«Me tatué la fecha del día que entré en quirófano»

YES

CEDIDA

SE TATUÓ POR PRIMERA VEZ CON CASI 70. Y ahora, a punto de cumplir 71, Mariví Alonso ya está pensando en el segundo diseño sobre su piel. «Quiero hacerme una flor de la pasión o una de lis», dice

09 oct 2021 . Actualizado a las 10:22 h.

En la muñeca izquierda de Mariví Alonso hay una fecha grabada con tinta: 5 -7-2013. Es el primer tatuaje para esta mujer que en diciembre cumplirá 71 años. Un tatuaje que llegó cuando ya era abuela, rozando los 70 y después de muchos años dándole vueltas. El motivo de hacérselo era dejar constancia sobre su piel de un día importante de su vida: «Quería tener grabada esa fecha para que no se me olvide. Para que el día que no tenga la cabeza en mi sitio pueda verla y recordarla». Mariví cuenta qué pasó el 5 de julio del 2013: «Fue el día que entré en quirófano. Tuve un cáncer de esófago y al principio lo pusieron muy mal. Al final todo salió bien y ese fue el día que me operaron».

La fecha es un símbolo para ella. Un recuerdo. «Lo tengo ahí. Ese es un episodio de mi vida que no tengo en la cabeza, lo pasé mal, pero todo salió bien. Es pasado y punto, no puedes estar mirando hacia atrás lamentándote todo el rato ni diciendo ‘¡ay, Dios mío!’, porque aquí estamos de paso, pero me apetecía tener ese fecha tatuada», mantiene. La decisión fue meditada. Mariví le contó a su hija que tenía ganas de hacérselo. Y su hija fue la que la animó y la acompañó a tatuarse en el estudio Loco Blow Tattoo en A Coruña.

«Los tatuajes me gustaban desde hace tiempo. Mis hijas están tatuadas y para mí son verdaderas obras de arte. Pero siempre me echaba para atrás la edad. Ahora, me pilla con 40 años y me tatúo de arriba abajo, por lo menos los brazos. ¡Me encantan los tatuajes en los brazos!». Al final, Mariví demostró que no hay edad para hacer lo que uno siempre soñó: «Lo hice y es tan discreto que casi no se puede llamar tatuaje», bromea. Ya tiene en mente el segundo: «Quiero hacerme una flor de la pasión o de lis. Y ya tengo elegido el sitio: en la nuca. Cualquier día me da la ventolera y me lo hago».

DE LAS POCAS DE SU EDAD

Heliana, la hija mediana de Mariví, fue la que la acompañó a tatuarse. «Yo tengo bastantes tatuajes, el primero me lo hice con 18 años. La fecha es especial y tiene un significado para ella, y me comentó que tenía la idea de hacerse un tatuaje. A mí me pareció perfecto. Creo que no hay edad, da igual cuándo comiences. Fue toda contenta al estudio, que es donde me tatúo yo siempre (el último hace poco más de diez días), y recuerdo que le hice fotos para inmortalizar el momento. Allí me comentaron que fue una de las primeras personas mayores que tatuaron. Mi madre salió pletórica, muy contenta». Los días antes del tatuaje, Heliana y Mariví probaron con un boli sobre la muñeca de la segunda cómo quedaría tatuada la fecha: «Le dije: ‘¿Ves, mamá?, así es cómo puede quedar’». Estuvieron días buscando la tipografía y cómo harían ese tatuaje, el primero de Mariví. «Recuerdo que al principio, cuando se lo hizo, había gente que lo comentaba: ‘Esa señora va tatuada’. Fue una sorpresa. En casa, mi padre también le dijo si quería tatuarse como sus hijas. Al final hizo lo que le apetecía. Es una forma de demostrar que no hay edad».

Mariví posa con su fecha grabada en la muñeca y recuerda su juventud y los tatuajes de aquella época. «El tatuaje en mi adolescencia no se veía, y cuando se veía a alguien tatuado seguramente era militar». De esa juventud se acuerda de un día en la playa, cuando vio un diseño que se le quedó marcado: «Tengo una imagen de una mujer alemana tatuada, y aquello era un circo y era horroroso. Es una imagen que tenía grabada y me frenaba un poco». Pero ella fue aprendiendo a apreciarlos con el tiempo, y ahora asegura que los tatuajes «son verdaderas obras de arte».

«Tengo un conocido que tiene unos tatuajes preciosos, tiene unas caras perfectas. Están tan bien hechas que cuando las observas parece que te hablan, te miran, son expresivas. Para mí los tatuajes son una forma de expresión, lo mismo que un artista pinta un cuadro también un tatuador pinta un cuerpo», afirma.

EL ENFADO CON SUS HIJAS

Mariví se acuerda de cuando sus hijas empezaron a dibujar su piel. «Lo primero que hice fue echarles una bronca. Sobre todo, a la pequeña Elisabeth, que siguiendo los pasos de la mediana Heli, se lo hizo cuando todavía era menor de edad. Aprovechó un viaje de vacaciones que hicimos para tatuarse», recuerda. Pero después del enfado, reconoce que empezó a apreciarlos: «Después ves que son bonitos y te gustan». Ahora espera que sus hijas la acompañen a hacerse la flor en la nuca. «Me gustaría repetir en el mismo sitio y que vengan conmigo. Pero nada de tatuarnos juntas, que cada uno sea libre de hacer con su cuerpo lo que quiera», señala.

Mariví está llena de energía. Para ella los tatuajes son como la vida: aprendes a entenderla y a quererla. «Siempre he tratado de estar al lado de mis hijos y de entenderlos. Mi adolescencia fue muy diferente, venía de una dictadura. Recuerdo que cuando llegó el matrimonio me hicieron elegir: o el trabajo o casarse, y yo no entendía por qué tenía que ser una cosa o la otra», comenta. Hoy disfruta con sus tres hijos y sus dos nietos de las redes sociales, y piensa en nuevos tatuajes. «No tengo muchas conocidas de mi edad que estén tatuadas, pero sí que tengo una amiga a la que también le gustan los tatuajes. A veces bromeamos sobre ello y decimos que cuando vayamos a la residencia van a decir: ‘Ahí vienen las de los tattoos?’», asegura.

Ahora Mariví presume de muñeca, de ese momento en el que decidió ser valiente y probar algo que siempre había querido. Una fecha que la acompañará toda la vida: en el recuerdo y en la mano.