Julio Pérez, florista en el mercado de Pontedeume: «Esto va por modas, antes era impensable usar eucalipto para un ramo y hoy es esencial»

ANA F. CUBA PONTEDEUME / LA VOZ

PONTEDEUME

Julio Pérez, presidente de la Asociación de Placeras y Placeros del Mercado Municipal de Pontedeume, rodeado de flores y plantas, en su puesto
Julio Pérez, presidente de la Asociación de Placeras y Placeros del Mercado Municipal de Pontedeume, rodeado de flores y plantas, en su puesto CÉSAR TOIMIL

En 32 años de oficio, este naronés observa un cambio «del cien por cien», aunque hay cosas invariables: «Las flores son como la vida, abarcan todos los estados de ánimo»

14 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace no tanto tiempo resultaba «impensable» utilizar hojas de eucalipto para un ramo «y hoy son esenciales para una floristería», como las brásicas (un tipo de hortaliza de tallo alto). Las rosas, un clásico, habían sufrido un bajón, «pero desde hace dos años volvieron a tomar importancia, en distintos colores, con diferentes verdes...». Igual que el clavel, «que vuelve a estar en boga». «Hay modas que van y vienen, como en la ropa, antes era inconcebible mezclar rojo y fucsia, y hoy queda bonito», reflexiona Julio Pérez López (Narón 55 años), al frente de la floristería Olmo, en el mercado municipal de Pontedeume, desde hace 23 años. Antes había trabajado, durante casi una década, en la desaparecida florería Marián, en la plaza de Armas de Ferrol.

Empezó de ayudante. «Tuve la suerte de que Carlos Rodríguez Seijo [responsable del negocio] era profesor de Interflora en Galicia, un profesional que trabajaba muy bien y aprendí mucho con él», recuerda, agradecido. Aquella fue su escuela como florista y dependiente, en una época «de mucho movimiento en Ferrol, que agrupaba a toda la comarca, el comercio, las grandes firmas...». «Atender a la gente, el contacto directo... lo más difícil quizás es entender lo que quiere cada persona y cómo lo quiere», reconoce. A él siempre se le ha dado bien y aún hoy conserva en Pontedeume clientes de la tienda de Ferrol, y atiende a varias generaciones de algunas familias.

«Escogí Pontedeume porque es un sitio bonito, la gente es buena y agradable [...], abarco un radio extenso, hasta Narón, Mugardos, Ares, Miño, Monfero, A Coruña...», explica. Es clientela fiel, hombres y mujeres. También recibe a gente de fuera con segunda residencia en Cabanas o Pontedeume, en verano y en otros momentos del año. «Hay flores y verdes como el Leucadendron, el eucalipto o el Ruscus, que duran veinte días o un mes. Mucha gente de Madrid vino antes de Navidad y se llevó verdes para Navidad, porque aquí están a mitad de precio», señala.

Cuanto más elegante, mejor

En Olmo, bautizada así por el árbol (no por la urbanización eumesa, aclara), se realizan todo tipo de trabajos y servicios: «De boda, primera comunión, regalo, funerarios, jardineras, reparto a domicilio...». A este florista le gusta que el público vea cómo elabora un ramo o un centro —«hace treinta años se me hacía violento, hoy ya no, al contrario»—. La demanda sigue tendencias: «Cuanto más elegante y fino, mejor; hoy no te fijas en la cantidad de flores (antes lo recargado era lo bonito) y eso te obliga a saber combinarlas y adaptarte al estilo que te piden». Y ajustarte al presupuesto: «Si te dicen 30 euros [el precio medio de la creación floral más solicitada] tienes que ingeniártelas para que quede lo más aparente posible, y si son 20 también».

En las bodas se ocupa de todo: «La decoración en el pazo, la finca privada, la iglesia, la playa, donde sea... es laborioso». Los ramos de novia ya no se eligen por catálogo: «Ahora funciona mucho internet y ya te traen una foto o un boceto con los colores y la forma que quieren. Ya está todo metido en el teléfono. Va en función del vestido, la altura y la complexión de la chica. Cada vez es más complicado, y hay alguna novia que ve a Tamara Falcó y quiere un ramo de muguet, sin darse cuenta de que puede pasar de los 200 euros», relata. Alguna novia pide peonías en agosto, cuando no hay, o en diciembre, cuando solían llegar las primeras, de Israel, pero este año no, por la guerra, y tuvo que sustituirlas por rosas inglesas, que importa de Holanda. Siempre que puede, se abastece de productores locales: «Hay que apoyar lo de aquí, pero hay cosas que no te queda más remedio que pedir fuera».

El día importante de cada uno

El «peor» momento del año para este florista es Difuntos: «Es un sufrimiento, mucho trabajo, gente que se olvida y te pide en el último momento, es una semana muy intensa». Los otros once meses «son bonitos», con varias fechas marcadas en el calendario: la Navidad, el Día de los Enamorados, el Día de la Madre, el Día del Padre, la Semana Santa o el verano «con las bodas». Hay quien le manda un ramo de flores a su pareja cada año por su cumpleaños o el aniversario. Él prefiere «el día importante de cada persona a las fechas más comerciales». Nota que cada vez se regalan más flores, que «siempre son una muestra de afecto y cariño; son como la vida, abarcan todos los estados de ánimo». Tiene clientas que cada semana compran flores para su casa —«parece que dan vida»— y otras para llevar al cementerio.

Su pasión por el oficio se fue gestando de niño, sin saberlo, en el jardín de casa, donde su madre le daba libertad para plantar. En su puesto del mercado, además de plantas de interior y exterior, siempre hay margaritas, crisantemos, claveles o lirios, «lo básico», pero también Eryngium (cardos), tulipanes, gerberas, Ruscus, flor de cera, girasoles o rosas: «Es raro el día que no se venden rosas, es una flor agradecida, se presta para todo tipo de trabajos».