Teresa, una mente privilegiada a los 100 años

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MARCOS MÍGUEZ

Da gusto cumplir pero sobre todo así: manejando tablets, cosiendo y bailando si suena la música. Solo usa gafas para leer y lo más grave que ha pasado ha sido un catarro. Así, normal que ella se sienta como si tuviera cuarenta años menos

11 abr 2021 . Actualizado a las 16:19 h.

Si alguien tiene el secreto de la eterna juventud esa es Teresa. A sus 100 años, no solo se vale perfectamente por sí misma, sino que tiene una mente privilegiada. Todo en ella es admirable. Desde su alegría, su actitud, su forma de ser, su conversación, incluso su memoria donde las lagunas brillan por su ausencia. Teresa es mucha Teresa, ya dicen quienes la conocen. «Eu atópome coma se tivese 60 anos», asegura ella, y viéndola, no queda más que asentir.

No toma ninguna pastilla, y el problema de salud más grave que recuerda es un catarro... de vez en cuando. «De momento non teño nada, non noto nada. Eu cóntoche a verdade, que non me importa, cada un ten a saúde que ten e a que non», dice. Lo mismo cocina, si hace falta, que hace su cama, y si se le cae un botón, ella misma lo devuelve a su sitio, porque entre costuras se esconde su verdadera pasión. Fue modista desde muy jovencita y hasta que cumplió 80 años no se retiró. Lo hizo, en parte, porque la vista ya complicaba lo de acertar a la hora de enhebrar. Sin embargo, a día de hoy solo utiliza las gafas de cerca para leer. «Traballei moito, moito», apunta Teresa, que hizo de su casa un taller de costura. Confiesa que cuando algo te apasiona, da lo mismo lo que te pongan delante, pero bordar sábanas era algo que le gustaba especialmente. Por encargo lo mismo hacía vestidos que faldas o camisas. «Ademáis, toda a roupa que me poñía facíaa eu, adoitaba poñerme os domingos que era cando tiña libre, e pola semana o resto. Ás veces tiña axudantes, porque non daba feito», explica.

Presume de levantarse sin necesidad de despertador, y una vez en pie, ya sabe que tiene que marchar. Acude a diario al centro de día de mayores ReCréate de A Coruña, donde se ha convertido en todo un ejemplo a seguir. Nunca, salvo cuando se le estropeó el ascensor de la casa donde vive junto a su nieta, el marido de esta y su bisnieta, faltó a su cita. Es incapaz de pasar más de media hora sentada sin hacer nada, y dicen los profesionales que están con ella que siempre demanda más tarea y que es muy responsable con los retos que le ponen por delante. Porque si hay que hacer una actividad con la tablet, los años poco importan. «As contas tamén se me dan moi ben», apunta ella.

Solo echa mano del bastón cuando no conoce el terreno, por eso cuando llega a casa es lo primero que suelta. Como pasa gran parte del día en el centro, acude a las dos sesiones diarias de 40 minutos de gimnasia. «Eu sempre lle pregunto: ‘Como imos?’. ‘Estupendamente, ti dálle’. Facemos todo tipo de exercicios, con pelota, con aro, bicicleta, coas pernas, coas mans... », explica Elena, una de las terapeutas.

LA REINA DE LA PISTA DE BAILE

La movilidad de Teresa nadie la pone en duda y menos cuando suena la música. Ella lo niega, pero Elena confirma que hay pruebas que demuestran que con los primeros acordes, los pies se le van. «Bailei máis do que debía», dice esta lucense, que no perdonó un baile durante su juventud. «Era a primeira en saír de misa para escoitar os gaiteiros», explica. Eran otros tiempos, pero su espíritu aventurero y decidido ya apuntaba maneras de recién casada, cuando disfrutó de la luna de miel en la capital de España. Aunque por aquel entonces le encantaba hacer kilómetros y descubrir lugares, ahora prefiere pasear y tomar café con las amigas. Una relación de amistad, que sin duda, se ha visto marcada por el coronavirus. «É un jaleo esto da mascarilla», dice riéndose.

Viene de una familia grande y muy unida. Es la pequeña de ocho hermanos, y aunque alguno superó las nueve décadas, no hay antecedentes de celebrar el siglo de vida. Ella, ya camino de los 101, nunca pensó en que llegaría a cumplirlos, pero casualidades de la vida, sopló las velas el mismo día que el centro reabría las puertas después de la cuarentena. «Se le notó un bajón, como a todo el mundo, pero enseguida recuperó. Al poco ya decíamos: ‘Es la Teresa de siempre’. Lleva cinco años aquí, y puede tener días peores que otros, pero nunca ha tenido un bajón. Se mantiene estupenda. Esto no es lo normal, pero sobre todo por su actitud», explica Elena.

Le sobra conversación, le encantar estar con gente, charlar y charlar... Pero si hay alguien que le da la vida a Teresa, es su bisnieta Alicia, una pequerrecha de 8 años. «‘Madriña, madriña’, dime cada vez que vén buscarme. E lánzase a darme un abrazo. É moi cariñosa. Os nenos pequenos dan a vida».

A ella aún le queda mucha por delante. «Non botedes contas, nin as boto eu. Hai que ir ao día e o que Deus mande, que é o que ten que ser».