Bolsos hechos a mano que no entienden de temporadas

carmo lópez REDACCIÓN

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Productos artesanos para todos los públicos. Lara Santomé es la mujer que está detrás de Mundaya, una marca para la que la producción local con materiales sostenibles es el eje de su filosofía

26 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Allá por el año 1981 la actriz Jane Birkin coincidió en un avión con Jean-Louis Dumas-Hermès, por aquel entonces presidente de la casa de lujo francesa. Durante su conversación ella se quejó de no encontrar ningún bolso en el que poder meter los biberones. El comentario no cayó en saco roto y, de ese modo, nació este icónico complemento que se acabó convirtiendo en un compañero de viaje de la mujer que le dio nombre. Hacer compañeros de viaje para las mujeres del siglo XXI, pero a precios mucho más asequibles, es uno de los motivos que movieron a Lara Santomé a crear Mundaya, una marca de bolsos hechos a mano con materiales respetuosos con el medio ambiente donde nunca falta el algodón y que, además, no entienden de temporadas. Porque son piezas hechas a mano, con cariño, piezas únicas que no entienden lo que es la producción en cadena. No hay dos exactas. Es la magia del trabajo manual.

De hecho, su último lanzamiento, el Devagar, está confeccionado despacio con un tejido fabricado en España que está compuesto por fibras recicladas de algodón y poliéster. Porque al contrario de los Birkin de Hermés, los bolsos de Lara Santomé son artesanía para todos los públicos: «Peleo mucho por tener precios asumibles. Un comentario que suelen hacerme es “pensaba que al ser artesano sería carísimo”, pero hay formas diferentes de hacer las cosas. No es fácil, pero se puede».

Enseñanzas de la abuela

Lara, que de niña quiso ser bióloga marina, primero, y filóloga después, acabó convirtiéndose en diseñadora de interiores, pero no dejó de picarle un gusanillo que su abuela Lela le había metido en el cuerpo: el arte de coser. Ella lo hace poniendo banda sonora en su taller de una pequeña aldea de los alrededores de Santiago en la que viven media docena de familias, el lugar donde crea sus bolsos. Cuando recibe un encargo cuenta que luego le gusta enviar a quien lo va a disfrutar un trozo de Villa Mundaya, su templo creativo en el que ella desarrolla todo el proceso, desde el diseño a la confección. Porque el bolso no viaja solo. Va acompañado de una hoja de ciprés, romero, lavanda, alguna hoja de menta, paniculata o margaritas. No hay ningún paquete igual, como tampoco son iguales sus bolsos.

Por eso sus creaciones son adecuadas a quien los va a llevar, a quien va a portar buena parte de su vida entera dentro de esos trozos de tela. «No hay nada como tener un bolso que se adapte lo mejor posible a las diferentes facetas de la vida: la ciudad, la oficina, los recados, las actividades después del trabajo, los niños… sin tener que cambiarlo», dice. Al fin y al cabo son compañeros de viaje donde ha de caber de todo.