Manuel, trasplantado en pleno covid: «Yo pensaba que no llegaría vivo a diciembre»

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MIGUEL VILLAR

Manuel Tesouro perdió una pierna a los 18 años porque «un borracho» le vino de frente. Ahora, en plena pandemia y con un tumor grave que le acortaba la vida, recibió un regalo inesperado: «Tenemos un hígado para ti»

05 jun 2020 . Actualizado a las 12:20 h.

Cuando Manuel Tesouro me empieza a contar su historia, le digo enseguida en tono de broma que juegue pronto a la lotería porque seguro que le toca. Y no precisamente porque haya tenido suerte, sino todo lo contrario. Pero como él dice nada más comenzar a relatar lo que le ha pasado: «La vida es una lucha y no queda más que enfrentarla». Manuel, no se crean, es de esos tipos con ánimo que jamás se rinden y que achantan con lo que viene con esa naturalidad tan gallega de darle la importancia justa a las cosas. «Nacemos para morir, no hay que darle más drama», me dice quien a los 18 sufrió el primer shock. Un conductor «borracho» le vino de frente y le arrancó su pierna cuando iba subido a la moto. «Se me rompieron mis sueños de golpe, a mí que me gustaba tanto jugar al fútbol, que tenía una vida por delante y de pronto me vi con el muñón y unos dolores insoportables, que me llevaron a tomar mucha medicación».

Manuel ahora tiene 56 años y en este tiempo ha hecho una vida, está casado, tiene dos hijos varones, y una nieta, Noa, de 4 años, que lo tiene loco. «Yo no sé, pero los niños de ahora tienen una espabilación que no es normal. Ella se mete conmigo y me dice: ‘Abuelo, no me coges, como no puedes correr.’

«PILI, LA MUJER DE MI VIDA»

¿Entonces a los 18 años, cuando sufriste el accidente, tenías novia?, le pregunto. «Sí, Pili, la que hoy es mi mujer. Recuerdo que cuando pasó lo que pasó me dijo que me quería a mí, no a la pierna; y parece que era verdad», bromea. Después de mucha lucha y de tirar para adelante, este matrimonio de Ourense fue haciendo la vida, con más bajos que altos, porque a los diez años del accidente a Manuel le diagnosticaron hepatitis C: «La sangre que me pusieron en la transfusión por lo de la pierna estaba contaminada».

En ese tiempo Pili, su mujer, sufrió un cáncer de mama, que afortunadamente superó, y por si esto no fuera poco ahora viene el relato más impactante de Manuel, que ha superado en plena pandemia.

«El verano pasado me encontraba muy cansado. Fui al médico pensando que era lo de siempre, las transaminasas altas por la hepatitis. Pero cuando me dieron los análisis no las tenía altas, sino por las nubes. Así que empezaron a hacerme pruebas y más pruebas. No le di importancia y tanto es así que el día que tenía que ir a recoger los resultados mi mujer me preguntó si me acompañaba y yo le respondí que no, que no hacía falta. Cuando llegué a la consulta, el médico no se anduvo con paños calientes: ‘Manuel, tengo malas noticias: tienes un tumor en el hígado’».

«No supe qué decir. Me quedé paralizado», confiesa Manuel, que tiene grabada la fecha. «Fue el 17 de julio, dos días antes de las fiestas de mi pueblo, Vilariño, pero decidí celebrarlas igual y no amargar ni a mis padres ni a mis hermanos». «A mi mujer le dije: ‘Tenemos que luchar, cariño, contárselo a los hijos y tirar, no queda otra’. Además yo jamás había visto a Pili decir un ay durante su enfermedad y no quería venirme abajo», apunta. «Eso sí, en ese momento ya fuimos al notario y preparamos todo, porque yo no pensé que saldría de esa».

Después de muchas pruebas, el otoño pasado llegó la esperanza para Manuel, cuando ya en el Chuac de A Coruña y sabiendo que su tumor era grave, le anunciaron que era apto para un trasplante de hígado. «Tenemos una puerta abierta, nena -le dije a mi mujer-, y me agarré a esa esperanza». «Eso me lo confirmaron el 6 de noviembre, y solo veinte días después, el 27, Lupe, la coordinadora de trasplantes, me llamó para decirme que había un hígado esperando. Cogí el coche rápidamente y me presenté en el hospital. Y cuando ya tenía la vía puesta en la vena para entrar en quirófano, la doctora entró en la habitación y me dio la mala noticia: el hígado no valía, no era compatible». Manuel me explica que eso es habitual, que ya a los pacientes les advierten de que puede haber alguna complicación en el último momento, pero claro, a él el mundo se le vino abajo.

El cáncer avanzaba y los oncólogos le avisaron que si antes de mayo no había trasplante, había que tomar una determinación. ¿Se imaginan estar esperando un trasplante, que los días corran en contra y que llegue el coronavirus?

Eso es lo que le sucedió a Manuel, que en estado de esperanza tuvo que afrontar un estado de alarma que no se creía. «Yo le decía a mi mujer: ‘En esta época, sin un alma en la calle, ¿quién va a tener un accidente de tráfico?, ¿quién va a donar?». Puede sonar duro, pero es así.

Sin embargo, el 28 de marzo, en el pico más alto de la pandemia, el teléfono sonó. «Yo estaba viendo Pocoyó con mi nieta y vi un número oculto. Era Lupe otra vez: ‘Vente ya que hay un hígado’». Esta vez sí. Mientras en unas zonas del Chuac se luchaba contra el coronavirus, el sistema siguió funcionando para personas como Manuel, que recibió el órgano vital que necesitaba para resucitar. «Fue fantástico, a los dos días ya estaba en planta. Desde aquí quiero agradecerle al doctor Manolo Gómez y a la doctora Alejandra Otero, porque son unos ángeles caídos del cielo. Y mi aplauso a la sanidad pública, que mi operación cuesta 330.000 euros. Sin esa sanidad no viviría nadie», recalca.

Manuel ahora se encuentra estupendamente, aunque todavía tiene los puntos de una cicatriz en cruz enorme, que da cuenta de la intervención por la que ha pasado. La suerte, esta vez sí, le ha acompañado. «Yo sabía que no llegaría a diciembre, el tumor era muy agresivo y después de toda la medicación que he tomado a lo largo de mi vida, mi hígado no aguantaba». «Era mi última bala y la tenía en la recámara -concluye-. Yo no temo por mi vida, solo quiero no tener dolor, porque desde que perdí la pierna sé lo que es morder una sábana por no soportarlo». ¿Qué le dirías a la gente que lo está pasando mal? «Que luchen, yo también tuve mis momentos de rabia, de decirle a mi mujer: ‘Estoy cansado de hacer de saco, también quiero golpear’; pero la vida es maravillosa, y mientras estás aquí hay que celebrarla. Unos días con una mariscada y otros con una churrascada». No es mal plan, Manuel, para volver a empezar.