«Economicamente, o doutoramento é o máis duro que fixen na miña vida»

Candela Montero Río
Candela Montero Río REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

De izquierda a derecha: Mateo Núñez, Carlota Fiaño y Pablo Cadahía. Cada uno de ellos prepara una tesis doctoral.
De izquierda a derecha: Mateo Núñez, Carlota Fiaño y Pablo Cadahía. Cada uno de ellos prepara una tesis doctoral.

La escasez de ayudas predoctorales y las dificultades para conseguirlas retrasan la finalización de las tesis y obligan a los doctorandos a trabajar antes de matricularse o a compaginar la investigación con otro empleo

03 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

De tres a cinco años. Eso es lo que, según los programas establecidos en las tres universidades gallegas, debería tardar un estudiante en terminar su doctorado. Pero los últimos datos del Ministerio de Educación y los testimonios reflejan una realidad bien distinta. Los jóvenes que aprueban la tesis entre los 24 y los 29 años son minoría y el grupo más numeroso lo integran los que se convierten en doctores entre los 30 y los 34, diez años más de la edad a la que, según los programas de grado, deberían terminar la carrera. 

Esta situación ni es nueva ni se circunscribe exclusivamente a Galicia. Desde el año 2015 la mayoría de las tesis aprobadas las presentan mayores de 30 años y los últimos datos, correspondientes al año 2022, reflejan que los que se convierten en doctores antes de esa edad suponen apenas el 22 % del total. Algo parecido a lo que sucede en el resto de España, donde en ese mismo año el grupo mayoritario se sitúa también entre los 30 y los 34 en todas las comunidades autónomas excepto La Rioja y el País Vasco. 

Pero, ¿cuál es la causa? ¿Qué convierte en un reto llegar a ser doctor antes de la treintena? En los campus, aquellos que dedican sus días a preparar una tesis tienen clara cuál es la principal razón: la falta de financiación. La escasez de ayudas, según apuntan los investigadores predoctorales, se suma a la dificultad para conseguirlas, lo que hace que ser becado se consiga tras años de trabajo sin remuneración. Esto deja, en muchos casos, dos posibilidades: compaginar el doctorado con un empleo o trabajar antes de empezarlo. Ambas opciones, aseguran, atrasan la defensa de la tesis.   

Un gran esfuerzo económico

«Economicamente, o doutoramento é o máis duro que fixen na miña vida». Así resume Mar la situación. Tiene 25 años, lleva tres en un doctorado interuniversitario de estudios ingleses y este es el primero en el que recibe beca: «Non me concederon bolsa ata este ano, que conseguín unha da Xunta. É curioso: quédanme catro anos de beca predoutoral, pero só un ano para rematar a tese», reflexiona. «É un traballo bastante desagradecido—continúa— , supón estar moitísimas horas traballando na túa casa para recibir unicamente una palmadiña no ombreiro cando rematas cada artigo». 

Mar, investigadora predoctoral: «Economicamente, o doutoramento é o máis duro que fixen na miña vida. É un traballo bastante desagradecido»

Un total de cero euros procedentes de becas ha recibido, hasta ahora, Carlota Fiaño, inmersa en un doctorado sobre nuevas perspectivas en comunicación en el campus de Ferrol. Tiene 24 años y este es su segundo curso en este programa de la Universidade de A Coruña (UDC): «El año pasado solicité tanto la ayuda del Ministerio como la de la Xunta y, a pesar de tener un buen expediente, no me concedieron ninguna», asegura. 

Unas ayudas cuyos criterios de adjudicación no están exentos de polémica. Para concederlas, se tienen en cuenta, entre otros, aspectos como los artículos publicados o la experiencia docente, algo que no termina de convencer a los investigadores: «No tiene mucho sentido que para una ayuda predoctoral se pida haber dado clase previamente», defiende Carlota Fiaño. 

Se suma Mateo Núñez: «La concurrencia a las becas es bastante competitiva. En la del Ministerio tienen muy en cuenta que hayas realizado publicaciones, algo que es muy difícil que suceda cuando tienes 22 o 23 años». Él, en cambio, es uno de los afortunados que recibió una de estas ayudas en el segundo año de la tesis que elabora dentro del programa de ciencias sociales y del comportamiento de la UDC.

A sus 26 años, cree que sin ella el camino se hace intransitable: «Si no tienes financiación, me parece que es imposible sacar adelante un doctorado en menos de cuatro años», lamenta. Incluso pasó lo que él llama un «momento ruptura» en el que se planteó abandonar: «Estuve un año sin beca, tirando de ahorros y trabajando en lo que podía. Al principio del segundo año, cuando todavía no se había resuelto la solicitud, veía que me quedaba sin ahorros y pensé en dejarlo», reconoce.

Mateo Núñez, prepara una tesis en la UDC: «Si no tienes financiación, me parece que es imposible sacar adelante un doctorado en menos de cuatro años»

Además, los doctorandos coinciden en que las ayudas no bastan: «Las becas son totalmente insuficientes, hay mucha precariedad», señala Pablo Cadahía, que con 26 años prepara una tesis del ámbito de geografía e historia del arte de la Universidade de Santiago (USC). Tampoco ha recibido ninguna beca y para cumplir con los plazos debería terminar el año que viene, algo que no está seguro de lograr y que, si consigue, será «con mucho esfuerzo».  

Mejores ayudas reclama también Mateo Núñez: «Las ayudas que hay desde las instituciones consisten en un sueldo base que se va actualizando, pero para los dispendios que no forman parte del doctorado, pero que son indispensables para hacer carrera académica, no hay tanta cobertura», explica. ¿Cuáles son esos gastos adicionales ineludibles? Este estudiante ofrece un par de ejemplos: «Para ir a los congresos y para publicar en las revistas tienes que pagar previamente». 

Pablo Cadahía, doctorando de la USC: «Las becas son totalmente insuficientes, hay mucha precariedad»

El económico es el principal escollo, pero no el único que detectan los jóvenes investigadores. A esto suman la falta de información durante el grado sobre el tercer ciclo universitario. Para Carlota Fiaño se trata de un ámbito «muy farragoso», sobre el que hay «poca información» y «mucho desconocimiento». Un ejemplo es el caso de Mar, que está haciendo un doctorado cuando en un principio no sabía ni que existía: «Cando empecei na universidade non tiña ningún plan de facer isto. Non sabía nin o que era un doutoramento, entereime tardísimo. Creo que en ningún momento se nos explica ben aos estudantes o proceso de facer un doutoramento», alega. 

 Un futuro incierto

Una vez aprobada la tesis cabe preguntarse, ¿y ahora qué? En muchos casos, el objetivo final de aquellos que optan por uno de estos programas es terminar impartiendo docencia en la universidad, pero todos coinciden en una cosa: «El doctorado no garantiza nada». Explican que se trata de un requisito indispensable pero no suficiente: «Para conseguir un contrato de calidad dentro de la universidad es necesario el doctorado, pero no llega. Hay que tener otros méritos. Sobre todo en el ámbito de las humanidades, donde hay muchas más personas doctoradas que plazas ofertadas», cuenta Pablo Cadahía. «Cando defenda a tese vou poder optar a unha carreira académica, pero nin sequera vou poder solicitar por min mesma unha praza de axudante doutora porque necesito acreditacións e outros méritos», añade Mar.

¿Cuáles son esos «otros méritos» de los que hablan? «Desde hacer estancias en el extranjeros hasta asistir a congresos, pasando por horas de docencia o publicar artículos en revistas y capítulos de libros», ejemplifica Mateo Núñez.

Por eso, Carlota Fiaño lo define como una «carrera de fondo». «Llegar a ser titular hay que planteárselo largo plazo, no se consigue en un año ni en dos. Las buenas condiciones llegan en 10 o 20 años», concluye.