Dormir en los pazos de Portugal, un lujo histórico

YES

B.S

Este tipo de alojamiento ofrece una manera distinta de recorrer el interior portugués, desde su patrimonio, su historia y sus significados. El contacto con los propietarios convierte la experiencia en un ejercicio de memoria

30 mar 2023 . Actualizado a las 15:19 h.

La noche es fría, helada. Llegamos a Ponte da Barca (distrito de Viana do Castelo) al atardecer, cuando el río empieza a expulsar una bruma espesa, que asciende hacia las viñas de albariño y congela el valle. Siguiendo la carretera sinuosa, en un alto se levanta Portela de Sampriz, donde nos reciben como si llegáramos a una casa de postas de hace cuatro siglos. En este entorno hostil, nos acogen la hospitalidad y el calor de la leña que la imaginación confiere a otra época. Cruzamos rápido el patio de la quinta, giramos por dos pasillos y aparecemos en la habitación principal, que recrea, con todos los muebles originales, la posada real que ocupaban las reinas lusas cuando paraban en Guimarães. «Cuidamos hasta el más mínimo detalle», se enorgullece Alberto Tavares, el dueño de la propiedad. Mientras nos instalamos, la cena está lista. Nada de bacalhao, ni frango, ni pasteis de nata ni demás gastronomía dictada por el folklore. Comemos merluza con verduras y bechamel, receta y exquisitez de la casa. El vinho verde, que no se discute, pone el toque regional, igual que los magalhaes de postre. Tras la cena, atravesamos la biblioteca, casi tan fría como el exterior, y llegamos a un salón, donde ya arde la chimenea.

CASA DA PORTELA DE SAMPRIZ, PONTE DA BARCA Goza de numerosas curiosidades históricas en el interior
CASA DA PORTELA DE SAMPRIZ, PONTE DA BARCA Goza de numerosas curiosidades históricas en el interior B.S

 Si quedaban dudas de que estamos en otro mundo, se disipan: «Restauramos esta quinta del siglo XVII hace una década», cuenta Tavares. «Pertenecía a la familia de mi mujer, pero estaba muy deteriorada, había partes deshabitadas y faltaban los muebles originales. Para nosotros es un proyecto vital poder recuperar un patrimonio tan valioso y compartirlo. Pero para mí también era algo personal», explica. «Recuerdo cómo pasé mi infancia, también, en un solar como este, que mi familia tuvo que vender. Me gustaba especialmente la chimenea, que es la que ahora está aquí mismo». Lo vemos con incredulidad, sin acabar de entender: «Sí, sí, 30 años después, volví a la casa de mi infancia, pregunté si podía ver la chimenea, resultó que la habían conservado y me la regalaron». No lo dice con ostentación, sino con emoción. Se refiere a patrimonio en términos históricos, pero también personales. Una herencia física y material, familiar y regional, que resume el valor que atesora la red de Solares de Portugal, que se extiende por todo el país y encuentra su mayor concentración en la zona norte.

A través de habitaciones, muebles, recetas, antigüedades o incluso la heráldica, la historia asoma en cada rincón de estos monumentales edificios. Aunque cada uno tiene sus orígenes y su propia historia, los más de 200 establecimientos que componen esta propuesta turística tienen una trayectoria en común. Como valioso patrimonio perteneciente a una familia que ya no puede gestionarlo, se reconvirtieron en alojamiento bajo un sello de autenticidad poco habitual: de reducida capacidad, todos se conservan casi en sus formas originales y siguen habitados por las familias que los llevan ocupando desde su fundación, normalmente de raíces aristocráticas. Esto es lo que en última instancia les otorga su carácter distintivo: el profundo arraigo en la historia portuguesa y la voluntad por que esta se divulgue y se prolongue en el tiempo. «No es solo el lugar, son las tradiciones que también impulsamos en las fechas señaladas», explica Alberto.

Basta un poco de interés para que se relaje y continúe este paseo por la memoria. Se levanta y, en un álbum de fotos y grabados, nos muestra los hitos de su familia, de esta quinta y de la localidad. En la siguiente sala, exhibe una colección de libros elaborados por él mismo a partir de folletos satíricos originales, recopilados en librerías de viejo. Se detiene en los que le hacen gracia o los más curiosos. Siempre, eso sí, con ese saber estar que le permite entender cuándo y dónde están los límites de la curiosidad de sus huéspedes.

La pasión por la cultura es también un elemento común entre todas estas familias. De alguna manera, se sienten protagonistas de ella. Son conscientes de su propia relevancia para las pequeñas ciudades en que se encuentran y no descuidan la transmisión de la identidad de estos lugares, que asumen como una responsabilidad.

 HUÉSPED Y ANFITRIÓN

Es el viajero quien elige un alojamiento de tipo museístico, pero no deja de percibirse que son también los propietarios quienes deciden qué tipo de turistas alojar. «Nos interesa un turismo de calidad», dice Francisco de Calheiros, que fundó la asociación de Solares de Portugal hace más de cuatro décadas. «Vemos el turismo como la manera de garantizar la sostenibilidad de los solares, pero también como una manera de transmitir historias, de entrar en contacto con gente que tiene interés por conocer algo fundamental del carácter de Portugal», explica en el Paço de Calheiros, que fue el primero de esta red, cerca de Ponte de Lima.

PAÇO DE CALHEIROS, CALHEIROS, el primer solar de toda la red, de los más espectaculares de Portugal.
PAÇO DE CALHEIROS, CALHEIROS, el primer solar de toda la red, de los más espectaculares de Portugal. B. S

Precisamente en Ponte de Lima, ciudad en torno a la que se concentran un gran número de solares, es también donde se encuentra la sede y la central de reservas de la organización, donde se puede comprender el fuerte arraigo que este tipo de casas tienen en el país. En fondo y forma, su carácter noble, su ubicación rural y sus dependencias religiosas y agrícolas recuerdan constantemente a los pazos gallegos. Igual que estos en Galicia, son también una manera diferente de abordar el paisaje a través de la historia. Algo que se atestigua en los monumentales solares de São Cipriano, en Guimarães, o en el de Casa de Mateus, en el municipio de Vila Real. La arquitectura se encaja en unos cuidados jardines y permite un recorrido por decenas de generaciones.

PAÇO DE SÃO CIPRIANO, GUIMARÃES El tesoro está en el interior, con habitaciones de otra época, que son todo un lujo.
PAÇO DE SÃO CIPRIANO, GUIMARÃES El tesoro está en el interior, con habitaciones de otra época, que son todo un lujo. B. S

De hecho, la de los Solares es una alternativa capaz de trazar circuitos completamente nuevos. Siguiendo su pista, se alcanza una comprensión diferente del propio concepto de turismo. Importan los significados, el tiempo, el vacío, el silencio. Nada es instantáneo y todo incita a indagar un paso más allá. La mermelada del desayuno sale de un árbol de varios siglos. El vino procede de las viñas que ensombrecen el jardín. Aquí, los anfitriones transmiten la excepcional vinculación de sus casas con la tierra. «Claro que hay quien viene a usar esto como un hotel, pero no les interesa mucho, ni a ellos, ni a nosotros», repiten algunos de los propietarios.

Las habitaciones tienen tanto de hotel como de museo, hasta el punto de que la comodidad puede quedar sometida al detalle, al rigor por lo auténtico. La exclusividad y el lujo no llegan a través de elevados precios ni alardes hoteleros, sino por algo mucho más profundo que el visitante debe ganarse con interés y curiosidad. Si lo hace, entenderá Portugal en toda su dimensión, esa en que lo ceremonioso y lo humilde crean las condiciones perfectas para sentirse como en casa. Estas casas se convierten en las de sus huéspedes, que también se acaban conociendo y volviendo para reencontrarse al cabo de los años. 

INFORMACIÓN PRÁCTICA

En la época estival es habitual que los solares, con una media de una docena de habitaciones, estén llenos con varias semanas de antelación, de ahí que sea complicado improvisar y convenga reservar anticipadamente. Tanto si se decide visitar uno solo o hacer una pequeña ruta, disponer de coche es necesario, dado que se encuentran lejos de los núcleos urbanos y que el transporte público funciona especialmente mal en el interior portugués. El formato más habitual es de estancias de alrededor de una semana, lo que permite desplazarse por los alrededores, aprovechar las rutas de senderismo, conocer la gastronomía local (siempre nos recomendarán buenos restaurantes o bodegas de vino), el propio solar y sus jardines. Los propietarios suelen dominar distintos idiomas y la mayor parte de huéspedes también son internacionales, lo que hace de los desayunos y cenas una muy buena oportunidad para distendidas conversaciones. Los precios, que incluyen desayuno, rondan los 100 euros por noche y las habitaciones son equiparables a las de hoteles de tres estrellas.