Los escenarios del crimen: la imborrable huella de Asunta Yong Fang

Jorge Casanova
jorge casanova SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

XOÁN A. SOLER

El rodaje de la serie reaviva el recuerdo de un asesinato que conmovió España y dejó un hondo impacto en Santiago de Compostela

20 sep 2023 . Actualizado a las 16:22 h.

«Aquí había una clienta que decía que le habría hecho ilusión hacerse una foto con Candela Peña, pero no con Rosario Porto», explica la dependienta de un comercio de la calle Doctor Teixeiro de Santiago, donde vivieron madre e hija, víctima y verdugo del crimen más impactante de los sucedidos en Galicia durante los últimos años. Allí han vuelto Asunta, Rosario, Alfonso y el Mercedes verde, propiedad de los abuelos de la víctima en el que la pequeña hizo su último viaje. La magia del cine ha reconstruido un decenio después aquellos momentos y a muchos se les han revuelto un poco las tripas al ver otra vez a los protagonistas de aquel infame episodio. La posición de la clienta admiradora de Candela Peña es comprensible, porque la actriz se ha sumergido de tal modo en su personaje, que parece la mismísima Rosario vuelta a la vida. Y, ¿quién se haría una foto con Rosario Porto sabiendo lo que sabemos?

En realidad, el comercio de Doutor Teixeiro está bastante quejoso porque los días de rodaje les cerraron la calle al tráfico y les redujeron la caja a cero. Y encima les trajeron el crimen de vuelta: «Te das cuenta de que es un rodaje, claro, una ficción, pero es inevitable volver a recordar», añade la propietaria de una tienda de ropa: «Yo las conocía a la madre y a la hija y vuelvo a pensar que no puede ser, aún no me cabe en la cabeza lo que pasó». Ni a ella, ni a nadie.

Candela Peña caracterizada como Rosario Porto
Candela Peña caracterizada como Rosario Porto Sandra Alonso

Un fantasma

Bajo el edificio en el que vivían Asunta y Rosario hay un taller mecánico que está cerrado porque aún se está recuperando de la explosión sufrida a finales de julio. Allí recreaban el portal para el rodaje hasta que se produjo la violenta explosión que volvió a revolucionar la calle. «Yo creo que fue el fantasma de Asunta», dice medio en serio, medio en broma una de las empleadas de otra tienda, deseosa que el rodaje termine y el recuerdo del crimen descanse finalmente en paz. Al final se establece una pequeña tertulia en la que se cuela Alfonso Basterra: «Si un día me lo cruzo por la calle, me da algo», aporta una de las dependientas. «No creo que se atreva a volver a Santiago», tercia una clienta. Nadie quiere hablar del tema, hasta que surge.

No lejos de allí está el Instituto Rosalía de Castro, posiblemente uno de los más impresionantes de Galicia por la nobleza y las dimensiones del edificio. Allí estudiaba Asunta. Hoy, el más veterano de los alumnos, apenas tendría 6 años en el momento del crimen.

Por las centenarias escaleras del edificio bajan dos chavales hablando de sus cosas cuando les interpelo:

—¿Sabéis que en este instituto estudiaba Asunta?

Les lleva un rato situar la pregunta, pero responden afirmativamente. La huella permanece.

«En aquel momento —recuerda el actual director, Xabier Mouriño— se gestionó bien la situación arropando a los alumnos y a su estado emocional, pero la verdad es que siempre hemos querido olvidarnos de esa situación». Por los pasillos del instituto que un día visitó Paul Auster no hay nada que recuerde el paso de la joven Asunta Basterra, la primera niña china adoptada en Santiago, la primera probablemente que cursó la ESO en el Rosalía. «No es un tema que por aquí guste mucho», confirma una huidiza profesora.

Camino de Teo, es inevitable fantasear con el viaje de Rosario aquella tarde, con su hija narcotizada camino de la muerte. No es difícil dar con el chalé. A cualquiera que se le pregunte sabe dar razón. La propiedad tiene el aspecto de dejadez que se le supone, con las copas de los árboles desbordando los límites bien cerrados con un sólido muro de piedra que en alguna parte sujeta zarzas con un tronco del tamaño del brazo de un niño pequeño.

En el altar

Pese a la sensación de abandono que transmite la finca, hay algunos signos que denotan lo contrario. Pronto se oye en el interior el lamento de un perro y, si se alcanza a mirar entre las rejas, se aprecia dentro un coche. «Que sepamos, no hay nadie», afirman unos trabajadores de una empresa cercana. Pero una vecina de la zona confirma sin ganas que sí, que la vivienda está okupada, que allí vive alguien. Y pienso que no es tan mala idea porque, al fin y al cabo, ¿quién va a comprar esa casa? ¿Quién va a denunciar? De hecho, la propiedad lleva años okupada, lo cual no ha sido óbice para que la Guardia Civil se llevara el lunes esposado a uno de los usurpadores.

Última etapa, el altar de Cacheiras. Allí, bajo uno de los escasos pinos del camino forestal paralelo a la carretera fue hallado el cadáver de Asunta Yong Fang, como la llama un cartel plastificado clavado al árbol que sostuvo el cuerpo de la niña. El cartel, como alguno de los símbolos que la recuerdan, lleva allí casi desde el principio. Otros no. Se han ido incorporando con los años, quizás con los aniversarios, hasta formar un monumento funerario solo para iniciados. Porque el pino está en una pista a la que solo accede el que sabe donde va. También allí hay rastro de la serie que rueda la productora Bambú. Una operaria inspecciona que el camino ha vuelto a su transitabilidad original después de que toda la parafernalia del rodaje pasara por allí.

Bajo el pino de Cacheiras yace el último recuerdo de Asunta, cuya huella sigue muy viva. Pocos crímenes han sugestionado tanto a la opinión pública como este. Pronto, la serie que se última estos días en Santiago, llegará al televisor y volveremos a preguntarnos cómo fue posible algo así.