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Transhumanos El siguiente paso de la evolución ya está aquí

El transhumanismo, la integración del cuerpo humano con la máquina, ya es una realidad. Los protagonisatas de este reportaje se ven a sí mismos como la vanguardia del nuevo ‘homo sapiens’; mientras, los fondos de inversión se lanzan a un negocio que en seis años moverá 55.000 millones de euros. Elon Musk ya está en ello.

Por Carlos Manuel Sánchez | Fotografía: David Vintiner

Domingo, 20 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Elon Musk ha anunciado que su empresa Neuralink está a punto de comenzar los ensayos en humanos de sus chips cerebrales, después de haber tenido éxito en enseñar a un mono a jugar a un videojuego con la mente. El macaco fue capaz de mover el cursor sin necesidad de un mando gracias a una telaraña de dos mil microcables implantados en su córtex neuronal. El magnate promete que estos dispositivos ayudarán a los tetrapléjicos a caminar y a los ciegos a ver y que podremos conectar directamente nuestro cerebro a Internet...

La tecnología permitirá a los tetrapléjicos caminar, pero también conectar nuestro cerebro a Internet. «No se trata solo de mejorar la vida humana, sino de modificar a fondo el ser humano»

Neurocientíficos y activistas cíborgs de todo el mundo, como Neil Harbisson (en la imagen superior), trabajan en proyectos similares desde hace años. China incluso tiene su propia versión (militar) de Neuralink, llamada Neuromatrix, enfocada a desarrollar armas de control mental, según el Financial Times, mientras que el Pentágono está financiando un programa secreto para que sus marines sean capaces de comunicarse telepáticamente en el campo de batalla. Al fin y al cabo, los grandes avances impulsados por la inteligencia artificial y la ciencia de los datos han ido de la mano de tres industrias: las de matar, espiar y vender. Pero Elon Musk tiene prisa. El nuevo mercado aún se está fraguando, aunque la experiencia de Silicon Valley sostiene que el que llega primero será el que domine. Y los fondos de inversión ya están haciendo cola para no perdérselo.

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«El cuerpo humano se ha quedado obsoleto». El artista tecnológico australiano Stelarc se implantó una oreja extra en el antebrazo. Está hecha de células de cartílago cultivadas en laboratorio. Pensaba colocársela en la cara, pero los cirujanos se lo desaconsejaron. La oreja lleva un micrófono conectado a Internet para que cualquiera pueda escuchar lo que 'oye'.

Ese mercado tiene un nombre: transhumanismo. Y tiene un valor: moverá 66.700 millones de dólares (55.300 millones de euros) en 2028, según el índice Global Biohacking Market. ¿Pero qué es exactamente el transhumanismo? «Es una ideología que aboga por la transformación profunda de lo humano por medios tecnológicos. No se trata solo de mejorar la vida humana, porque entonces sería un humanismo; se trata de modificar a fondo al ser humano con herramientas tecnológicas», explica Alfredo Marcos, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Valladolid.

«Parece que la naturaleza perdió interés en nuestra evolución hace unos cien mil años... o ha estado esperando a que demos el siguiente paso nosotros mismos»

En realidad, los transhumanos ya están entre nosotros, como documentan las fotos de este reportaje, solo que se movían en la periferia de la ciencia, el arte, la medicina... Poco a poco han ido ocupando el centro del escenario. Se empezó hablando de los cíborgs, la fusión de hombre y máquina. Luego llegaron los grinders, un subgrupo de individualistas a ultranza. Estos van por libre. Se implantan imanes, luces leds, chips y biosensores; se someten a cirugías caseras; intentan modificar su propio ADN (ya hay kits baratos de edición genética); consumen sustancias nootrópicas, alimentos, enzimas y fármacos que supuestamente aumentan las capacidades cognitivas; toman rapamicina con la esperanza de alargar la vida...

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«Adiós a la silla de ruedas» El exoesqueleto desarrollado por los ingenieros neuronales del Neurorex Project, de la Universidad de Houston, es una interfaz cerebro-máquina que logra que piernas robóticas reemplacen a la silla de ruedas. Pero ya hay avances mayores. En Lausana (Suiza), tres parapléjicos han vuelto a caminar gracias a unos electrodos insertados en la columna que circunvalan los nervios dañados, reconectando la mente con las piernas.

Hay quien los tacha de narcisistas, pero los grinders se ven a sí mismos como la fuerza de choque del transhumanismo. La avanzadilla del nuevo Homo sapiens, tuneado, reseteado y optimizado. Consideran que en sus cuerpos solo ellos tienen jurisdicción; por tanto, no están sometidos a las leyes de los gobiernos ni al principio de cautela. En sus foros incluso se especula sobre la amputación de extremidades con el fin de reemplazarlas por prótesis biónicas. Y argumentan que, si algo es técnicamente factible, alguien lo está haciendo ya...

Algunos sostienen que tampoco hay que rasgarse las vestiduras y que todo esto es más normal de lo que parece: al fin y al cabo, si alguien lleva gafas, ya podría considerarse un biohacker, pues mejoran su visión mediante un dispositivo no invasivo.

Pero, de momento, los que más se han beneficiado del entusiasmo de los transhumanos son los fondos de inversión. ¡Les están haciendo gratis el estudio de mercado! Y es que la biotecnología abre nuevas oportunidades a los negocios, con un sinfín de prótesis, cascos y diademas cerebrales, implantes subcutáneos, órganos sintéticos... Hay cientos de start-ups dispuestas a convertirse en el próximo unicornio que reciben inversiones millonarias. Por eso, Musk corre que se las pela. Tanto que media docena de investigadores, de los ocho que formaban el equipo fundacional de Neuralink, han desertado porque se les exigen resultados en semanas para experimentos que, en ámbitos académicos, tardan años.

El filósofo británico Max More resume así la situación: «Le damos las gracias a la naturaleza por habernos creado, pero nos ha hecho defectuosos. Y parece que perdió el interés en nuestra evolución hace unos cien mil años. O tal vez ha estado esperando a que demos el siguiente paso nosotros mismos».

Y ahí asoma una última e inquietante cuestión. En un futuro, como no todos podrán pagarse estas mejoras tecnológicas, se produciría un ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres. Como advierte el filósofo Antonio Diéguez, «las clases sociales se convertirán en clases biológicas».