TIENEN ALTA CAPACIDAD Su mente procesa más rápido la información, tienen un talento innato y son intelectualmente superiores a la media, pero no quieren etiquetas ni que se les vea como «bichos raros». Todo lo contrario: son un orgullo y toda una suerte para los de alrededor

Sandra Faginas, Caterina Devesa

Jacobo tiene 15 años y su hermano Lucas 13. Los dos tienen alta capacidad intelectual y así lo certifica el test de la Xunta que les hicieron en el colegio cuando eran mucho más pequeños. ¿Son altamente capaces para qué?, le preguntamos a su madre, Ana María. «En realidad es una rapidez mental mucho mayor, una curiosidad muy grande por todo, un deseo brutal de hacer mil cosas y la certeza -dice ella- de que casi todas las harán muy bien». Para Ana María fue toda una sorpresa descubrir esa capacidad en sus hijos. «Tú no tienes otra referencia como madre, así que yo estaba acostumbrada a que mis hijos, sobre todo el mayor, que fue el que abrió el camino, fuese un niño bueno, formal, que llamaba la atención por la madurez que tenía». Esa es la única característica que esta madre distinguía como peculiar de sus hijos, sin darle importancia, y sin asociarla a unas capacidades intelectuales distintas. «Yo veía que eran maduros para su edad», asegura.

Fue después, en la etapa de infantil en el colegio, cuando un día llamaron a la familia para explicarles que les iban a hacer a los niños unos tests para evaluarlos y que vendría una orientadora de la Xunta para avalar dichas pruebas. Desde entonces, la vida de Jacobo y Lucas no ha cambiado especialmente, porque como persevera su madre, son niños normales. Insiste mucho en esta palabra para que se entienda que ninguno de sus hijos lo vive como una rareza, que no son niños inadaptados al sistema educativo ni con problemas de empatía. Todo lo contrario. «Si Jacobo y Lucas destacan por algo es por esa sensibilidad que los hace siempre ponerse en el lugar de los demás, entienden enseguida la dificultad, el problema de los otros, y se adaptan muy bien. Son niños muy buenos, no es porque sea su madre, pero es así, colaboran en todo y dan su ayuda siempre».

Toda una sorpresa

Aunque Ana María dice que para ella fue toda una sorpresa, recuerda una anécdota de cuando Jacobo tenía 5 años que da buena cuenta de su talento. «Aquel día estuvimos en McDonald’s, y el niño se llevó la caja de la Happy Meal para casa, como hacía tantas veces. Al día siguiente, mi marido y yo recibimos un correo de McDonald’s porque el crío se había leído todas las instrucciones de la caja y se había buscado la vida para mandarles un e-mail. En ese momento no le di importancia, pero años después reparé en aquello como algo excepcional».

Jacobo y Lucas se definen como chicos de ciencias, pero no hay materia que se les resista, sobresalen en todas las asignaturas, tienen una ortografía perfecta y son los típicos que han hecho miles de actividades en su tiempo libre. «Les gusta mucho la tecnología -apunta su madre-, pero sí tenían la necesidad de probar muchas cosas, porque son niños muy inquietos intelectualmente y buscan abrirse a otras experiencias: hicieron ajedrez, pero luego competir les aburría, Lucas hizo radio y también se cansó, juegan a waterpolo, los dos tocan la guitarra... Digamos que tienen múltiples intereses». Otra particularidad que nota su madre es su capacidad de concentración. «A veces Jacobo está haciendo los deberes y tiene tres asignaturas abiertas a la vez: está haciendo un power point de Historia, las frases de Lengua y los ejercicios de Matemáticas. Pero a él eso no le importa, al contrario. Y Lucas, cuando tiene un examen puede hacerle fotos al tema, se las lleva en el móvil y, el domingo, después de comer, si estamos de tertulia en un restaurante lo ves que está estudiando el examen en ese momento con todo el ruido de alrededor. Tienen esa suerte. Yo les digo que ya que tienen esta capacidad, que la aprovechen, pero por supuesto no es garantía de éxito en un futuro. A mí lo que me importa por encima de todo es que sean buenas personas».

Jacobo cumple con el perfil del chico despistado, «a veces parece que está desconectado, pero en realidad no lo está porque sabe perfectamente qué deberes tiene -señala su madre-, pero sí que da la sensación de que se olvida de todo, sus compañeros y los profesores a veces se desesperan un poco».

Lucas, en cambio, es más perfeccionista, más exigente consigo mismo y también más crítico con los demás. Los dos se llevan estupendamente bien y se retroalimentan como hermanos en esas curiosidades que les van surgiendo. «Es muy importante el apoyo de la familia, hablar mucho de todo lo que sienten, que se noten apoyados, pero la parte del colegio es fundamental. En Maristas de Ourense -indica Ana María- hemos tenido la suerte de que siempre se han implicado mucho con ellos, trabajando por proyectos y ampliando su currículum con todo aquello que les provocaba interés. Mis hijos no subieron de curso, de pequeños salían del aula e iban a algunas asignaturas de cursos superiores, pero lo importante para ellos fue el aprendizaje por proyectos. La implicación de los profes es definitiva. «En nuestro cole tenemos Talentia -explica Jacobo-, que ofrece a estudiantes de más de 9 puntos algunos proyectos voluntarios. Yo ahora, por ejemplo, estoy con un equipo construyendo un coche; tenemos que ver las mejoras de innovación tecnológicas, trabajar el diseño, pero también ver quién nos patrocina. Para ello hacemos presentaciones del coche a nivel empresarial para intentar conseguir ese dinero. Es muy interesante, porque es un trabajo interdisciplinar que se sale de lo que harías en una clase típica de calculadora». ¿Te ha molestado alguna vez tener esa etiqueta de alta capacidad?, le pregunto. «No, porque yo creo que si tienes una capacidad te lo facilita, pero si te esfuerzas puedes conseguir lo que quieras. Lo importante es en lo que tú crees. La capacidad ayuda, pero independientemente del nivel que tengas, tú puedes potenciarla con esfuerzo, compromiso y perseverancia», apunta Jacobo.

«Hay chicos que nacen con un talento, que son geniales en algo particular, que tienen una capacidad artística extraordinaria o deportiva, mis hijos -concluye Ana María- no destacan en esa parte, sino que tienen unas destrezas, una rapidez intelectual para procesar la información, para comprenderla, superior. Todo lo que hacen lo hacen bien, son muy eficaces en cualquier asignatura, pero son chicos con sus caprichos, sus necesidades, con su adolescencia... Por eso insisto en que no se vean como raros o inadaptados, porque no lo son. Son muy listos, sí. Pero son chicos como todos».

ANGEL MANSO

«De bebé ya se sabía los nombres de los planetas»

Carlota es tan fan de Harry Potter que lo primero que hace al llegar a casa después de su clase de violonchelo es ir corriendo a por su álbum con los personajes para mostrarlo. También es muy coqueta. «Cada día tiene que llevar un peinado diferente al cole», dice su padre, Iván Gómez, que indica que todavía hay muchos estereotipos sobre los niños con alta capacidad. «La gente se imagina que son sabelotodos repelentes, pero mi hija es una niña normal. Si le digo si prefiere ir al parque o quedarse leyendo, prefiere el parque mil veces», dice Iván. «Racionalmente tiene comportamientos de un niño más mayor, pero luego te pones con ella a ver Harry Potter y aunque la haya visto mil veces, cuando sale el malo tiene miedo, porque es una niña», explica su madre, Alba Cadaveira.

En su caso fue el pediatra el que les aconsejó realizarle las pruebas para detectar si tenía alta capacidad cuando cumplió los 5. «Desde bebé llamó la atención. Comenzó a hablar muy pronto y a utilizar un lenguaje muy desarrollado. Se sabía los nombres de los planetas y con tres años se acordaba del recorrido del bus», explican. Entre las actividades que realiza Carlota está la música. «Siempre le gustó y hablaba de compositores como Vivaldi siendo muy pequeña. Va a clases de violonchelo, de cálculo neuromotiva, de natación, de ballet, de patinaje... Ahora quiere ir a gimnasia, pero ya no la dejamos porque no hay más tiempo». También va a tenis. «La apuntamos y es malísima, pero así aprende que no lo va a hacer todo bien y que no todo sale siempre a la primera».

Para ellos que su hija tenga alta capacidad no es motivo de preocupación. «Carlota es muy sociable, conoce a más gente que nosotros. Tenemos suerte. Tiene mucha estrategia social y se adapta», indican. Para ellos lo fundamental es «que la enseñanza se preocupe de estos niños. Vivimos en una sociedad que busca a gente creativa, innovadora..., pero luego en la educación no lo potenciamos». Su hija destaca también por ser muy sensible. «Nos pregunta que si morimos ella con quién se queda. Luego le afectan mucho las injusticias, no solo hacia ella sino hacia los demás», comentan sus padres. «Es muy intensa. Hay que razonar con ella porque no le vale ‘un haz esto porque sí’, tiene que tener una explicación. Después puede pasar de estar muy contenta a estar triste porque igual se da cuenta de que ha hecho algo mal y dice que sufre mucho. Le llamamos los días de Me duele el aire», bromean. 

Ángel Manso

«Mi hijo pregunta de qué color es el sol para tantear a la gente»

En el cole de Simón hicieron un simulacro de incendio, y él lo que pensó es qué podía haber fallado para que se activase la alarma sin haber fuego. «Le apasiona saber cómo funcionan las máquinas. Desmonta los juguetes, le encanta construir y ver todo el mecanismo tecnológico», indica su madre, Liz García.

Tanto para ella como para su padre, José París, tener un hijo de alta capacidad conlleva tener que moverse. «Si quieres informarte más para conocer mejor algunos de los comportamientos del niño te mueves para ir a charlas y talleres como los de Asac (Asociación de Altas Capacidades de Galicia) o para que participe en el Sistema Lupo». Precisamente es en ese tipo de actividades en donde se siente más a gusto. «En general en los colegios todavía queda mucho trabajo que hacer», explica Liz, que hace hincapié en que de estos niños se aprende constantemente. «Dan mucho que pensar y no te aburres. Son muy intensos y siempre tienen que estar haciendo algo».

A sus 9 años tiene ciertas preguntas para tantear a la gente. «Por ejemplo, pregunta de qué color es el sol porque sabe que en realidad es blanco. Si le respondes que es amarillo, te dirá que no, entonces si le dices que está equivocado o que miente se frustrará. Es importante la forma en la que se le dicen las cosas, no puedes decirle ‘eres tonto’, porque para él es tremendo. Es muy sensible. No puedes decirle ‘no’ sin más, tienes que argumentarle». Simón no destacó de bebé por hablar antes de tiempo ni por hacerlo con un lenguaje más adulto del que le correspondía. «Pero sí por las manos. Con 6 meses era capaz de abrir una botella y a partir de los 8 meses ya empezó a tomar solo el biberón». Para entretenerse se pasa el día jugando, pero casi no ve la tele. «Tiene capacidad visoespacial y razonamiento lógico abstracto, entre otros talentos. Le gusta mucho construir y por épocas tenemos la casa llena de Legos». Ahora le gusta también la fotografía y hacer vídeos. «Es creativo, pero no porque dibuje de forma artística, sino porque es capaz de plasmar de forma analítica y con detalles. También le gusta la música, y aunque no es un virtuoso del piano, es capaz de componer con cuatro notas una canción. Le encanta todo lo tecnológico y va a clases de robótica, pero no le gusta aprender a multiplicar, entonces, ¿qué hacemos?», relata Lis, que tiene claro que hay que ir midiendo los pasos a dar. «Que sea lo que quiera de mayor, me da igual. Como todos los padres, solo queremos que sea feliz».