«Viví los últimos 13 años sin móvil»

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ANGEL MANSO

CUANDO TENÍA 26 AÑOS, Cruz García decidió apagar para siempre su Sony Ericsson rosa. El correo y las cartas escritas a mano eran su medio de comunicación. Así es su historia y cómo disfrutó de la libertad de no estar localizable las 24 horas al día

11 ene 2022 . Actualizado a las 16:14 h.

«Viví los últimos 13 años sin móvil; fueron 13 años de libertad total». Si uno se imagina vivir ahora mismo sin móvil, seguro que a muchas personas les parecería casi imposible. No lo fue para Cruz García, que vivió ajena a ellos desde los 26 años hasta los 39. «Este fue el móvil que tenía cuando decidí dejar de usarlo». Cruz enseña un Sony Ericsson rosa con tapa. «Cuando fui creciendo fui valorando mi tiempo y sentía que no me encajaba tener un dispositivo para estar constantemente hablando con la gente. Así que un día decidí dejarlo. Fue de forma radical: al acabar el contrato con la compañía, cerré la cuenta». Cruz lo recuerda como un momento más: «Para mí no fue nada difícil. Para la gente de mi alrededor sí fue un poco más complicado porque me decían ‘y si te pasa algo…', pero nunca me he visto en una situación en la que fuese imprescindible tener móvil».

Cruz vive en A Coruña, aunque es natural de Palencia. Ella es joyera y durante años vivió en diferentes ciudades, como Madrid, Barcelona o Lisboa. «Incluso viviendo fuera de España nunca me sentí incomunicada. En esos años envié mucho correo electrónico y alguna carta, porque escribir a mano es algo que siempre me gustó. Ese momento en el que te sientas y escribes una carta, haces un dibujito, añades un pequeño regalo en el sobre o una foto es muy especial». «Esos eran mis medios de comunicación cuando no tenía móvil, solo me faltaba hacer uso de la paloma mensajera», bromea. En esos trece años, cuando conocía a alguien siempre le daba o un teléfono fijo o el correo: «Mucha gente no se lo creía». Tiraba de locutorios y de cibers. «También pasaba mucho tiempo en la biblioteca, donde me conectaba a Internet con el ordenador y enviaba correos».

Aunque mucha gente se sorprendía de la ausencia de móvil, «otra también me decía que tenía envidia». Una de las virtudes de Cruz es ser superpuntual. Algo que siempre cumplió en esos 13 años sin móvil: «Cuando quedaba con alguien por correo siempre acudía a la cita. Nunca entendí los mensajes de ‘estoy saliendo' o ‘llego diez minutos tarde'”. Eso sí, alguna vez se vio en el apuro de tener que avisar a la persona con la que había quedado. «He tenido que tirar de alguna llamada de teléfono en cabinas. Es curioso, porque me sabía muchos números, aunque nunca los míos. Iba a todas partes con una agendita con los teléfonos importantes. Es como muy romántico, pero lo de encontrar cabinas ya cuesta mucho».

¿Su solución cuando no había una cabina cerca? «Entrar en un bar para preguntarles si me dejan llamar o incluso algún día tuve que pedirle el móvil a alguien en la calle. Y la gente te lo deja sin problema. Esas fueron mis pequeñas anécdotas, pero nada grave de haberme perdido y decir: ‘Qué hago ahora sin móvil!'».

EL CONFINAMIENTO Y EL FIJO

Cruz pasó el confinamiento con teléfono fijo, pero regresó al mundo de los móviles hace cuatro meses, cuando su hermano y su cuñada le regalaron un iPhone. Fue su primer teléfono en trece años. «Fue súper bonito el regalo porque me hicieron un packaging con unos yogures como imitando la manzanita de Apple y con una nota que ponía: ‘Sigue llamándonos'”. «Me dijeron: ‘Mira, ahora estás en una nueva etapa en A Coruña, quieres dar un poco más de profesionalidad al trabajo que haces, necesitas un teléfono, algo ágil'». Con su iPhone hace fotos de sus joyas, las piezas que crea a mano para su marca No tengo nada brillante. Cruz va poco a poco haciéndose con la nueva tecnología.

«WhatsApp fue lo último que instalé y me costó. Solo tengo un grupo y somos tres personas». Intenta mantener sus rutinas sin móvil, como por ejemplo cuando espera a alguien nunca lo saca para entretenerse, o cuando queda con alguna persona. Por la noche lo pone en modo avión. «El otro día lo apagué y cuando quise encenderlo no me sabía el pin», se ríe.

También un día a la semana hace desconexión total de las aplicaciones. «Reconozco que ahora estoy más en contacto con mis amigos. Me gusta enviar música y que me envíen fotos. Pero si mañana tuviera que renunciar a él, tampoco sería un trauma». Cruz hace una valoración positiva del móvil en su regreso a la vida, aunque cree que también es bueno tener momentos para uno mismo: «Y sobre todo para hacer cosas que tengan valor, como por ejemplo, enviar una carta. A veces perdemos demasiado tiempo en cosas que no nos llevan a ningún sitio».