Mónica Alejandra y Candela Lola: «En nuestra familia todos tenemos nombres compuestos muy originales»

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MARCOS MÍGUEZ

Las dos son madre e hija. La abuela se llamaba Lola Mónica, y el padre de Candela es Adrián Flavio, pero no se vayan todavía, que aún hay más

09 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En esta época en la que los niños se llaman Noa, Leo, Sara, Bruno o Sofía encontrar a alguna persona joven que tenga un nombre compuesto es una rareza. Pero en YES sabemos que lo más curioso o extraño siempre asoma en nuestras páginas, así que aquí va la historia de Candela Lola. Tiene solo 20 años, pero si sumamos las sílabas de su nombre y su apellido, ya tenemos casi para un relato breve: Can-de-la Lo-la Ba-ttia-to Mi-ño-nes. Eufónico, desde luego, es, y la música la aproxima a ese gran artista que fue Franco Battiato. Por las venas de Candela Lola también corre sangre italiana por parte de padre, si bien por el lado materno sus orígenes son de pura cepa galega. La madre y el padre de Candela Lola se conocieron en Argentina, adonde habían emigrado previamente los abuelos. Los maternos, Delia y Ricardo, no sabían qué nombre ponerle a su hija, así que decidieron hacer una pequeña encuesta a medida que iban conociendo a gente y así surgieron dos nombres que les gustaban: Mónica y Alejandra. Aunque también barajaron otros como Nancy Claudia, una propuesta de un zapatero que les sugirió esa mezcla para su hija. Como uno tiraba por Mónica y otro por Alejandra, para que no hubiera peleas, decidieron juntarlos, y así la madre de Candela Lola se quedó con ese compuesto original que ya la marcaba como una mujer de recorrido largo.

«En Argentina es muy habitual que haya dos nombres porque como solo tienen un único apellido suelen combinar los dos primeros, pero no con mezclas tan exóticas como las que hay en mi familia», relata Candela Lola. Ella también es producto de esa pequeña tensión que puede provocar en una pareja elegir cómo llamar a un hijo. A Mónica Alejandra le gustaba Candela para su hija y a su marido, que también tiene un nombre curioso, Adrián Flavio, prefería el nombre de Lola. Por eso se quedó con esta combinación de raíz española: Candela Lola.

«El Lola me viene de mi abuela paterna, que era Lola Mónica, y ya es una casualidad que comparta el Mónica con mi madre, que es su nuera, así que en ese cruce de nombres, tal vez yo elija el Mónica de segundo para alguno de mis hijos», bromea Candela Lola, que de pequeña odiaba su nombre por esa prolongación que la llevaba a escribir mucho en cualquier examen: Candela Lola Battiato Miñones.

En general la conocen por el primero, pero los profesores solían llamarla por los dos para diferenciarla sin necesidad de usar su apellido.

«He buscado por internet y la verdad es que no he encontrado a nadie que tenga exactamente mi nombre, he dado con una Candela Battiato, pero nada de Candela Lola», se ríe, mientras hace memoria de todas las originales combinaciones que tienen en su familia.

MUCHA TELENOVELA

«Mis abuelos paternos eran Lola Mónica y Roberto Próspero, los dos tuvieron tres hijos: Adrián Flavio, mi padre; Roberto Cristian y Susana Beatriz. Roberto Cristian le puso a su primer hijo Cristian Omar, y al segundo, Luca, que es la excepción de la familia; y mi tía Susana Beatriz es madre de una niña de nombre Yael Nazaret», cuenta.

Yo solo estoy pensando en cómo llamarlos a todos a la mesa para comer en Navidad y ya me pongo a temblar, porque por parte de madre, los abuelos Delia y Ricardo también quisieron dejar huella en sus hijos. Además de Mónica Alejandra, tuvieron a Jorge Mario, Ricardo Alberto (nótese que uno ya lleva el nombre del padre) y a Rubén Oscar, y no lo acentúo porque en Argentina ellos lo pronuncian así, como palabra aguda. De esta saga con nombres muy de telenovela salieron los primos de Candela Lola, que se llaman Melina del Rosario, Darío Leandro, Guido Sebastián, Yanina Irene y Matías Oscar (también sin tilde). No me digan que no es como para enmarcarlos todos en letras doradas porque en pocas familias se da una producción onomástica tan exuberante.

«Yo estoy acostumbrada a esa herencia, pero en cuanto lo cuento por ahí es cierto que todo el mundo se sorprende porque incluso en Argentina, que ya son más dados a nombres diferentes y telenoveleros, los de mi casa llaman la atención», expresa Candela Lola, que a sus 20 años recuerda bien su bautizo.

«Yo llegué a España con siete meses, mis padres querían darme un futuro mejor que el que se presuponía en Argentina y en plena crisis cogieron rumbo a Muxía, porque mi abuela materna era de esa localidad. De allí nos mudamos a Pastoriza, en Arteixo, y después ya a Carballo. Yo no estaba bautizada, fueron pasando los años y los años, y cuando tenía 10 y mis amigos estaban haciendo la primera comunión, yo hice mi bautizo», indica Candela Lola. Lo que quedó pendiente, eso sí, fue la comunión, salvo que con 20 años ella ahora se anime. Todavía es muy joven y no se plantea tener hijos, pero a lo largo del tiempo ha ido modificando su opinión sobre los nombres: «De pequeña me gustaban los cortos, no me planteaba que un hijo llevase uno tan largo como el mío, pero ahora, si tuviera una niña, le pondría Mónica por amor a mi madre y a mi abuela». A ella le gustan los nombres de origen gallego y se inclina por Uxía o Lúa para niña, pero para niño le tira su rama italiana y piensa más en Marco o Luca. «Aunque Nicole para niña también me gusta mucho», matiza.

PODRÍA HABER SIDO ADRIANA

Italia es un país que adora y allí se va de vacaciones habitualmente porque su padre tiene amigos en Ancona, que está bañada por el Adriático. Lo que Candela Lola no conoce aún es Sicilia, de donde procede toda su familia paterna, y adonde ella quiere viajar en cuanto pueda. De allí era su abuelo, Roberto Próspero, que, por cierto, quería que su nieta en lugar de llamarse Candela Lola fuese Adriana. ¿Por qué? Porque su hijo, el padre de Candela Lola, se llama Adrián Flavio y así su nieta continuaba con la tradición onomástica de llevar un nombre de origen italiano.

Las tías abuelas de Candela Lola también eran italianas, emigraron a Argentina, pero después dos se fueron a Chile. «Ahora solo vive una, que se llama Angélica Francisca. Sus hermanas eran Ernestina Evelia y Lola Mónica, mi abuela, aunque tenían otra que se quedó solo con Sofía», concluye Candela Lola, que presume de esa originalidad familiar sin el peso que suponía cuando era una niña. «Me daba vergüenza tener dos nombres, en clase me vacilaban y en el grupo nunca podía pasar inadvertida cuando los profesores pasaban lista en el colegio. Mi nombre ha sido mi marca, pero lo bueno es que nadie se olvida de mí, así que ahora le veo el lado positivo». Palabra de Candela Lola Battiato Miñones.