Los mayores también piden juguetes: «Me vuelvo loca con los juegos de construcción»

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Marcos Míguez

Cuentan los días para recibir sus regalos, que lejos de ser los típicos de mayores, podrían estar en las cartas de cualquier niño. Nuestros protagonistas disfrutan de estos días (casi) más que sus hijos

03 ene 2022 . Actualizado a las 07:54 h.

Fue a la juguetería con la intención de que el pequeño Matías se inspirara para darles ideas a los Reyes Magos, sin embargo, la primera que tuvo algo que escribir en la carta fue ella. «Matías, ¿no te gusta? ¿Se lo quieres pedir a los Reyes? ¿Sí se lo quieres pedir a los Reyes, verdad?», le dijo Marta a su hijo. Después de insistirle un par de veces, pensó: «Bueno... pues si Matías no lo quiere..., para mí». Lo de Marta con el tambor fue un flechazo. Eso sí, el tambor que le estaba enseñando Alessandra, la propietaria de Pinocchio & Co, no era un tambor cualquiera, sino un tambor con sonido propio. «Tiene un sonido metálico que recuerda a los tambores de Trinidad y Tobago. Ese sonido metálico del Calipso, esa magia de xilófono, de percusión metal... y ofrece un sonido muy mágico», explica Marta, que hasta que llegó a la juguetería de Alessandra no había escuchado hablar de este instrumento tan especial. «Los había visto a nivel profesional y más grandes, pero no tenía ni idea de que lo había en formato pequeño. Ha sido un gran descubrimiento», señala Marta, que en los Reyes del año que viene no descarta aumentar de tamaño. Tanto ella como su pareja, Miki, son músicos, y comparten con su pequeño de 3 años esta afición. Su cara les sonará porque desde su balcón de la calle Pontejos de A Coruña animaron a sus vecinos en el confinamiento con sus improvisados conciertos a partir de las ocho de la tarde, después de los aplausos. Lo que empezó como algo casual se convirtió en una cita obligada a petición del público. Tiene el ritmo metido en el cuerpo, y solo hay que verla para darse cuenta de que no le llega el momento de tener el tambor debajo del árbol. «Aunque sea un regalo para mí, a la larga será para el niño, y así podemos ir aprendiendo nosotros a tocarlo para luego poder enseñarle a él», señala esta cordobesa de 34 años afincada en A Coruña.

Este tipo de tambor, que en otras dimensiones tocan algunos músicos callejeros (handpan), proporciona diferentes notas. Ella ya se sabe unas cuantas. Durante el reportaje, y sin haber tenido tiempo para trastear con él, ya es capaz de deleitarnos con un popular villancico. «Está muy bien —señala Marta— como iniciación de los niños en la música. Yo creo que desde los 4-5 años, e incluso antes 2-3 si se lo dejas, disfrutan muchísimo». El tambú se unirá en breve a la gran colección de instrumentos que hay en casa de esta familia de artistas, que está en condiciones de montar una orquesta de emergencia. Desde guitarras, banjo, diyeridú, teclados... «Mi marido es más músico que yo, y toca todo lo que le pongan delante, yo sobre todo canto, he hecho alguna cosa, ahora mismo no estoy haciendo nada, pero siempre me ha gustado la percusión y tengo oído para sacar cosas», apunta Marta. Aunque todavía es pronto, parece que el pequeño Matías sigue los pasos de sus padres. Su madre confirma que, a su corta edad, tiene muy buen oído y le gusta muchísimo la música. «También le gusta mucho experimentar con instrumento, tiene un piano pequeñito, y cuando toca, ya empieza a entonar, a cantar por encima, sabe las notas... Tiene un karaoke, por ahora nos dice lo que tenemos que cantar, nos tiene... Es un poco jefe, director de orquesta», bromea Marta a la que pueden seguir en Instagram a través de su perfil @martamink. Les advierto, derrocha creatividad por los cuatro costados.

«LOCA» DE LOS JUGUETES

Confiesa que se corta a la hora de escribir la carta a los Reyes Magos, porque si por ella fuera... «Tendría casas de muñecas, me vuelvo loca con los bloques de construcción, con las piezas de las cocinitas... Una sabe que hay cosas que tienen que ser para los niños, pero a mí, la verdad, el mundo de los juguetes me vuelve loca, y los musicales, más todavía. Hacen guitarras tan bonitas, de percusión... », dice mientras no puede dejar de recorrer con la vista la juguetería. «Es el paraíso, además, es que la selección de marcas que tiene es brutal», asegura alguien que le presta mucha atención a la elección de los juguetes. «Son para toda la vida, sobre todo estos de madera, reciclados, hechos con tanto cariño, también duran mucho más. Los juguetes de madera que ha tenido Matías están intactos, y es un niño de tres años, que los ha golpeado, llevado de un sitio a otro... y están perfectos. Y sé que el día de mañana podrán ser para sus hijos, si quiere... », dice ella. «O para su madre», le replicó yo.

Solo hay que escucharla para ver que Matías tiene en ella a la mejor compañera de juegos posible. Disfrutan cada segundo que pasan juntos haciendo puzles, cantando con el karaoke o haciendo bloques. Si hay que jugar al escondite por casa, también se juega. No hay nada que provoque la diversión del pequeño a lo que Marta se niegue. ¿Y qué le pide Matías a los Reyes? «De momento, tiene 3 años recién cumplidos, y hay una parte que entiende de todo esto, y otra que no. Pero bueno, ha dicho que quería alguna cosa de plastilina, ha pedido algún puzle, alguna cosita de Toy Story, que le gustan mucho las pelis de Pixar, pero yo creo que más que nada porque yo le digo: ‘Mira los juguetes, algo te va a traer Papá Noel, ¿qué quieres?», explica Marta, que cuenta que cuando el niño entró por la puerta de la juguetería y vio un juguete que tenía cuando era más pequeño, se volvió loco. Lo mismo que les sucederá tanto a Miki como a ella cuando el próximo jueves abran el tambú.

MARCOS MÍGUEZ

Carlos García-Fente: «Pedir juegos para niños de 5 años rejuvenece»

En la carta a los Reyes Magos de Fernando este año hay dos peticiones muy especiales: un ajedrez y el Hundir la Flota. No es nada excepcional, si tiene opción de pedir, los tiros suelen apuntar hacia el mismo lado. «El primero me gusta mucho porque es muy estratégico, y el segundo porque desarrolla la memoria y con mi edad ya voy...», apunta. En ambos juegos se necesita un mínimo de dos jugadores, por eso él confía en que los de Oriente cumplan sus deseos y poder echar unas partidas con sus hijos de 4 y 7 años. Cree que sobre todo la mayor ya puede ser su contrincante a batir en el clásico juego de la batalla naval, aunque para el jaque mate familiar habrá que esperar todavía un poco. «Es más complicado, pero por lo menos que mi hija mayor vaya aprendiendo a mover las piezas, y en el futuro, el pequeño», explica Fernando, que considera que los juegos de mesa son una buena alternativa a las pantallas y los videojuegos. Y además, «te relajan mucho», dice.

Recuerda que fue su padre quien le enseñó a jugar al ajedrez, aunque quizás con un par de años más de los que tiene ahora su hija, y cuando hubo opción de elegirlo en el cole como extraescolar se apuntó. «Me acuerdo de que había muchísimos tableros, y los sacábamos todos al patio, y jugábamos todos. Unos niños jugaban bien, otros a otras cosas con las piezas, pero era muy divertido», señala.

Al Hundir la Flota jugaba con su hermana, «pero como tiene cuatro años menos, le solía ganar yo, y era más aburrido», bromea. Desde entonces, al ajedrez ha vuelto a jugar muy de vez en cuando, con algún amigo de viaje, o incluso por Internet, pero como mucho una partida cada dos años. «Al Hundir la flota sí que no he jugado, excepto en el parque de la Marina algún día, porque hay una especie de tablero en uno de los juegos», señala este coruñés de 42 años.

Mientras esperan la visita de los Reyes, tiran de los que ya tienen por casa. Juegan mucho al Cuatro en Raya, que les cayó por estas mismas fechas el año pasado. «El pequeño juega conmigo y la hermana por otro lado. A veces mete las fichas donde le digo yo, o no, le digo que las meta donde él quiera, y su hermana tiene que intentar ganarle, que en teoría es más fácil, aunque no lo es. Y cuando él sea mayor ya jugará conmigo», explica Fernando, que confiesa que pedir juegos para niños desde 5 años «rejuvenece mucho».

 «La afición viene de recuerdos de la niñez»

 

Carlos Ramírez echa la vista atrás cuando piensa en los juguetes. Viaja a esos días de Reyes en los que compartía los regalos con sus hermanos y primos, que vivían en el piso de enfrente. «Siempre fue una fecha muy especial en mi casa, que me quedará grabada en la memoria, y que, en cierta forma, entrañó mi pasión por el coleccionismo. Mi padre tuvo un quiosco en el que, aparte de prensa, vendía muchos juguetes, figuritas de Navidad, de Semana Santa... Todo eso te va calando y te convierte en un coleccionista. Empiezas a guardar primero tus juguetes de pequeño, a tenerlos como un tesoro. La afición viene de los recuerdos de la niñez», cuenta, tras colocar los últimos detalles del Belén en su casa de Valladolid.  Junto a él está Mónica Martínez, su esposa y compañera de afición. «Somos coleccionistas desde pequeños», apunta Carlos. En el caso de Mónica, la mayor parte de su tesoro tiene grabado el nombre de Playmobil. Una pasión que se gestó en su Bucaramanga natal: «Uno de sus tíos vivía en Estados Unidos y cuando iba a Colombia le llevaba juguetes. Sobre todo de Playmobil, que acababa de salir». Con el tiempo lo dejó de lado, pero «al llegar a España hace 20 años y ver todo lo que se hacía con los Playmobil volvió a recuperar esa ilusión», cuenta Ramírez, que destaca que Mónica es una de las mayores coleccionistas de Castilla y León.

Y es que la afición de Mónica y Carlos se ha convertido ya en parte de su trabajo. Las ferias de coleccionismo y las exposiciones son ahora su hábitat. Por eso, se suelen dar los regalos antes de Navidad. «Tenemos montajes de belenes y los ampliamos todos los años», cuenta la pareja. Aunque Carlos reconoce que debajo del árbol siempre cae alguno de esos juguetes de su infancia.

 Mantener la ilusión

Mónica y Carlos no serán los únicos que se encuentren con algún juguete clásico debajo del árbol. El vallisoletano ya ha escrito la carta a los Reyes Magos para sus sobrinos. «Sus regalos van a ser juegos con los que se divertía su tío. Me parece que les ayuda a desarrollar su imaginación y creatividad. Además, les obliga a compartir», cuenta Carlos, que recuerda los partidos de Subbuteo que echaba con su hermana. «Antes jugábamos con lo que teníamos a mano y siempre se creaba una historia, se teatralizaba. Muchas veces los juegos te ayudan a asumir de pequeño esos papeles que luego te va a tocar desarrollar en la vida adulta. La vida es un juego, en todos los aspectos», añade.

Pero el deseo más importante de la carta de Carlos no se puede envolver en papel con motivos navideños. «Me gustaría que los adultos sigamos jugando, que mantengamos la ilusión que teníamos de niños. Más en estas fechas y con la situación que estamos viviendo. Es el momento de tener ilusión por las pequeñas cosas, como dar una vuelta por el campo, tomar un vino o jugar».