Maruxa Barros, 54 años: «Después de 20 años como esteticista me hice albañil y cobro bastante más»
YES
Esta viguesa cambió de sector y hoy es una de las pocas mujeres que hacen trabajos verticales y suspendidos en Galicia. Dice que sus condiciones son «un lujo» y que no volvería a su anterior profesión
02 dic 2023 . Actualizado a las 10:14 h.Quién le iba a decir a Maruxa Barros (Vigo, 1969) cuando se dedicaba a maquillar rostros que acabaría cual Spiderman colgada de un arnés por las fachadas de su ciudad. Veinte años estuvo trabajando en el sector de la estética antes de dar el salto de su vida al de la construcción. «A mí lo que me gustaba de pequeña era jugar al fútbol y hacer casas en lo alto de los árboles. Buscando una salida laboral estudié estética, y durante 20 años me dediqué a eso. Pero luego, tuve la oportunidad de vivir de lo que realmente me apasiona, el deporte y la construcción». Se refiere Maruxa a la espeleología, una disciplina en la que es veterana y compite. Eso fue lo que le abrió las puertas a un trabajo de altura que realizan muy pocas mujeres en Galicia —«yo solo conozco a tres, incluyéndome a mí», señala—. Lleva haciendo trabajos en altura y suspendidos de forma regular desde el 2018; sin embargo, su decisión de girar a la construcción llegó mucho antes.
«Primero estudié Estética. Hice un certificado de profesionalidad, porque empecé con 17 años, y antes no era como ahora que hay que estudiar para trabajar. Yo hice al revés, empecé trabajando y después estudié, así que entré en una empresa que necesitaba gente joven a la que formar. Después, ya me involucré en el mundo profesional de la estética y seguí en él hasta los 32 años, más o menos», apunta la viguesa, que fue madre a los 30. Eso no le frenó para cambiar de profesión. «En ese momento me tuve que pedir la reducción de jornada. Esas cosas que nos pasan a todas...», recuerda.
Corría el año 2009, con su hija aún pequeña, cuando hizo su primer certificado en la Fundación Laboral de la Construcción de Galicia, enmarcado en el programa Mulleres porque si. «Cuando acabé me encontré con que era inviable, porque a la niña había que dejarla en la guardería y antes no era como ahora, que se ha mejorado mucho y abren a todas las horas. En aquel momento me fue imposible encontrar trabajo en el sector de la construcción —mientras se buscó la vida como en viveros—. Pero yo ahí seguí, pico y pala, ja, ja».
Tanto le dio al pico y a la pala que hoy no es solo una de las pocas mujeres gallegas que realizan su trabajo en el mundo de la albañilería en vertical, sino que además es el rostro de la campaña de la Xunta Ti Elixes, que tiene como finalidad el fomento de la presencia femenina en sectores masculinizados a través de 43 charlas a alumnado de 12 centros de 3.º y 4.º de ESO. Hoy es docente en la Fundación Laboral de la Construcción de Galicia y también en la Federación Galega de Espeleoloxía. Inquieta e intrépida por naturaleza, su experiencia en esta disciplina fue la que le llevó a encontrar trabajo uniendo sus dos pasiones.
Contratada al momento
«Encontré mi trabajo actual por casualidad hace cinco años. Una amiga conocía a un amigo que tenía una empresa, y le dijo: ‘Mi amiga viene de un campeonato de espeleología’. Él le contestó: ‘Ah, entonces puede trabajar en vertical’. Y yo pensé: ‘Hombre, las técnicas no son las mismas, pero quizás podría...’. Me dijo si iba un día a probar, fui, me colgué, vi cómo trabajar y ya fue perfecto, ¡contratada! Ja, ja». El apoyo familiar, dice, —«en mi pareja lo tengo y mi hija está orgullosa, y eso vale un mundo»—, es fundamental para tomar decisiones como esta.
¿Cómo es eso de colgarse de las fachadas a los 54 años? «Bueno, si tú estás bien físicamente, los años no importan. Este trabajo es como todos, es como quien trabaja en el mar o en un vivero, que también son trabajos físicos. Obviamente te cansa, pero soy fuerte y voy a entrenar. Los sacos no se suben solos, ¿sabes? Y si eres una plumillas...», resuelve. Pero que nadie piense que para dedicarse a esto hay que ser deportista ni tener nociones de antemano, porque Maruxa asegura que hay tanta demanda para trabajos verticales que las empresas suelen están interesadas. No obstante, ella sí era manitas ya con anterioridad a su viraje profesional. «Sabía pintar, trabajar con un taladro, con una radial... Y como había hecho la formación en el 2009, cuando me llegó esto también había trabajado ya con ladrillos, con pastas y con masas. Siempre me gustó el tema manipulativo», indica. Lo que más agradece es que ningún día sea igual que otro. Hace trabajos en altura y suspendidos, reparaciones de filtraciones de agua y de canalones, cambios de cubierta, mantenimiento de tejados... Y cuando llueve, pasa al trabajo en interiores. Lo que le echen.
A la pregunta de cómo se lleva eso de ser mujer en un mundo de hombres, Maruxa responde sin titubear que en su trabajo hay «superrespeto». «Son compañeros, punto. Sin distinciones». La situación cambia a veces cuando se descuelga de las fachadas y pasa a trabajar a ras de suelo en espacios interiores. «Te das cuenta de que todavía no estamos acostumbrados a ver a mujeres picando, impermeabilizando... Estos trabajos están aún estereotipados». ¿En qué se nota? «En que te vean y te digan: ‘¡Ah, una chica pintando!’. Porque te encajan más en el ámbito decorativo, y se da por hecho que somos nosotras las delicadas, cuando a veces son ellos. La situación tiene que normalizarse y no seguir siendo una entre un millón», indica.
Hace unos meses, Maruxa se hizo viral desde las alturas durante la huelga general del metal, cuando estaba trabajando en una fachada de la Gran Vía de Vigo y pasaron sus compañeros en manifestación: «Algunos me conocían, y empezaron todos a aplaudirme. Fue un momento tan chulo, tan bonito... Me gritaban: ‘¡Compañera!’». A veces, el asombro de los peatones al verla llega a tal punto que le piden una foto. «Alguna señora me preguntó: ‘Nena, ¿te puedo sacar una foto? Perdona, es que mi marido no se cree que haya mujeres trabajando así, y piensa que es un tío con coleta’. También pasa que te ven abajo con el arnés y se quedan esperando a ver si te cuelgas o qué haces, ¡ja, ja!». Vamos, que Maruxa es, sin pretenderlo, toda una atracción. Afortunadamente, estar tan arriba hace que no oiga demasiado.
Las condiciones, «un lujo»
¿Fue un acierto esto de ponerse manos a la obra? Rotundamente, sí. «Mis condiciones son buenísimas. Tengo un horario fantástico, inmejorable. Salimos a las 16.00 y hacemos jornada continua desde las 8.00. Un lujazo. Te da tiempo a vivir, que es de lo que se trata, y para las jóvenes que piensen en la maternidad, saber que hay muchas empresas que facilitan tanto la conciliación también es un atractivo. ¡A ver, chavalas, meteos aquí, que vais a tener chollo sí o sí!», exclama. Tampoco trabaja los fines de semana, y el convenio de la construcción, dice, es el que más días libres tiene. Económicamente, —«aunque a mi edad valoro más el tema del horario y el tiempo libre», dice—, le compensa y mucho: «A mí me encantó ser esteticista durante 20 años, pero cobro bastante más ahora. Y a diferencia de precio, me quedo donde estoy». Quizás eso influya en que se estén incorporando a la construcción, dice Maruxa, muchas mujeres de su edad, «porque sus hijos se han hecho mayores y tienen más tiempo libre. Te dicen: ‘Ahora voy a hacer lo que realmente quiero’. Esas cosas que antes no podían porque les parecía mal en casa o no tenían tiempo».
No hay que temerle a los cambios, aconseja la viguesa. «Somos un sector que no tiene visibilidad y en el que las mujeres no saben lo que en realidad pueden hacer. Al final se trata, sobre todo, de que no tengas miedo. Porque muchas veces lo que más nos frena es eso, el temor. El decir: ‘Voy a cambiar de chollo, no sé cómo va a salir esto...’, esos pensamientos hacen que nos cerremos a otras posibilidades. ¿Que no funciona? No pasa nada, el mundo está lleno de noes... ¡y de síes!».