Laura Lizancos, profe del Materno: «Es mejor que los niños lleven al cole mascarillas quirúrgicas y no personalizadas»

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MARCOS MÍGUEZ

Sus clases no han parado por el covid, por eso Laura asegura que en este curso tenemos que protegernos al máximo: «Por favor, que revisen los baños de los coles, muchos no tienen tapa del váter y es fundamental por los aerosoles»

09 sep 2020 . Actualizado a las 19:25 h.

Laura Lizancos es la profesora del Hospital Materno de A Coruña y sus clases no han parado por la pandemia ni siquiera cuando el pico estaba en lo más alto, porque como ella me expresó en otra ocasión, «sus alumnos siempre están en pijama». Por su experiencia docente en situaciones de riesgo, Lizancos es una guía estupenda para enfrentar este regreso a las aulas.

 -¿Hay muchos padres asustados con la vuelta al cole?

-Sí, pero hay que darle cierta normalidad, no podemos angustiarnos. Ni nosotros ni los niños. En tiempos de emergencia se requieren soluciones extraordinarias. Hemos tenido tiempo para reflexionar y tenemos que aprender a convivir con situaciones conflictivas, con retos y confiar también en los equipos directivos, en los docentes, en todo el personal de las escuelas que van a ser los nuevos héroes esta temporada. Pero los niños van a ir al cole, no a la guerra, la escuela no es una trinchera. Eso sí, los docentes tienen derecho a trabajar en un entorno seguro, teniendo en cuenta sus patologías, y por supuesto, todos nuestros niños deben estar protegidos. La escuela no debe ser nunca un lugar de incertidumbre, la escuela es la vida, y el mayor aprendizaje es adaptarnos a la realidad. Yo nací en Venezuela y allí nos enseñaban en el cole a protegernos ante un terremoto; en la India, donde trabajé, les enseñaban a reaccionar ante la picadura de una víbora. En cada momento, el cole tiene que reorganizar sus comportamientos ante la vida.

-Tú has dado clases en situaciones duras: en un campo de refugiados en Mosul.

-Naturalmente. ¡Y se da clase y son centros en los que hay vida y alegría! Como el aula del hospital, es un marco con un muro invisible con relación al mundo, y dentro tiene que gestarse la ilusión, la fuerza por el aprendizaje, tenemos que desarrollar otras herramientas.

-Lo que hay ahora mismo es una rigidez incluso con respecto a la estructura de los coles, las aulas...

-El virus nos viene a situar en lo que debería ser la escuela: un marco idílico. Que los niños vayan en bici al cole; que no se junten en un autobús; que haya una ratio disminuida de alumnos; que haya en la clase un profe o dos; que la disposición geométrica sea libre...

-Hay gente con miedo a volver al cole, pero el tuyo ha seguido abierto todo este tiempo.

-Sí, hay niños en los hospitales, en las playas, en el supermercado... La vida ha seguido abierta, es verdad que esto pone sobre la mesa una crucial evolución educativa. Y es cierto que estábamos escondiendo lo que ahora ponemos encima de la mesa: las aulas han sido diseñadas para la uniformidad, el espacio es el que manda. Parece que los muebles tienen que decidir cómo se educa y las aulas se han convertido en jaulas, en lugar de espacios de aprendizaje. Hay que cambiar la geometría de la clase y reducir la densidad de muebles para que haya otro tipo de conexiones.

-¿Deberíamos deshacernos de todos esos viejos muebles?

-Sí, no hacen falta tantas mesas, tantas sillas. A veces en las clases hay «restos arqueológicos», estanterías llenas de cosas obsoletas, cuadros desvencijados, apuntes de profesores... Podía ganarse todo ese espacio y que los alumnos tuvieran otra disposición. Si no se puede trabajar dentro, lo haremos fuera. Como hacía Sócrates, los Peripatéticos... Se aprende sintiendo y respirando. En Hyde Park, en Londres, hay muchos profesores con sus alumnos sentados en la hierba. Si les das una clase en el patio, estarán atentísimos. Hay que hacer un esfuerzo por dotar a las escuelas también de personal sanitario, enfermeras, pero no solo por el covid. Ya había numerosos casos de necesidades especiales de niños que están en los centros educativos, pero tienen situaciones vitales de riesgo.

-¿Hay una disposición del aula que sea ahora mejor?

-Bueno, a mi modo de ver, no se entiende que tengan que estar en clase mirando hacia adelante, cuando sabemos que los aerosoles son el mayor factor de contagio. ¿Vamos a echarlos todos hacia la misma persona? Hay sistemas para evitar los alientos, como la disposición en zigzag. ¿Por qué no contemplamos esquinas, rincones, o áreas diferenciadas como las que hemos puesto en el aula del hospital: con uno aquí, dos allí, tres en el otro lado? ¿Qué miedo tenemos? Si además los niños van a ser absolutamente responsables.

-¿Eso lo ves en tu hospital?

-Claro, ellos por autoprotección lo entienden perfectamente. Ven dónde tenemos los aparatos del hidrogel, cómo se entra en la habitación, en cada zona. Antes también era así. Todos nuestros chiquillos son niños normales a los que les ha sobrevenido una patología. Ellos aprenden que si no pueden comer algo, no lo comen; si se tienen que pinchar, se pinchan; si tienen que llevar mascarilla por la calle, la llevan. Eso ya nos ha sucedido. A los niños hay que darles la información lo más clara posible, pero ahora mismo nadie en el planeta sabe qué va a pasar en 15 días. Obviamente, tampoco vamos a hacer ensayo-error con los niños; cada familia debe reflexionar sobre su realidad: si tienes enfermos en casa, si hay mayores....

-Nos recomiendan que los niños lleven dos mascarillas, pero tú no eres partidaria de las personalizadas.

-Para nada. Pero no yo, cualquiera que sepa de esto. Si tú al niño le das una lupa, él mismo va a reconocer cuál quiere llevar. En la de fibra ves el paso de la luz y en una FFP2 o en las quirúrgicas ves una trama tupidísima. Todas las precauciones son vitales. Los niños deben llevar dos mascarillas, que se las metan en el bolsillo, por si tienen mocos, si se ensucia, si se moja... Pero ni en el patio se la deben quitar, y menos con cuatro amigos en corrillo. Igual que lo de cantar en clase de música o en los coros no debería ser. Está demostrado que los aerosoles tienen una onda expansiva increíble, ahora no es el momento de gritar en clase tampoco. No a la flauta, al menos durante un tiempo. Hay que ser responsables, estamos en una etapa de expectativas.

 -Incluso hay que cambiar la manera de ir al cuarto de baño por los aerosoles, ¿no?

-Sí, sí. Primero hay que bajar la tapa y luego darle a la cadena. Si no los aerosoles salen. Y en ese sentido, por favor, que revisen los baños de los colegios y los institutos, que la mayoría no tienen tapa del váter. Los niños no deberían tampoco llevar juguetes al cole, ni intercambiar cromos, ni coger la peonza de otro. Habrá que pensar en jugar al escondite, al pilla-pilla, pero no se puede llevar nada trasladable a otro.

-Todo esto nos lleva a un aprendizaje de responsabilidad social, uno de los grandes valores para enseñar.

-Sin duda, ¡tantas competencias que marca el currículo: la matemática, la científica...! Y la competencia para la vida es esto: adaptarnos a los cambios para con los demás también. Aunque tengamos 8, 18 o 58 años. La vida nos pone en circunstancias que exigen respuestas. Tenemos que confiar en el crecimiento y la madurez de nuestros alumnos. Hablamos, claro, de niños de 6, 7 años o más. Por eso hay que tener un cuidado exquisito con las guarderías. Porque ahí sí se dan situaciones complejas: ¿cómo consuelas a un bebé si no es en el colo?

-¿Cuál sería la rutina de un alumno que empieza ahora?

-Lo más importante, la mascarilla, una puesta, y la otra, en el bolsillo. Después deben descargar las mochilas. ¡Por fin! Lo de casa, en casa; lo del colegio, en el colegio, y es mejor que se sienten siempre en el mismo lugar en el autobús, no se pueden compartir bolis, así que es mucho mejor que el profe tenga una caja por si se nos olvida. Las correcciones deberían ser virtuales y desde luego los profesores no pueden llevarse 20 libretas distintas a su casa. Es hora de empezar otra metodología.