«Yo salí del armario a los 64 años»

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MARCOS MIGUEZ

DESPUÉS DE 40 AÑOS CASADO, con una hija y una nieta, Alberto ha dado el paso de quitarse todas las mochilas que llevaba a cuestas y se ha liberado. «Ha sido un trabajo interior muy difícil, pero ahora sé quién soy y no me cambio por nadie»

10 jun 2020 . Actualizado a las 20:20 h.

Hay pocas personas tan valientes como Alberto Catalá. Personas dispuestas a dar la cara para contar su historia y visibilizar una realidad que está ahí fuera y que algunos se niegan a ver o que ni siquiera se plantean. Alberto existe y está aquí, y como él, muchas personas que aún siguen enjauladas en sí mismas por temor, por prejuicios o porque ni siquiera se conocen bien por dentro. Es el caso de este hombre, que según me cuenta, decidió el año pasado liberarse de una mochila que le pesaba todo y confesar a su entorno su nueva condición sexual. «No fue de golpe, ha sido un proceso de mucho tiempo, aunque sí puedo decir que el año pasado se desencadenó el final de un trabajo interior que comenzó en el 2014», apunta Alberto, porque en ese momento enfrentó un problema de adicción al alcohol que lo llevó a realizar un proceso de introspección, de cura, de lectura, de conocimiento interior (insiste mucho en este concepto) que derivó en lo que hoy es él. «Las personas -concluye- cambiamos». 

Alberto ha estado casado durante cuarenta años con una mujer, tiene una hija y una nieta, y por lo tanto el paso de «salir del armario a los 64 años», como él dice coloquialmente, no ha sido un camino fácil; «hay rechazo, a veces cierta incomodidad, pero el balance -añade- es muy positivo». Tanto que su emoción lo lleva varias veces durante la entrevista a que se le quiebre la voz: «Un día vivido así, en esta libertad, me compensa todo el sufrimiento, el personal, y todo el que he hecho pasar a la gente de mi alrededor». Alberto se refiere a su exmujer (acaba de firmar el divorcio) para quien no tiene más que palabras de cariño y de respeto. «Yo a ella todo lo que he hecho en este camino se lo iba contando, todos mis hallazgos se los he ido comunicando, porque he querido ser siempre honesto con ella». ¿Pero cómo fue esa primera conversación, el primer golpe?, le insisto. «Bueno, yo al principio, cuando me enfrenté a mi problema de adicción, entré en un club de lectura, y eso me llevó a estar rodeado de personas que me abrieron. Toda esa inquietud me condujo a conocer aspectos de mí mismo que no sabía, a hablar de sentimientos, de temas ‘femeninos’ y ahí descubrí que yo me sentía bien». «Después, y pasado un tiempo, entré en otro club de lectura queer, que como sabes, son personas que parten de que las ideas sobre el género y la sexualidad humana, las identidades y las orientaciones, no están inscritos en la naturaleza biológica. Cuando lo comuniqué en casa, esa fue la llave que abrió la primera puerta, que tu marido se meta en un club queer no es fácil de encajar».

Alberto insiste en que jamás en los 40 años de su matrimonio ha estado con alguien que no fuese su mujer, y no se reconoce en personas que nieguen su instinto. «No es que yo supiera que era ‘homosexual’ o ‘bisexual’ o lo que sea que soy y me lo negara, es que simplemente estaba ahí y yo no lo sabía. Lo hace tan bien el sistema que tú mismo te cortas las iniciativas, escondes tu esencia, te ocultas de ti mismo. Y sobre todo le pasa a gente de mi generación», indica. «Para mí después de este paso fue definitivo conocer a las personas de Alas (Asociación para a Liberdade Afectivosexual). Quedé prendado, entré en contacto con otro mundo y por eso en el 2019, en el mes del Orgullo, decidí dar el paso». Ese paso que dice Alberto fue participar en un cabaré queer durante dos días donde él era el único hombre entre mujeres. «Me sentí tan a gusto, tan bien, tan libre para hablar de lo que quería, sin etiquetas y en plena libertad, que les dije: ‘¿Pero vosotras dónde estabais?’. Porque ellas estaban, ¡el que no estaba era yo!», bromea. 

«Soy sexo fuido»

Alberto asegura que en su caso no ha habido una revelación divina, que no fue de golpe, y que si hubiese sido así, no podría haberlo asimilado. «Por eso ahora cuando alguna amiga me pregunta si soy homosexual le digo: ‘¡No lo sé, soy sexo fluido!’. Lo que he descubierto es que me gustan los hombres y las mujeres, que estoy explorando y que por fin me he atrevido a decirle a un hombre ‘me atraes’ y a alguna mujer ‘me atraes’, aunque eso haya sido dolorosísimo para mi exmujer». Porque él no ha tenido aún ninguna experiencia sexual completa con un hombre. «A mi mujer le comenté lo del hombre y también después de una mujer con la que me sentía a gusto y me atraía; pero no tuve nada físico con ninguno, aunque creo que a ella le hirió más lo de la mujer porque la conocía más», apunta quien se ha separado bien, ‘de buen rollo’, sintiendo el daño provocado.

«Ni siquiera si yo me corto un brazo o dos, voy a remediar su dolor, pero yo soy mi mejor amigo y con quien voy a convivir hasta mi muerte. Y hace mucho tiempo que sé que mi juicio es el que vale», dice este valiente, que asegura que está «empoderado». «Ahora saco pecho, soy activista y mi ‘armario’ lo voy a quemar el próximo San Juan», se ríe.

Su hija lo apoya y su felicidad está enfocada en su entorno, su nieta, su yerno y sus amigos: «Siempre te imaginas que va a ser peor, pero me han ayudado mucho y su aprobación ha sido fundamental». Así es que las pasadas Navidades estuvieron todos juntos: «Con mi exmujer y con mis consuegros, como cualquier familia», apunta Alberto, que cree que hay que romper todas las etiquetas y recomienda a todo el mundo hacer ese trabajo hacia sí mismo.

«¿Tú sabes lo liberador que ha sido poder decirle a un amigo ‘te quiero’? Yo no me hubiera atrevido a hacerlo jamás, ni a un hombre ni a una mujer, y me costaba con mi hija. Eso es porque el sistema y la educación me han encorsetado, me han impedido ser libre hasta el punto de que sentía rechazo hacia quien expresaba abiertamente sus deseos. Si veía a parejas besándose, pensaba: ‘¡Que lo hagan en la intimidad!’. Eso es lo que llaman el efecto espejo, rechazaba a los homosexuales también, y mira». ¿Has salido ahora por una cuestión de edad? ¿De ‘se acerca el final y quiero ser libre’?, le pregunto para concluir: «Todo lo contrario, yo me decía a mí mismo: ‘Alberto, ¿para qué ahora? ¡Qué necesidad!’, pero la necesidad era toda, salir de la zona de confort es difícil, pero, como te he dicho, ahora estoy feliz y no lo cambio por un segundo de la otra vida. Para mí no hay vuelta atrás».