Qué oro de chicas

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

15 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Repaso un viejo capítulo de Las chicas de oro ahora que se anuncia su reestreno y el primer latigazo es íntimo. Resulta que aquellas ancianas de la serie de finales de los ochenta no eran tan ancianas si no lustrosas sexagenarias de las que hoy estás más cerca de lo que hubiese parecido posible.

El segundo meneo tiene que ver con la esencia misma de la serie, tres mujeres maduras y la madre de una de ellas que se presentan en pantalla sin un gramo de condescendencia, sin esa caperuza con la que hoy se presenta tantas veces la vejez y que no es más que una desagradable manifestación de superioridad juvenil, como si a partir de una edad las personas se volviesen idiotas y socialmente vulnerables.

Blanche, Rose, Dorothy y Sophia son mujeres normales que hablan de sexo y lo practican, tienen vidas propias y no secundarias, el aspecto de las señoras de su edad y una relación sin la veta ñoña que la corrección de los tiempos ha impuesto. Una relación en la que caben el desdén y el pitorreo recíproco.

Hay diálogos dignos de enmarcar como este entre Blanche y Sophia:

—Te ha alcanzado la flecha de eros. Amor a primera vista. A mí me pasó una vez.

— ¡Una vez! Te han alcanzado más flechas que al caballo de Bufallo Bill.

Y hay también momentos regocijantes como el de la vieja Sophia, con su aspecto de abuela recatada y cardada, cantando el Purple Rain mientras la escucha a través de los cascos de un viejo Walkman.

Todo en Las chicas de oro destila inteligencia y modernidad. No recuerdo haber percibido esas virtudes cuando se estrenó en España a finales de los ochenta, por cierto con Reagan en la Casa Blanca. Quizás eran menos infrecuentes que ahora.

Por cierto, atención a los looks y al pelo blanco de Dorothy. Puro dosmilenismo.