Viernes, 14 de Marzo 2025, 11:10h
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Se permiten pronunciarse con absoluta desfachatez porque en el mundo que entre todos hemos creado o hemos dejado que nos crearan eso ha dejado de acarrearles el menor perjuicio. La larga historia de la humanidad desemboca en el siglo XXI allí donde empezó: en el dominio del más fuerte y menos escrupuloso, en el reino del matón que a garrotazos o con el miedo a recibirlos hace su voluntad y doblega las ajenas. Es un fracaso de la razón, de las democracias que aún pretenden serlo, de esa solidaridad humana siempre entorpecida por mezquindades lugareñas, por la ignorancia cósmica de quienes alcanzan a creerse que son más que otros por nacer aquí o allá, hablar tal o cual lengua, o creer o dejar de creer aquello o esto otro. No están solo en púlpitos y países más o menos lejanos. Los tenemos en casa.
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