Rubén, maltratado por su pareja: «Pedí ayuda y me dijeron que al ser violencia de un hombre a otro no me podían ni escuchar»

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Las parejas homosexuales también sufren maltrato en sus relaciones, pero la Administración los excluye de recibir ayuda y asistencia. Un joven de 20 años cuenta cómo logró alejarse de su agresor

13 mar 2023 . Actualizado a las 16:53 h.

Las parejas homosexuales no son ajenas a la violencia en el ámbito doméstico. El rol de víctima y maltratador también se repite en estos casos, aunque no sean considerados violencia de género, sino de intragénero, y queden excluidos de las ayudas y medidas de protección que se aplican en los primeros. Ni siquiera la policía puede actuar de oficio en estos casos. El chico de la foto, que no quiere que aparezca su nombre ni su cara, ha sufrido este tipo de violencia durante varios meses por parte de su pareja, otro chico. Digamos que se llama Rubén y este es su caso. Su relato es el abecé de la violencia en pareja.

«Llevaba casi dos años con él. Y fue poco a poco. Empezó con un control del móvil, de seguidores y demás. Luego el control fue subiendo con las quedadas con amigos, dónde salía, qué planes hacía... Todo, muy poco a poco, sin darme cuenta, hasta que al final en una de estas discusiones de con quién había quedado o dónde había ido se fue de madre el cabreo», comenta este joven, que tiene ahora 20 años y que explica que las agresiones comenzaron en el verano del 2021.

«Es un empujón al principio. Fue en un viaje fuera del país. Esa fue la primera vez que me empujó. Lo perdoné porque vi que un calentón lo puede tener cualquiera. O eso es lo que pensaba. La segunda vez ya no fue un empujón, fueron dos. La tercera vez me dio un guantazo. La cuarta fue en público, no era ya cosa de esconderse tanto. Y fue subiendo hasta que las agresiones fueron más fuertes», comenta todavía afectado por la situación. Cuando se refiere a agresiones fuertes explica que son «puñetazos en la cara o empujones con la intención de hacer daño y con violencia». Y reconoce que llegó a tal extremo la situación que llegó a temer por su vida: «Hubo agresiones y empujones con algún puñetazo que me mareé de más o me di con un mueble en la cabeza y sangré mucho. Él, al principio, no me dejó verlo, pero cuando lo vi con la cámara del móvil y me vi toda la cara sangrando y vi su cara de susto, pensé que lo siguiente era que me diera un mal golpe y me muriera».

El 25 de diciembre del 2021 se produjo la gota que colmó el vaso. «Fue en una quedada con unos amigos. Nos habíamos conocido hacía un par de semanas, pero nos llevábamos muy bien. Pero a él le molestó que contara algunas cosas de él y cuando se fue la gente, me pegó. Hubo un chico que se dio cuenta y me ofreció su ayuda. Ahí ya me desmonté y le conté todo. Y sentí que ya no podía volver a lo que tenía», comenta.

Nueva relación

Ese chico le hizo abrir los ojos por completo: «Fue un apoyo y empecé una relación con esa persona. Él me entendió y me enseñó una forma de amor muy distinta a la que yo conocía. A lo mejor, si no hubiera sido por él, me hubiera quedado con la idea de amor que tenía antes. Tuve suerte de encontrarlo», aunque reconoce que al principio le costó mucho iniciar esta relación. «Antes, si mi novio salía sin mí era algo muy grave, era que algo había pasado y que me iba a poner los cuernos como castigo porque algo había hecho mal. En cambio, con este chico, si yo le decía que iba de fiesta, él simplemente me decía que me lo pasara muy bien. Y esas cosas me impactaron mucho porque estaba acostumbrado a recibir respuestas agresivas a cosas normales. Fue un shock».

Rubén necesitó ayuda psicológica para superarlo. Recurrió a Orienta (Oficina Integral LGTBI), donde le prestaron ayuda psicológica y asesoramiento legal. «Estuve yendo a una psicóloga y también estuve con antidepresivos, porque me diagnosticaron depresión. Pero todo eso se acabó a los meses de dejarlo con él. Y cuando fui a hablar con la abogada, me dijeron que era un caso de violencia intragénero», dice. Pero Rubén no lo denunció. «No lo hice porque lo único que quería conseguir era distanciarme de esa persona. Que me dejara en paz y acabar con todo. Y eso lo conseguí sin la denuncia, con un acuerdo con sus padres para no volver a verlo. Entonces, veía que la denuncia no me iba a dar más de lo que ya tenía», asegura.

A raíz de dejarlo, Rubén tenía muy claro que no quería hablar con su expareja bajo ningún concepto. «No quería ni siquiera cruzarme dos palabras con él porque sabía que si lo hacía, iba a terminar volviendo. Perdonándole, en plan: ‘Venga, que no pasa nada'», explica. Pero, al principio, Rubén no consiguió que lo dejara en paz. «No dejó de escribirme. Se presentó en la puerta de mi casa, a pesar de saber que yo no quería verle. Llamaba a mis padres, a mi hermano, a mis amigos les escribía... Lo que quería era que yo terminara hablando con él», afirma. Hasta que llegó un día en que se produjo algo inesperado: «Vino a mi casa, yo le dije que no iba a bajar y él amenazó con que se iba a suicidar, si no hablaba con él. Sus padres me pidieron ayuda para que lo buscara, porque después no sabían dónde estaba ni les cogía el teléfono. Tuve que ir y cuando lo encontré fue cuando ya le dije que esa era la última vez que iba a volver a hablar con él, que le había enviado a su padre la ubicación de dónde estábamos y que una vez que viniera no quería saber nada más de él». En cuanto llegaron sus progenitores, Rubén habló con ellos: «Me preguntaron cómo podían ayudar a su hijo para que no fuera así, que qué habían hecho mal. Les conté mi experiencia y lo que creía que pasaba y les pedí no volver a tener ningún contacto con él. Ellos me lo garantizaron, entonces ya conseguí lo que quería con eso».

Rubén también explica que durante todo este proceso se sintió muy solo por parte de las instituciones. «Llamé a varios números de ayuda porque no tenía ni idea de qué hacer y me respondieron que solo ayudan a mujeres, que al ser violencia de un hombre a otro, aunque el caso fuera el mismo caso, no podían hacer nada ni siquiera escucharme. Ahí es donde noté la diferencia. Me costó muchísimo encontrar ayuda. Me sentí más solo aún. Sentía que no tenía el mismo peso, lo que me pasaba a mí, que lo que veía en la televisión», comenta. Y aboga por que la violencia sea violencia en todos los ámbitos: «Yo creo que al final es el mismo tipo de violencia. Se da por lo mismo, porque una persona se cree superior a otra. En el caso de la violencia machista se cree superior por el hecho de ser hombre y en el de la violencia intragénero es una persona que se sigue creyendo superior a otra y adopta ese rol».