¿Cómo pueden escribir debajo del agua?

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PUES CON UN LÁPIZ Y UN PAPEL. ¿Cómo iba a ser, si no? Los arqueólogos subacuáticos se han convertido en verdaderos equilibristas del manuscrito. Evitar los peces curiosos y atar el lápiz para que no se escape es clave

06 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe una leyenda urbana (aunque, mejor dicho, interestelar) que asegura que Estados Unidos se gastó un millón de dólares desarrollando un bolígrafo que los astronautas pudiesen manejar en cualquier posición en sus viajes al espacio y que, sin embargo, Rusia solucionó el problema con apenas unas monedas: comprando un lápiz.

Sea como fuere, el mito denota que una de las principales inquietudes de la historia de la humanidad ha sido la escritura. Y, el reto espacial está al nivel del que han tenido que afrontar los arqueólogos subacuáticos: dibujar bajo el fondo del mar. En este caso, la parte legendaria incluye un papel elaborado con escamas de pez. Muy apropiado.

El gallego Ignacio Crespo es uno de estos arqueólogos subacuáticos que han tenido que echar mano de la imaginación para escribir bajo el agua. «En Irlanda le llamábamos fishpaper, pero en realidad es papel poliéster especial, con la apariencia de un papel cebolla, pero más rígido y que se monta sobre una plancha rígida de PVC. Es milimetrado, para calcular medidas a escala», explica.

El mito del lápiz del astronauta ruso regresa. Solo que esta vez es cierto. Los arqueólogos dibujan con un lápiz normal. «Simplemente, hay que atarlo para que no se vaya en un despiste, porque flota. No es la primera vez que hay que volver a subir a por él», cuenta Crespo. «Para comunicarnos usamos unos blocs de PVC y un carboncillo especial o un lápiz», añade.

Como lo que se excava no se puede volver a excavar, los arqueólogos dibujan bajo el agua para registrar lo que se van encontrando, tanto objetos como el entorno, la estructura del pecio e incluso la disposición del lastre. Claro que también echan mano de la tecnología digital, como la fotografía. «Al fin y al cabo, el discurso histórico depende de ello», reflexiona Crespo. «Primero, triangulas determinando posiciones, y luego añades los detalles más tarde, porque además el tiempo apremia bajo el agua», describe. «Siempre hay alguien ayudando. Es como estar en el espacio: equilibrio, rigidez, estar fijado en el sitio, sin aletas e intentando no trastocar», relata.

En ocasiones, la fauna marina se inmiscuye. «Documentando navíos españoles de la Carrera de Indias en las Azores estábamos rodeados de peixes porco, del tamaño de un palmo y con una boca ósea bastante dura. Es inofensivo, pero empezó a mordisquear el dibujo y las cuerdecitas con las que atamos el lápiz. Tenías que estar constantemente apartándolo porque tenía mucha curiosidad», relata.

Otros retos

Nacu, calígrafa y diseñadora gráfica, arroja más luz al asunto, dejando patente la evolución de la tecnología de escritura: «La nogalina (a partir de cáscara de nuez) y la tinta china (a base de hollín de la combustión de materias resinosas) son las que más se usan hoy en día. Antiguamente los colores se hacían con colorantes y pigmentos de origen mineral, vegetal, y hasta animal (insectos), mezclados con alguna sustancia aglutinante, como clara de huevo. Esto se diluía, normalmente con agua, aunque también se usaba cerveza, vino, vinagre o incluso orina».

El último grito es, como explica Nacu, «el lightpainting, o sea, escribir con luz».