Máximo Huerta: «Siento pena por lo que sucedió, pero miro al pasado sin rencor y sin dolor»

VIRGINIA MADRID

YES

Está muy ilusionado y se le nota. Nos presenta «Con el amor bastaba», una novela que reivindica el valor de la diferencia. «Los fantasmas de la infancia, en la madurez, son amigos», dice

20 jun 2020 . Actualizado a las 10:21 h.

Se confiesa como un contador de historias que gasta la vida con intensidad. Máximo Huerta (Utiel, 1971) está feliz. Ha recuperado la sonrisa y la calma. Atrás quedaron aquellos días en que fue nombrado ministro de Cultura y una semana después abandonó el cargo: «Después de ese tiempo convulso, en el que todo era negro, gris y feo, me reencontré conmigo mismo gracias al cariño de mi familia y mis amigos». Necesitaba escribir y se refugió en la Provenza, donde terminó la historia de Elio y su sueño de volar: «Esta novela me ha removido y me ha sanado, me ha provocado un maremoto maravilloso de dolor y vida».

-«Con el amor bastaba» es el título de tu nueva novela, una historia que surgió después de dejar tu puesto como ministro de Cultura tras una semana en el cargo.

-Sí. Necesitaba escribir y busqué un refugio en la Provenza. Me alquilé una casita y poco a poco se me despertaron los sentidos. Descubrí nuevos olores, los colores de la lavanda, el gusto. Por eso digo que es una novela alegre, porque me ha hecho muy feliz, me ha hecho sentirme muy bien.

-Parece que necesitabas soltar lastre.

-Necesitaba estar en calma, recuperar mi serenidad. Después de ese tiempo convulso, en el que todo era negro, gris y feo, me reencontré conmigo mismo gracias al cariño de mi familia y mis amigos.

-¿Es una novela terapéutica para ti?

-Pues mira, no sé si ha sido terapéutica en el sentido de sanadora, pero tengo claro que ha sido la más importante para mí por el momento en el que fue escrita. Durante el tiempo que estuve escribiendo fue un paréntesis de felicidad, de alegría, de bienestar. Te diría que esta historia sí ha sido un buen bálsamo.

-«Con el amor bastaba» es la historia de un niño que se ve diferente y quiere volar para sentirse libre.

-Eso es. Reivindico la diferencia. Porque todos somos especiales, únicos, todos somos hasta en cierta medida «raros». Cuando nos quitamos las mochilas, los prejuicios, es cuando nos sentimos libres y somos nosotros mismos. Y al final, nos pasamos la vida ocultando nuestras diferencias o nuestras particularidades. Esta novela es la búsqueda de la felicidad y alzo la voz al mundo para decir: ¡Con el amor bastaba!

-¿Cuándo descubriste que necesitabas volar?

-Es una idea recurrente. Todos hemos soñado con volar incluso en sueños. Yo crecí en el seno de una familia humilde, mi padre era camionero, y mi madre, ama de casa. De crío soñaba con salir, crecer, ver mundo, aprender y volar.

-¿Cuántas veces has sentido o pensado: «Aquí no encajo»?

-Unas cuantas, como todos. Es que para decirlo hay que ser valiente y hay muchas personas que no se atreven, que pasan por la vida de puntillas, para no llamar la atención, que se esconden tras la máscara de la apariencia, fingiendo que son otros, que viven sin gastar la vida.

-Y tú, ¿cómo gastas la vida?

-Intento gastarla al máximo. Me encanta gastar la vida comprando hoy un billete de avión para una ciudad con encanto que tengo ganas de pasearla de arriba a abajo, disfrutando de un fin de semana en una casa rural, yéndome de cañas con mi amiga Virginia, hablando con mi madre una hora.

-Dicen que el primer paso para superar algo es aceptarlo. ¿Eres de los que lo aceptas o te resistes al cambio?

-Escuché decir en una ocasión en una entrevista a Toni Nadal, el tío de Rafa Nadal y el que fue durante años su entrenador, que en aceptar la derrota está el secreto de la vida. No porque seamos perdedores, sino porque, en el transcurrir de la vida vamos perdiendo amigos, trabajos, va cambiando tu aspecto físico y eso en definitiva es vivir.

-Los padres hacen lo que pueden con el pequeño Elio, pero tampoco le ayudan ni le apoyan.

-Los padres son fundamentales, pero pueden destrozar la vida de los hijos. Es duro, pero es así. El padre intenta que su hijo sea como los demás, que no destaque y la madre cree que el amor lo puede todo. No saben cómo hacerlo y hacen daño sin pretenderlo. Es complicado.

-Hablando de padres, le dedicas la novela a tu madre.

-Sí. Porque se lo merece. Es la dedicatoria más importante de mi vida. Mi madre me enseñó a leer, a escribir, a pintar. Me ha enseñado también a ser prudente y a ser callado. Hay una frase suya que me encanta que es «hazte la vida fácil» y es verdad. Hay que aprender a quitarle hierro a las cosas. Y sobre todo me enseñó a volar.

-¿Cómo era el pequeño Máximo?

-Era un niño de libros, pinturas y escritura. Ser hijo único en los años setenta era otro mundo: no había maquinitas ni móviles ni ordenadores, todo estaba en la cabeza y la imaginación crecía y crecía y me hacía volar.

-¿Te ha removido por dentro la escritura de esta novela?

-Me ha removido y me ha sanado. He recordado momentos dolorosos, me ha hecho soñar, volver a ser feliz. Esta novela me ha provocado un maremoto maravilloso de dolor y vida.

-¿Cuántos recuerdos de niñez y de adolescencia han surgido al escribir estas páginas?

-Muchos. No tenemos futuro, porque es incierto, lo que tenemos es pasado, es lo que está ahí, quietecito, lo único que existe. Y lo miro con melancolía, no con tristeza, algo que queda lejos. Ya casi tengo 50 y para viajar atrás, he revisado fotos, he recordado cómo éramos antes, cómo se vivía, a qué sabían aquellas comidas y meriendas. Los fantasmas de la infancia, en la madurez, son tus amigos.

-Volviendo a tu pasado, más próximo, concretamente al momento en que decidiste dejar el cargo de ministro de Cultura una semana después de ser designado, ¿cómo recuerdas aquellos días?

-Soy melancólico desde el optimismo y siento pena por todo lo que sucedió, pero no me he quedado ahí. Vivo el hoy y miro al pasado sin rencor y sin dolor.

-¿Qué te hace feliz? Y ¿qué te enfurece?

-Me llena de alegría pasear a mi perro, hacer una videollamada con mi sobrina Elsa e irme de cañas con mis amigos. Me enfadan los prejuicios y la mediocridad.

-¿Muchos retos por delante?

-Eso siempre. Tengo muchas novelas por escribir y muchos viajes por realizar. Hay varias historias en mi cabeza. Lo que me lleva rondando un tiempo es escribir una obra de teatro.

-¿Cómo estás hoy?

-Feliz e ilusionado.

-¿Quién es Máximo Huerta?

-Un contador de historias.