Saúl Barroso: «Gracias a mi padre pasé de suspender todas a estudiar Magisterio»

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La insistencia de su progenitor y encontrar en el deporte una salida hizo que su vida se encauzara: «Me gustaría ayudar a los jóvenes. Creo que les puedo dar buenos consejos»

07 mar 2023 . Actualizado a las 11:55 h.

Saúl Barroso estaba destinado al fracaso escolar. Lo sabe muy bien tras desvelar su expediente académico en la ESO. Y también reconoce su culpa. Digamos que la adolescencia lo arrolló y no supo gestionarla. Pero su padre, que nunca se dio por vencido, supo motivarlo para que tomara las riendas de su vida y se centrara en sus fortalezas, en lo que realmente le gustaba hacer, para así dejar a un lado sus debilidades.

«Estaba en la edad del pavo y me volví rebelde, la verdad. Pasaba de estudiar y la liaba una y otra vez. Tampoco es que haya hecho nada grave, pero sí que la he liado bastante en el instituto», es lo primero que dice este joven de 24 años nada más comenzar a explicar su caso. «Por ejemplo, tiré una pizarra con un colega por la ventana. Y también he llegado a hacerle bullying a otras personas. Me metí en algún berenjenal que otro por algún tema de estos», se sincera. También explica que en esa época se encontraba muy perdido. Sin saber muy bien por dónde ir: «Sentía incertidumbre porque, al fin y al cabo, no sabes lo que tienes entre manos. Estaba allí un poco como para pasar el tiempo. Y no pensaba en lo que realmente quería. Tampoco tenía la suficiente madurez para recapacitar y reflexionar sobre ello», aunque sí reconoce que su autoestima no se vio afectada en toda esta etapa.

Segundo de la ESO

«Fui al colegio de toda la vida de mi pueblo [en Cáceres], con mis amigos de toda la vida. Así que bien. En la etapa de primaria sí que me sentí arropado. Pero en la etapa de ESO, sobre todo, en segundo, ahí ya fue cuando me quedaron todas. El primer curso no lo llegué a terminar del todo, pero pasé a segundo y ahí ya fue cuando me pegó muy fuerte la edad del pavo», aclara. Mientras, todo esto lo veía y lo sufría su padre, que era educador social en el mismo centro en el que estaba Saúl. «Mi padre ha sido profesor toda la vida. Pero él después hizo Educación Social y era el educador del instituto donde yo iba. Recuerdo una vez que se me puso a llorar en el instituto porque como bien dice el dicho: ‘En casa del herrero, cuchillo de palo'. Pero bueno, con el tiempo te das cuenta y recapacitas», comenta sobre la impotencia que vivió su progenitor al no saber cómo encauzar la formación de su hijo.

Ese fue, quizás, su punto de inflexión. Y tras la insistencia de su padre para que tomara las riendas de su vida, poco a poco se fue dando cuenta de cuál era el camino que tenía que seguir: «A mí, de toda la vida, me ha gustado mucho el deporte. Soy muy deportista. Suspendía todas, pero aprobaba Educación Física». Fue así cómo se apunto al Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI), que es una vía para los alumnos que no han obtenido el título de la ESO: «No es una FP como tal. Es un recurso que te permite convalidar la ESO. Los hay de electricidad, de mecánica, de jardinería, como el que hice yo. Me metí ahí porque era la única alternativa que me daban. Allí íbamos toda la calaña, por así decirlo. Era en una nave en el mismo pueblo al que iba al instituto y nos tenían apartados. Iban los que se portaban mal», pero ahí Saúl comenzó a cambiar y logró aprobar el primer año. El segundo curso lo hizo en otro centro educativo, pero también logró sacarlo: «Con mis altos y mis bajos, pero sí. Y ahí ya fue cuando pude entrar en un grado medio de actividades deportivas». Y todo se encauzó.

Su gran motivación

«Le cogí el gusanillo, pero sobre todo, fue por mi padre, que también ha sido una gran motivación. Y también creo que la educación en casa es básica. Si no fuera por mi padre, creo que, a día de hoy, no hubiera estudiado. Gracias a él pasé de suspender todas a matricularme en Magisterio. Ha sido una gran influencia. Él es una persona muy culta y nosotros tampoco tenemos ninguna empresa. Quiero decir, que no tenemos herencia ninguna. Y él ha querido siempre que nos buscáramos la vida lo mejor posible para el día de mañana», comenta visiblemente agradecido por todo el esfuerzo de su progenitor.

Después de ese grado medio, llegó un grado superior también en deporte: «Sinceramente, me hubiera gustado hacer Ciencias del Deporte, pero no me cogieron. Fue así como decidí hacer Magisterio. Y nada, aquí estamos. La verdad es que estoy bastante contento», reconoce. Y no es para menos, vistas sus expectativas de hace unos años.

Pero Saúl sabe que todavía no ha alcanzado su meta profesional, que no es otra que la de llegar a ser profesor de gimnasia en un instituto. «Ahora me he especializado en Educación Especial porque hay plazas limitadas en la Universidad de Burgos para poder hacer la de Educación Física. Hay una nota de corte y se presenta mucha gente. Yo tampoco soy de los mejores estudiantes y no he podido entrar ahí. Pero sí me gustaría hacerlo el día de mañana, porque con el grado superior te convalidan algunas asignaturas», comenta decidido, mientras explica que no hay nada que lo motive más que ayudar a alumnos en plena adolescencia.

«Me gustaría dar clases a jóvenes y ayudarlos, es lo que más me gusta. Por mi experiencia creo que les puedo dar buenos consejos», asegura. Tan involucrado está con el tema que comenta que le gustaría hacer su trabajo de fin de carrera sobre el fracaso escolar: «Es un tema que me gusta. Y me encantaría que alumnos, con un perfil como el mío y con una situación similar, tengan la oportunidad de salir adelante».

El sistema educativo

Porque Saúl, además de los problemas típicos de la adolescencia y de las situaciones personales de los alumnos, cree que el sistema educativo también tiene mucha culpa del fracaso escolar: «Por supuesto. Es el principal culpable». «El sistema intenta que la gente sea productiva para que el día de mañana trabajen para otros. No se incentiva el pensamiento crítico, la creatividad. Aunque es verdad que a día de hoy se está abriendo algo más. Pero creo que hay que cambiarlo desde la base. Dando pinceladas podemos cambiar cosas, pero solo en cierta medida», afirma este estudiante de último curso de Magisterio, que aboga por una «revolución total».

También opina que los profesores se deberían centrar en las fortalezas de cada alumno en concreto. «Aparte de la teoría que hay que dar en su clase, el profesor tiene que ver un poco más allá y mirar un poco por cada alumno, de forma individualizada. Pero si te ponen 30 niños por clase, con una hora o dos que les des al día, la relación entre el alumno y el profesor no llega a ser del todo afectiva. Y yo creo que la educación también tiene que ser un poco afectiva, además de educativa», reconoce.

Por el momento, todavía no se ve dando clases. Quiere seguir formándose, terminar Magisterio y lograr su sueño de dar clases de gimnasia en un instituto. «Me gustaría trabajar con chavales, no con niños muy pequeños. Me gustan más grandes, en la edad del pavo, como estaba yo», insiste.

El deporte

Además, reconoce que el deporte le ha salvado de un futuro nada esperanzador: «Me ha ayudado a seguir adelante y me dio una alternativa para el día de mañana. Así que estoy muy agradecido. Yo he tenido la oportunidad de cursar algo que siempre me gustó y puedo seguir con ello. Creo que todo el mundo debería tener esa misma oportunidad. Todo el mundo. Aunque a día de hoy es un poco difícil. Pero se debería hacer algo». Asimismo, explica que España está «entre los primeros» en fracaso escolar, si se compara con otros países europeos, por lo que considera que es más necesario que nunca una reformulación del sistema educativo para que estos chavales no se sientan excluidos y tengan la oportunidad de tomar las riendas de su vida.

Todavía no se atreve a decir si cree que el día de mañana será un buen profesor. «Me gustaría», confiesa. Pero por sus ganas, su compromiso y su actitud se podría decir que gran parte del camino para conseguirlo ya lo tiene hecho. Una persona que aprende de sus errores y que los utiliza para ayudar a los demás está más que capacitado para ser un buen profesional. No nos cabe duda.