Los mejores patios para saborear el otoño

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PARVADAS (Casa Fernández). Pontevedra
En realidad se llama Casa Fernández, pero todo el mundo lo conoce como el Parvadas.Un bar con solera que ni siquiera necesita colgar el nombre en la puerta, pero que sí cuenta con sobrenombre. Aquí, el ribeiro se sigue sirviendo en taza. Como debe ser.
PARVADAS (Casa Fernández). Pontevedra En realidad se llama Casa Fernández, pero todo el mundo lo conoce como el Parvadas.Un bar con solera que ni siquiera necesita colgar el nombre en la puerta, pero que sí cuenta con sobrenombre. Aquí, el ribeiro se sigue sirviendo en taza. Como debe ser. CAPOTILLO

Libre, libre quiero ser. No te encierres. Busca el abrigo de un buen patio que te llene la vista y el alma. Las nubes y las bajas temperaturas no están reñidas con el exterior. Aquí te damos ideas para buscar refugio

26 sep 2020 . Actualizado a las 08:40 h.

Busca el abrigo de un patio. Y rebélate. No te encierres ya por mucho que las nubes amenacen lluvia o el frío de las horas tempranas te vaya diciendo que el mal tiempo llama a tu puerta. Por que sí, ya es otoño, ¿y qué? Que el termómetro no supere los 20 grados no quiere decir que no puedas seguir respirando aire puro. Búscate un patio y abrígate de las inclemencias meteorológicas. Te mostramos los mejores refugios para pasar el otoño.

Nuestro viaje por los mejores patios gallegos comienza en Pontevedra. Justo detrás de la Peregrina, se encuentra un local que pasa casi desapercibido para el visitante, pero que es uno de los bares con más solera de la ciudad. Los peregrinos, y los no tan peregrinos, deberían hacer una parada en este templo del vino de cunca, que ni siquiera tiene nombre en la fachada. Solo pone Bar, pero sí cuenta con sobrenombre: El Parvadas. Porque su fundador no era muy amante de las tonterías, y quizás por eso le quedó ese apodo: «Fue por mi abuelo, que fue el que cogió el traspaso de este local en los años 40. Aquí se jugaban las partidas de cartas y siempre decía: ‘Bah, eso son parvadas'. Y al final los clientes comenzaron a llamarle el Parvadas», explica Antonio, el actual dueño del local, que también aclara que en realidad se llama Casa Fernández, precisamente por su abuelo Faustino.

Antes de que su antecesor tomara las riendas de este bar también fue conocido como El Senado y La Parra. Este último nombre ya decía mucho del tesoro que este bar esconde en su parte trasera: un gran patio cubierto por una gran vid, con capacidad para una veintena de mesas, y donde los sábados al mediodía Antonio ameniza los tragos con una sesión vermú de un grupo local o DJ.

Este también es uno de los refugios de la Asociación Cultural Peña da Boina de Pontevedra, una de las grandes peñas de la ciudad del Lérez y donde cada uno de sus miembros tiene un vaso personalizado en esta casa. Aquí no puedes dejar de tomar un ribeiro de cosecha, servido como se tienen que tomar este tipo de vino, en taza. Para acompañar este trago con tanta solera no puede faltar una buena ración de pulpo, los clásicos calamares o los chipirones. También hay sitio para los amantes de la zorza y el raxo y, por supuesto, para la empanada. Faltaría más.

Al frente del Parvadas está Antonio Fernández, el nieto de Faustino, y allí tiene pensado quedarse hasta que pueda: «No, no, de aquí no me mueve nadie. Ojalá que ni siquiera el covid», asegura quien ha echado raíces en el suelo de tierra que tiene el patio bajo la parra. Este es su sitio. También ha sido el de su padre y, por supuesto, el de su abuelo.

XANXO. A Pobra. 
Cuando el hambre y el sol aprietan es todo un placer comer a la sombra y al fresco que ofrece la gran vid que cubre al completo el patio. Todos los días de verano en los que hubo sol, colgaron el cartel de completo. Y ahora que llega el otoño, la vid se teñirá de tonos ocres antes de dejar desnudo este patio. 
¡Hay que aprovecharlo!
XANXO. A Pobra. Cuando el hambre y el sol aprietan es todo un placer comer a la sombra y al fresco que ofrece la gran vid que cubre al completo el patio. Todos los días de verano en los que hubo sol, colgaron el cartel de completo. Y ahora que llega el otoño, la vid se teñirá de tonos ocres antes de dejar desnudo este patio. ¡Hay que aprovecharlo! CARMELA QUEIJEIRO

XANXO, EN A POBRA

Quienes se acerquen hasta A Pobra do Caramiñal buscando los sabores de la cocina más tradicional que sirven en el Xanxo saben que, en su caso, eso de que la belleza está en el interior no es del todo cierto. Este restaurante de más de cuarenta años de historia sabe conquistar a sus clientes por el estómago, pero también por el encanto de su gran patio exterior, en el que en tiempos previos al coronavirus podía dar servicio a 115 comensales, «pero agora, coas medidas de seguridade impostas podemos chegar a atender a uns 80», explica Xanxo del Puerto, ahora a los mandos del negocio que sus padres, Rosalía y Xanxo, pusieron en marcha allá por 1979.

Pocas cosas hay más placenteras que disfrutar, cuando el tiempo lo permite, de una buena comida a la sombra de la parra que preside el patio exterior de una antigua casa de piedra reconvertida en templo del buen comer. «A xente cando chama para reservar sempre pide como primeira opción o patio, e se alí non hai sitio, o alboio, unha antiga adega que reformamos e que está xusto ao lado», explica su gerente. Conseguir mesa en el exterior durante los meses de verano es tarea complicada si no se hace con antelación, porque «aquí o inverno é moi longo e poucas cousas hai máis pracenteiras que comer fóra cando hai un raio de sol». ¡Qué gran verdad!

La cocina del Xanxo rezuma tradición se mire por donde se mire, desde la solicitada empanada de maíz y berberechos hasta las deliciosas xoubas pasando por las luras de la ría o pescados como el curuxo, rodaballo, merluza, lenguado o bacalao, que se pueden degustar preparados a la gallega o a la plancha. «Elaborámolos segundo as receitas de toda a vida, as que nos ensinou miña nai, que é quen lle deu forma e vida á nosa carta», comenta Xanxo. Y estando en puerto de mar, el marisco no puede faltar. Raciones de zamburiñas, navajas y almejas se reparten sin cesar tanto en mesas del exterior como del interior, y además, si la veda, el mercado y el bolsillo lo permiten, siempre cae alguna de percebes, rabudas -centolla pequeña- o cigalas. Los amantes de la carne tienen en el jarrete asado, la costilla de vaca vieja o el chuletón de ternera buenas opciones con las que saciar el hambre.

El buen hacer en los fogones y el trato cercano que ofrecen hace que comensales llegados de todas partes se sientan como en casa. «Hai clientes de toda a vida que sempre queren mesa no patio, e como non a teñamos, protestan», asegura entre risas. Y es que incluso en el buen comer, la veteranía es un grado.

EL PATIO. O Grove. 
Su nombre ya es una pista. Tras la casona de piedra que alberga el bar, se abre un gran espacio, diáfano y luminoso, protegido durante el invierno por una cubierta. Cuenta con varias zonas y múltiples ambientes, un riachuelo artificial que lo transita y un escenario por el que pasan grandes de la comedia.
EL PATIO. O Grove. Su nombre ya es una pista. Tras la casona de piedra que alberga el bar, se abre un gran espacio, diáfano y luminoso, protegido durante el invierno por una cubierta. Cuenta con varias zonas y múltiples ambientes, un riachuelo artificial que lo transita y un escenario por el que pasan grandes de la comedia. MARTINA MISER

EL PATIO, O GROVE

Mucho antes de que el siempre inquieto hostelero Nacho Escalante pusiera el ojo en este lugar, el espacio que hoy ocupa El Patio, en O Grove, había ya sido precisamente eso, un patio, pero de una escuela. De ahí también su nombre. La escuela estaba ubicada en la casona de piedra que hoy ocupa el bar. Detrás de ella se abre una finca de 650 metros cuadrados, que hoy ha sido acondicionada como terraza. No sin unas cuantas peculiaridades.

La terraza de El Patio se articula en torno a varios espacios. Uno de ellos es el estanque en el que se recoge el agua de un riachuelo artificial que transita por entre las mesas, aportando una mayor sensación de frescor.

Otro de los elementos centrales es el escenario. El Patio es uno de los templos de la comedia de Galicia. Por allí han pasado los monologuistas españoles más afamados. Incluso en un verano tan difícil y atípico como este, en el que el local se ha visto obligado a reducir su aforo durante los espectáculos a 125 personas, por allí han pasado Goyo Jiménez, JJ Vaquero, Álex Clavero, Miguel Lago, Carlos Blanco, David Amor o Pepo Suevos, entre otros. Amén de una nutrida nómina de grupos y músicos locales.

Esos 650 metros cuadrados de terraza permiten a El Patio ofrecer su servicio cumpliendo estrictamente con todos los protocolos impuestos, incluido el obligado distanciamiento entre las mesas. Eso sí, la barra exterior permanece clausurada ya que el servicio se atiende exclusivamente en mesa. También se ha cercenado sensiblemente su horario, reducido ahora a la franja que va desde las 19 horas a la una de la madrugada.

Aún así El Patio y su terraza —abierta durante el verano y cubierta en invierno— sigue suponiendo una opción ideal para disfrutar con comodidad y con seguridad, en un entorno sumamente agradable, de su oferta de cócteles y combinados, o sencillamente de una caña o de un vino entre amigos. Porque si algo ha caracterizado a este local desde sus inicios ha sido su vocación de convertirse en punto de encuentro, al que resulta casi imposible abstraerse para quien visita O Grove.

COSTA VELLA. Santiago. 
La vegetación es la gran protagonista del patio que hace las veces de terraza interior del Costa Vella. Frutales, camelios, magnolios, una enorme parra e infinidad de plantas conforman un soberbio decorado en cuyos rincones el tiempo semeja ir mucho más despacio.
COSTA VELLA. Santiago. La vegetación es la gran protagonista del patio que hace las veces de terraza interior del Costa Vella. Frutales, camelios, magnolios, una enorme parra e infinidad de plantas conforman un soberbio decorado en cuyos rincones el tiempo semeja ir mucho más despacio. XOAN A. SOLER

COSTA VELLA, SANTIAGO

Pocas sensaciones resultan más reconfortantes que la de sentirse acogido por la naturaleza. Y esa es precisamente la que uno percibe nada más cruzar el florido umbral del portalón que da acceso al patio del coqueto hotel Costa Vella de Santiago. Cuenta José Antonio Liñares, responsable del establecimiento, que una paisajista le advirtió de que el jardín contaba con infinidad de errores. Pero es que puede que precisamente en esa conjunción de errores, en ese discurso vegetal caótico, en esa naturalidad no impuesta, es donde esté su principal encanto. Lo que sobran son espacios estructural y artificialmente perfectos pero absolutamente inertes. Lo que singulariza la terraza del Costa Vella es que conserva en buena medida aquella esencia de la huerta que fue. Es un espacio vivo y acogedor del que uno inmediatamente se siente partícipe y no un molesto intruso.

La casa que hoy acoge el Costa Vella lo fue de la familia del escultor Francisco Asorey y en 1999 fue reconvertida en hotel. Reconoce, hoy con cierta vergüenza, José Antonio Liñares que en un primer momento pensaron en habilitar el patio trasero como aparcamiento. Por fortuna, la propuesta no salió adelante y se optó por el plan B: una terraza, que hoy permanece abierta al público desde las 8 a las 23 horas.

Se mantuvieron varios manzanos, un limonero y el soberbio emparrado. Se le añadió un magnolio, camelios e infinidad de plantas variopintas, que salpican de sombras y colores el espacio y que propician la existencia de coquetos rincones, como la mesita de piedra que hay entre los frutales, los bancos que hay bajo la parra o las mesas que se ubican alrededor de la fuente, en cuyo pilón flotan las manzanas recogidas. «La fuente fue un añadido nuestro. Nos gustaba la idea de que no hubiera música sino el sonido del agua», comenta Liñares. Y así es. Su permanente susurro unido al bullir de los muchos pájaros que han topado refugio en este jardín urbano arropan aún más esa tan especial sensación que propicia el disfrute de un café, de un desayuno, de un vermú, de una caña, de un vino o de un combinado en esta terraza única.