usura que tan bien recoge Broken es la misma que ya se aplica en España, en donde, efectivamente, esas casas de juego brotan en esquinas muy bien elegidas.

Juego ha habido siempre, y ludópatas, también, pero hay una perturbadora vuelta de tuerca en el juego del XXI que prescinde del grupo y busca al individuo, que promueve adicciones en solitario en las que lo compulsivo es seguir dándole al botón. Y el simpaticote presentador de la ceja empleándose a fondo.