Tras más de 30 años vendiendo helados, Pura es una auténtica institución en A Coruña, donde ha visto crecer a varias generaciones de clientes: «Ahora cuando veo con canas blancas a los niños a los que atendía, pienso: ?¡Tengo que ser mayor a la fuerza!?».
29 ago 2019 . Actualizado a las 11:26 h.-¿Cuántos helados podéis vender un domingo de verano?
-No es fácil calcular en helados, pero entre 70 y 100 litros. También piensa que despachamos con pala, no con bola, y cortos no nos quedamos. Nos preocupamos de la cantidad pero también de la calidad, porque los fabricamos nosotros.
-Seguís siendo una referencia en la era del bum heladero.
-Sí, porque además estamos en la avenida de los helados [su local está en la Marina coruñesa]. Pero para eso hay que echar 24 horas, nos lo trabajamos mucho.
-¿Qué sabor es el que más os piden de entre todos los que tenéis?
-En la heladería tenemos unos 25. Últimamente nos preguntan mucho por el de canela y el de pistacho con sal. Pero los que más triunfan al final son los clásicos, los de limón, chocolate, vainilla, nata y fresa.
-¿Estáis haciendo ahora el agosto?
-Qué va, con este tiempo no se puede. Lo normal es que lo más fuerte sea de mediados de julio a mediados de agosto, pero este año no nos acompaña el clima. Aunque con los gofres, crepes, tortitas y batidos vamos arreglando bien.
-Y el helado exprés, que sois de los pocos que seguís haciéndolo.
-Sí, seguimos manteniendo las cosas de siempre, como el helado exprés y las castañas en invierno. En la heladería también exponemos mucha maquinaria antigua, y eso que no tenemos tanto espacio.
-Allí está la segunda generación de la Ibi, vuestros hijos os siguen.
-Sí, Gonzalo y Silvia se criaron en esto, y al padre también le gustaría que el negocio no terminase aquí. Mi marido, Sergio, empezó en esto con sus hermanos en el 62, y yo llevo ya más de 30 años despachando, desde que me casé.
-Has visto crecer a muchos coruñeses.
-Claro, y a madrileños que me visitan cuando vienen. Es que yo conozco a un montón de chavales, y ahora cuando veo con canas blancas a aquellos a los que les atendía, pienso: «¿Y este era el niño al que le vendía yo el helado? ¡Tengo que ser mayor a la fuerza!».