Amaia Salamanca, actriz: «Tras ser madre, aún me siguen preguntando por qué no me quedo en casa con los niños»

YES

La intérprete, que estrena «Todos mienten» el 28 de enero en Movistar+, guarda un gran recuerdo de A Coruña y de la boda de su amiga Marta Ortega, a la que felicitó por su cargo como presidenta de Inditex: «Le dije: 'Qué orgullosa estoy, eres un referente'»

15 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque la suya parezca una de esas familias perfectas de revista, Amaia Salamanca (Madrid, 1986) no la exhibe en absoluto. Férrea defensora de su intimidad, confiesa que le da mucho pudor mostrarse como es y asegura que el único secreto para sobrevivir con tres hijos a su agenda y a la de su marido, el empresario Rosauro Varo, es ser «una familia normal, con sus secretos, sus miedos y sus dudas». Entre su círculo de amigos de la jet se encuentra Marta Ortega, a la que felicitó tras conocerse su cargo como presidenta de Inditex: «Le escribí, le dije: ‘Qué orgullosa estoy, vas a poder con esto'. Es supertrabajadora», afirma. A sus 35 años, este 2022 tiene una yincana de estrenos por delante tras una etapa rebosante de papeles: «No me quejo, porque trabajo. Pero sí que es verdad que me están dando papeles de madre de adolescentes de 16 o 18 años, y que las escenas subidas de tono se las lleva la gente joven».

—Sofía es una mujer independiente, no forma parte de la estructura creada y le da igual lo que opinen de ella. ¿Un poco como tú? ¿Te sientes identificada?

—¡Ja, ja! A ver, yo creo que Sofía es una persona un poquito fría, que se ha buscado su propia vida, su propio mundo, y no le importa mucho lo que piensen de ella. También le da un poco igual a quién se lleve por delante. Y ella quiere hacer bien su trabajo, aunque esté en un mundo de hombres, no se siente de menos. Puedo tener alguna cosa que ver con ella, me gusta el empoderamiento que tiene y su toma de decisiones. Pero luego yo soy bastante más tímida, y a mí sí que me importa lo que opina la gente. Ya me gustaría ser como Sofía, que le da exactamente igual. Pero no, es un poco inevitable.

—Os pasa a muchos actores, que en realidad sois tímidos. ¿El personaje es el escudo?

—Supongo que lo que pasa, en mi caso, es que me da mucho pudor enseñarme tal y como soy. Porque aparte, no sabes si vas a gustar, si no vas a gustar, si la gente va a estar de acuerdo con tu forma de ser, con tu manera de pensar... Pero cuando estás interpretando a alguien es como «mira, ese personaje es así, y le da igual». Como que no te importa tanto lo que piensen porque es un personaje, te puede gustar más o menos, pero es así. Al final tú eres más tímido porque tienes más miedo a las reacciones, a enseñar cómo eres por dentro. Obviamente, con la gente que me conoce soy mucho más abierta y payasa, no me cuesta tanto abrirme. Pero, si no, sí que ando un poco más con pies de plomo.

—Es un momento de andar con pies de plomo, viendo lo que se cuece en redes. En las tuyas no hay ni rastro de tu familia. ¿Una protección, otro escudo?

—Sí, desde luego. Por supuesto que las redes sociales tendrán muchas cosas positivas, pero en ese sentido se ve que la gente te puede machacar mucho simplemente por no pensar igual que ellos, que se escudan en el anonimato. Y para mí, en el caso de la familia y todo eso, siempre tuve superclaro que es algo que quería dejar al margen. Y ya cuando mis hijos sean mayores, que elijan qué es lo que quieren exhibir ellos. Pero es algo que... no sé. Me da mucho pudor y mucho miedo, a lo mejor, el no saber transmitirles a mis hijos cómo tienen que vivir las redes sociales. Es que es muy difícil, un mal uso de ellas puede hacer mucho daño a una persona que es adolescente y está creciendo. Entonces tengo como ese miedo de no saber enseñarles a utilizarlas, o a sobrellevarlas. Yo de momento no los voy a exhibir, pero tampoco estoy diciendo que pase algo porque otras familias decidan hacerlo de otra manera. Yo hablo en mi caso.

—Y luego viene el tema del móvil...

—Yo es que siempre lo digo, que tuve móvil con 14 años, el típico One Touch, que te dejaban escribir SMS de 140 caracteres, que eso era lo máximo, y hacer llamadas. Mi evolución con el mundo de la tecnología fue paulatina con la de los móviles. Pero es que los móviles son un arma, y si le das un niño de 12 años un arma donde pueden ver todo tipo de cosas, de aplicaciones, cualquier página... Puede ser muy, muy peligroso, porque ellos no han vivido esa evolución que fui teniendo yo.

—«Todos mienten» habla de que muchas veces no somos capaces de decir lo que nos pasa y lo que queremos cambiar, porque nos mentimos a nosotros mismos. Y como consecuencia de ello, mentimos a los demás. ¿Te ha dado qué pensar?

—Está claro que al final la vida de estas cuatro mujeres explosiona un poco porque una se acuesta con el hijo de su amiga, pero en realidad cada una ya tiene sus pequeñas cositas, sus pequeños secretos y cosas que, como son de familia de clase media-alta más bien, como que no puedes descubrir tus sentimientos y que parezca que algo te va mal. No, no, están constantemente actuando, interpretando que tienen vidas perfectas, maravillosas, y que todo les va estupendamente. Pues no, cada uno tiene sus pequeños secretos, miedos... las cosas normales de la vida, que te van surgiendo tus dudas. Cada uno tiene cosas con las que explosionar también. En mi caso, en el de Amaia, no en el de Sofía, creo que muchas veces intentamos aparentar que todo va bien y como que no te apetece enseñar tus sentimientos. Y lo vuelvo a llevar a las redes sociales, que parece que todo el mundo tiene... vamos, unas vidas estupendas y maravillosas, y que no sufren ni les pasa nada. Y luego, cuando alguien sufre y sí que pasa, pues también salen en las redes sociales llorando, y exponiéndolo demasiado. Pero se puede tener un sufrimiento real y pasarlo tú contigo mismo y con tu familia, querer llorarlo sin la necesidad de tener que exhibirlo para que todo el mundo lo vea. Todo eso me parece un poco como una pantomima.

¿Tengo que raparme la cabeza o tengo que engordar para que vean otra cosa?

—Este es un tema muy de actualidad, el fingir la felicidad de cara a la galería. En un año de divorcios pospandémicos, ¿cómo os lo montáis con tres hijos y vuestras agendas?

—Cuando me preguntan cosas de cómo haces con los niños y tal, digo que como el resto de las madres, intentando organizarte. Pues esto igual, como el resto de las parejas, intentando organizarnos de la mejor manera posible, cada uno en su familia también tiene sus acuerdos y su manera de gestionarse con la profesión y en casa, y ya está. Pero yo tampoco eso lo enseño en las redes, porque no creo que mi manera sea la manera de hacer las cosas, sino que es la que a nosotros nos funciona. No tengo la necesidad de tener que mostrarlo. Pero bueno, somos dos personas a las que nos encanta nuestra profesión, viajamos mucho y trabajamos mucho, y somos unos padres que lo primero y lo fundamental son nuestros hijos, e intentamos darles la mejor educación y estar ahí con ellos. Ha habido muchas preguntas del tipo: «Pero bueno, ¿te marchas a trabajar y dejas a tus hijos?». Pues claro, como el resto de las madres, hay que trabajar y ganar dinero. Y aparte, los niños ven que tanto mamá como papá trabajan para pagarles una educación, una casa, los cumpleaños y todo. Está bien eso, que lo vean.

—Y supongo que te lo preguntan a ti, no al padre.

—De todas formas, quiero decir que también lo hacen bien quienes llegan al acuerdo de que eso no sea así. Es decir, si como familia los dos están de acuerdo en que una persona se quede más pendiente de la casa y la otra trabaje fuera, también me parece superlícito. Pero, efectivamente, yo no creo que esa pregunta la hayan hecho nunca al revés, es como si fuésemos las mujeres las que nos llevamos esa pregunta. Yo tengo claro que esa parte se la quiero enseñar a mis hijos y a mi hija.

—Has dicho que con 35 años ya empiezan a darte papeles de madre de adolescentes, y que han dejado de proponerte escenas subidas de tono. ¿Ya eres mayor para el cine?

—Lo de las escenas más subidas de tono, de alguna manera, a modo personal, como que me da vergüenza y tal. Pero sí que es verdad que esas escenas se las lleva la gente joven. Como si no hubiera escenas íntimas en gente más mayor, igual es que no venden tanto, no lo sé. Y sí, ahora lo que estoy recibiendo es más papeles de madre de hijos de 16 o 18 años. Obviamente, no puedo ni quiero quejarme, porque estoy trabajando, pero por otro lado es como para plantearse qué imagen es esa, porque yo no estoy interpretando mi edad real. Estoy haciendo papeles de mayor, muchos que me llegan ya es: mujer de 40, con hijos. No sé, da qué pensar.

—¿Tú cómo te sientes?

—Yo no me siento mayor solo por la profesión. He vivido siempre todo muy rápido, he tenido una adolescencia muy prematura, con 13 años ya hacía cosas como de mayor, con 18 o 20 ya estaba fuera de casa y trabajando, ganando mi propio dinero... He tenido hijos también mucho antes que el resto de mis amigas de mi misma edad. He vivido como todo muy deprisa, siempre he ido más mayor de la edad que me correspondía. Así que no voy a decir que es por la sociedad ni nada de eso. No, yo también me he sentido así.

—Esta frase es tuya: «No me gustaría pensar que solo eres buena actriz si engordas o te rapas».

—Ja, ja. Sí, no hay que obsesionarse ni buscar solo eso. Muchas veces lo oyes, ¿no? Cosas como: «Tú que te han visto siempre como así, más guapa, haz un papel de este tipo en el que apareces y no seas tú...». Y ya dices: «Aaaah, vale. ¿Tengo que raparme la cabeza o tengo que engordar para que vean otra cosa? No es solo eso. Hay papeles con los que, sin que haya un cambio físico, es mucho más difícil transmitir algo, porque en lo físico ya te estás apoyando. Que yo soy superfán de los cambios eh, soy la persona a la que más le gusta cambiar de pelo... de todo. Si me lo proponen lo hago, me lanzo de cabeza claramente, pero me gustaría pensar que no tiene por qué ser así.

—Tienes cinco estrenos por delante. Tú no has parado nada.

—En realidad fue todo justo antes del parón. Llevaba un tiempo sin trabajar, estaba con la promoción de cosas que había hecho anteriormente, pero al terminar el confinamiento ha empezado a haber un montón de proyectos, he estado trabajando mucho, y ahora otra vez es cuando empiezan a salir. Además de Todos mienten, también tengo una comedia de Nacho García Velidia, Por los pelos. En Netflix la serie Bienvenidos a Edén, luego la de Dos años y un día, con Arturo Valls y La piel del tambor [adaptación de la novela de Arturo Pérez-Reverte].

—Te hemos visto en A Coruña en la boda de Marta Ortega, una gran amiga tuya. ¿Cómo viviste aquello?

—Pues mira, no había estado nunca en A Coruña. Y creo que eso es lo bueno que tiene la familia Ortega. Yo a la que conozco más es a Marta, y ella es superbuena anfitriona, y lo que quiere siempre es enseñar. Mira ahora cómo ha hecho la exposición también de Peter Lindbergh. Quiere siempre llevarlo todo a su tierra, promocionarla, a pesar de que ellos son tan internacionales. Pero luego son muy, muy caseros también, muy defensores de lo suyo, y eso me encanta. Es un orgullo que ella haya adquirido ese cargo, ese puesto, y como mujer me parece que representa unos valores maravillosos. Yo le escribí y le dije: «Qué orgullosa estoy, eres un referente, vas a poder con esto, y a tope». Y seguro, eh, porque luego además es que ella le pone la cabeza, y lo tiene clarísimo. Es una tía supertrabajadora. Y de la boda, qué te puedo contar, pues que fue maravillosa. Porque como siempre lo hacen todo con tanta cabeza y con tanta pasión, y atienden siempre tanto a los invitados, y en su tierra, pues fue espectacular. Yo no he vivido una boda igual en la vida, y superagradecida de que siempre piensen así en sus amigos. Tengo que volver, recuerdo ese solazo de aquel fin de semana allí, y sí que me he quedado con ganas.