Sonia y Mila: «Nuestros hijos pasaron de mujer a hombre sin sufrimiento»

ALEJANDRA CEBALLOS LÓPEZ / S.F.

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Estas madres han acompañado a sus hijos de 16 y 13 años en la transición de género. «Mucha gente cree que los aleccionamos, pero solo los ayudamos. Son carne de tu carne», confiesan

25 jul 2022 . Actualizado a las 17:10 h.

«Casos como los nuestros son muy importantes para que podamos visibilizar que la transición de género o sexo no tiene por qué ser un calvario para las familias ni para los niños». Esas son las declaraciones de Sonia Fernández y Milagros Besada, dos madres de la provincia de Pontevedra cuyos hijos han pasado de mujeres a hombres con total naturalidad.

A pesar de las dudas de terceros, ellas han puesto por encima de todo el respeto a la identidad de sus hijos. Han atravesado trámites legales, médicos y los cuestionamientos de familiares a lo largo de la transición. Después de lo que han vivido, destacan que la libertad de sus niños es lo que las hace más felices.

Sonia y Milagros se conocieron en Chrysallis, una asociación de acompañamiento a las familias de menores trans. Mila, como cariñosamente conocen a Milagros, llevaba dos años en la asociación cuando Sonia llegó buscando acompañamiento para su caso, a pesar de que ella sabía lo indispensable sobre el tema.

«Hice un curso en la escuela donde trabajaba, así que toda la información necesaria para una familia que tiene un menor trans a mí ya me la habían dado: qué es expresión de género, por qué ocurre... Cuando mi hijo tuvo valor y me dijo: `Soy N´, yo estaba preparada. Él empezó su transición con un corte de pelo; al principio pensó que era de género fluido, pero al cabo de unos meses decidió que se identificaba como un chico. Sus amigos lo ayudaron a escoger el nombre y todo fue muy simple», relata Sonia.

Mila, por su parte, lleva dos años en la asociación. Su hijo, que ahora se llama Eider, lleva tres desde que verbalizó sus intenciones de transición y hace uno comenzó con el proceso de hormonación. «Lo primero que hizo fue cambiar su nombre en mi teléfono. Yo estaba buscando a Laura y me encontré con Eider, pero seguía siendo su foto. Al principio cuesta, cuando sus amigos del instituto venían a casa a buscarlo y preguntaban por su nuevo nombre, no sabía de quién se trataba, pero luego te adaptas. Él llevaba un tiempo yendo al psicólogo y con su ayuda nos contó a su padre y a mí lo que le estaba pasando».

Lo más complicado no es que los padres lo entiendan —al menos en estos dos casos— sino todo lo que implica poder replantear la identidad.

Cuando tú los aceptas, la gente cree que tú les vendes una idea, pero solo reconoces que tu hijo sea quien siente ser.

Además, muchas personas cuestionan la actitud de los padres. «Hay gente que piensa que nosotros los aleccionamos, pero simplemente los apoyamos. Cuando tú los aceptas, la gente cree que tú les vendes una idea, pero solo reconoces que tu hijo sea quien siente ser. Al final es carne de tu carne, no puedes más que validarlos», cuentan.

El proceso empieza por la escuela, donde, a nivel estatal ya hay un protocolo. «Cuando un menor se pronuncia trans, en el centro educativo debe ser nombrado de acuerdo con lo que él haya elegido y debe tener libertad para usar los baños y vestuarios con los que se sienta cómodo. Los amigos suelen ser los primeros validadores, incluso a veces dicen: `Bueno, es que era obvio, ¿no?´. Normalmente es más complicado para los adultos que para los niños aceptarlo», señalan.

A través de búsquedas en internet o recomendaciones de trabajadores sociales, algunas familias llegan a asociaciones como Nós mesmas, Llas, Quérote y similares, que ofrecen apoyo a los menores o a las familias, según sea el caso.

Mediante chats grupales y encuentros periódicos, las asociaciones cumplen una función de acompañamiento y formación. «Chrysallis es una red entre las madres. Te recomiendan a qué medico ir, cuáles debemos evitar para que no sea un obstáculo en el proceso. O, por ejemplo, cómo tienen que cambiar el DNI. A veces los funcionarios te piden más requisitos de los que realmente necesitas, como un certificado de disforia de género, pero ya no es legal que lo soliciten, porque según la OMS, no es un trastorno. Hay otros que son muy majos y respetan mucho a los niños. Eso es importante, lo primero que queremos como madres es que los traten bien. Para ellos ya es complejo sentir que su cuerpo no es el indicado, pues imagínate a eso sumarle que te cuestionen todo el tiempo», explican.

Además de este acompañamiento legal, en las asociaciones encuentran un lugar seguro donde tanto familias como niños pueden normalizar su condición. «Hay grandes reuniones cada dos años. Van los padres con los menores. Estar en un hotel con muchas familias donde hay uno o más hijos trans es una forma de ver que es una realidad posible. Para los adultos se caen muchos prejuicios y para los niños implica evidenciar que no están mal».

Identidad en el cuerpo

Cambiar el nombre es solo el inicio del viaje. En algunos casos, después hay que conversar con el resto de la familia, hacerlo público y, posteriormente, pasar por exámenes médicos, psicológicos y a veces psiquiátricos, para lograr la reasignación hormonal, e incluso cirugías para cambiar los genitales.

«Normalmente te dicen que si te estás hormonando, eres un trans más válido, y no es así. Se trata de que no te sientas menos hombre o mujer por tu aparato reproductor. Yo tengo una mastectomía radical, en un punto se me cayó todo el pelo por el cáncer y no por eso soy un hombre. Hay que normalizar las distintas corporalidades. Ojalá Eider también lo entendiera de este modo», explica Mila, que pese a esta opinión, ya inició los trámites para que su hijo se realice la mastectomía. «Se están reconstruyendo para poder ser quienes son, y quieren verlo reflejado en el espejo», dice.

A pesar de que algunos familiares de Eider llegaron a afirmar que lo suyo era una moda, él ya lleva un año desde que inició la hormonación y no ha faltado a ninguna de las citas que tiene cada 21 días para aplicarse testosterona. «Me avisaron de que tendría cambios de humor y fue duro. A la adolescencia súmale esto. Tenía altos y bajos, además de que él pensaba que iba a ser de la noche a la mañana y eso lleva su tiempo. Para mí también fue complicado ver cómo se transformaba, pero pasó de ser supertímido, incluso le hicieron bullying, a ser superempoderado. A decir: `Aquí estoy yo, quien me quiera bien, y quien no que no me mire´. Verlo libre me hace muy feliz», relata Mila.

En cuanto a N, inició su transición con el corte de pelo, luego hizo pública su decisión, en enero cambió su nombre y está esperando el resultado de los exámenes médicos para iniciar su hormonación.

Las madres, por su parte, saben que tendrán que enfrentarse a burocracias, familiares indiscretos y leyes con las que no están de acuerdo, pero no dudan en apoyar a sus hijos. «Ellos tienen la valentía de reconstruirse desde cero y eso es un aprendizaje para todos. Cuando hay una persona vulnerable en tu familia, terminas viendo el mundo de otra manera más enriquecedora. Lo vivimos como una bendición», concluyen.