El día que empezamos a perder las cajas de ahorros

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Se cumplen cinco años de la intervención de Caja Castilla-La Mancha, punto de arranque de la mayor mutación de la banca en España, aún sin rematar

30 mar 2014 . Actualizado a las 18:55 h.

Cuenta Pedro Solbes en Recuerdos, su libro de memorias, que la intervención de Caja Castilla-La Mancha (CCM) fue su última intervención en la vida pública antes de cesar como vicepresidente económico de Zapatero. Vaya despedida. Despacha el caso en página y media, aunque el veterano ex político sabe que aquello fue un punto de inflexión en el sistema bancario. «Nuestro gran temor, y por eso se llevó a cabo en fin de semana, era que se desatara el pánico entre los ciudadanos y se produjeran retiradas masivas de dinero de ésta o de otras entidades», explica. Ese fin de semana fue este mismo, hace cinco años. Y aunque diga Solbes que «no había otras entidades con problemas», lo cierto es que partir de entonces nada volvió a ser lo mismo. Fue la bajada a una realidad que ya se estaba viviendo en Europa y en Estados Unidos: la banca estaba enferma. Y en España el paciente quedaba señalado: las cajas de ahorros. Un 29 de marzo del 2009 fue el principio de su fin.

El caso

Todo empezó en Los Yébenes. Antes de que la televisiva Olvido Hormigos hiciera célebre su pueblo, en ese municipio toledano había sucedido un episodio anecdótico. Una radio local informaba de la quiebra de una empresa, ITM. Sus habitantes entendieron CCM. Y empezó el pánico. Porque los rumores sobre el mal estado de la entidad, sumado al recelo general sobre todo el sistema bancario, estaban ya en la calle. La confusión provocó una retirada masiva de depósitos (un millón de euros de golpe), y el rumor se entendió. La falta de confianza se sumó a una gestión pésima con inversiones cuestionables (ladrillo, aeropuerto de Ciudad Real) y politizada -la presidía un cargo socialista- que llevaron a la intervención del Banco de España. Por CCM ninguno de sus dirigentes ha pagado (como por casi ninguna entidad quebrada); el caso sigue en fase de instrucción por el juez Pablo Ruz. «Aquella intervención dejó patente que la gestión de los riesgos en las cajas y en algunos bancos fue muy deficiente, y que la dimensión del problema inmobiliario era mucho más relevante», dice Pablo Moro, director de la consultora Solventis. «Hizo saltar todas las alarmas sobre los riesgos que había en las cajas», añade Luis Otero, director del máster de banca de la Universidade de Santiago.

Nace el FROB

España y su fondo de rescate. Tres meses después de la intervención de CCM, ya relevado Solbes, el Gobierno puso en marcha el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, el FROB. Nacía con la capacidad de intervención directa de una entidad -algo que entonces hacía el Banco de España- y como organismo encargado de tutelar la reestructuración que ya entonces se intuía. En el 2012, ya con el PP en el Gobierno, ese organismo se dotó de una mayor capacidad y personalidad jurídica. Hoy el FROB tiene un poder tremendo. Fijó la quita a las preferentes, ha intervenido cuatro cajas, ha provocado pérdidas en inversores de entidades, y está en el capital de Bankia, Catalunya Banc, BMN y NCG (de forma temporal, en mayo o junio se traspasará a Banesco).

Las fusiones

Una decena de operaciones a la vez. La caída de CCM abrió un interrogante: ¿cuál será la siguiente? Víctima de sus propios «errores de gobierno corporativo», como recuerda el profesor Luis Otero, y azuzadas las dudas por los bancos -que había visto cómo las cajas se comían buena parte de su negocio-, las cajas españolas comenzaron a moverse para buscar aliados. Primero dentro de sus comunidades, luego fuera. La gran jugada planificada en Madrid -juntar Caja Madrid, CAM y Caixa Galicia- fracasó. Al final salieron adelante casi una decena de operaciones entre 2009 y 2010. Abrió el mercado Unicaja (absorbiendo a la diminuta Caja Jaén), y lo ha cerrado la misma (con Ceiss ,las antiguas Caja España-Duero, esta semana). En el 2009 había 45 cajas. En el 2014, una docena, y convertidas en bancos.

El caso gallego

La pelea para mantenerse en el mapa. Las negociaciones para fusionar Caixa Galicia y Caixanova fueron, posiblemente, las más radiadas de la reestructuración financiera. Costó, pese a las reticencias del Banco de España y del Gobierno, pero en mayo del 2010 se llegó a un principio de acuerdo que derivó, el 1 de diciembre, en el nacimiento de Novacaixagalicia. Una fusión «paritaria y equilibrada» que se fue al garete en meses, principalmente por un cambio de reglas: en enero del 2011, semanas después de la fusión gallega, la ministra Salgado lanzó un decreto que ponía unas condiciones imposibles a las cajas. Fue su fin. Galicia perdió sus cajas, ganó un banco: NCG, o Novagalicia. Pervive. Y seguirá, con el grupo financiero venezolano Banesco. Por el camino se fueron también el Gallego (nacionalizado y vendido al Sabadell) y el Pastor (integrado en el Popular, y ahora recuperado).

La bancarización

El fin del modelo. «Los equipos ejecutivos, principalmente en las cajas, demostraron estar poco preparados en algunos casos, y la implicación del poder político fue muy mala para su gestión», explica Pablo Moro sobre el principio del fin de las cajas. Ese modelo de ahorro, de proximidad, tocaba a su fin con el decretazo de Salgado, que obligaba a convertirse en banco a aquellas cajas que no cumplieran unos requisitos de solvencia. El adiós no es simbólico: provocó la práctica extinción de la valiosísima obra social, la exclusión financiera en zonas rurales, con el cierre de miles de oficinas, el recorte del crédito a empresas locales por la concentración del negocio en Madrid y Barcelona... «No hubiera deseado que las cajas hubiesen desaparecido». «Nos arrepentiremos de haberlas perdido». Las frases, en entrevistas a La Voz por separado, son de dos banqueros: Ángel Ron (Popular) y Jaume Guardiola (Sabadell). «Ha sido lo peor de toda esta reestructuración, las cajas eran un ejemplo de inclusión financiera y ahora vamos a una excesiva concentración», dice Luis Otero. Los datos lo corroboran: los cinco grandes bancos españoles han pasado de controlar el 40 % del negocio a tomar más del 60 %.

Los perdedores

54.000 empleados a la calle. ¿La banca española estaba sobredimensionada? Sí. Hay más oficinas en Galicia que en varios países europeos de mucho mayor tamaño. El ajuste de plantillas y oficinas en 5 años ha sido brutal: 54.000 trabajadores a la calle, casi 12.000 sucursales menos. «Somos los grandes perdedores de esta crisis», explica un veterano sindicalista. El caso gallego es paradigmático: de las 1.460 oficinas de Caixa Galicia y Caixanova quedan ahora en NCG 592. Y de sus casi 8.000 empleados, apenas la mitad.

Y la factura (por ahora)

Más de 66.000 millones. Detrás de CCM llegaron otras cuatro cajas intervenidas, cinco nacionalizadas, y 66.000 millones en capital público. Solo se han recuperado 2.500, con la venta de Novagalicia y parte de Bankia. Un buen agujero.