«Estos catalanistas no se paran en barras»

HEMEROTECA

Ilustración satírica de la revista La Araña. España, despojada por propios y extranjeros.  Cuanto más la desnudan, está más guapa , se leía al pie.
Ilustración satírica de la revista La Araña. España, despojada por propios y extranjeros. Cuanto más la desnudan, está más guapa , se leía al pie.

Sánchez ha recuperado la expresión «hacer de la necesidad virtud» para justificar la amnistía a los secesionistas del «procés» . Pero antes de que la emplease el autor de «Manual de resistencia», La Voz ya lo hizo hace 139 años por un asunto en el que Cataluña también andaba por el medio: «Cada vez que les conviene hacen de la necesidad virtud», protestaba nuestro diario por el Memorial de Agravios, un manifiesto en el que el catalanismo exigía al rey, entre otros, tratos de favor económicos y legislativos.

03 ene 2024 . Actualizado a las 11:36 h.

«A fuerza de trabajo y privaciones, en Cataluña hemos creado una industria que venía siendo atacada por medio del tratado con Francia y ahora por otro con Inglaterra». Este era uno de los párrafos del Memorial de Agravios, o Memorial de Greuges, elaborado por diversas agrupaciones de la sociedad civil catalana (un batiburrillo de progresistas, conservadores, federalistas y gente de la cultura, mangoneado en último caso por la burguesía) y leído en marzo de 1885 por Mariano Maspons a Alfonso XII: bajo el envoltorio de la defensa de su lengua, de un espíritu emprendedor aderezado con argumentos xenófobos («nosotros no tenemos influencias árabes») y con aparentes pretensiones de reescribir la historia, la iniciativa tenía en realidad dos objetivos muy materiales, blindar las medidas proteccionistas a la industria catalana y mantener su código civil, que incluía asuntos trascendentes para su economía, como las sucesiones o los tipos de contrato.

Solo tres días después, La Voz protestaba con crudeza en un editorial: «Estos proteccionistas catalanes no se paran en barras». Y continuaba nuestro diario: «Conveníales hacer de la necesidad virtud, y ahí les contemplamos, en esa Memoria peticionaria al jefe del Estado, fingiéndose mansos por caridad, dóciles por compasión y humildes por benevolencia. ¡Afuera perífrasis! Llamemos a las cosas por su nombre, y digamos de esa alardeada sumisión que no revela sino un cantonalismo vergonzante, mal rebujado en el manto proteccionista. ¡Ah, si ciertos remedios pudieran ensayarse! ¡Ah, si pudiéramos por una temporada fijar en el Ebro nuestra línea aduanera! Entonces veríamos a qué quedaban reducidas ciertas arrogancias».

El periódico luego matizaba: «Nosotros respetamos a Cataluña; la simpatía que sentimos hacia la cultura y laboriosidad de sus hijos; el legítimo entusiasmo que sus glorias históricas nos inspiran. Pero no podemos, nadie podrá pasar por el extremo de que una minoría hábil y osada intente poner al antiguo condado en flagrante contradicción económica y política con el resto del país».

Pero a continuación el tono de La Voz iba subiendo: «Hemos visto la fiebre catalanista revelada contra el tratado comercial con Inglaterra, ver la desmedida y aún pedantesca pretensión de arrogarse como exclusivos ciertos lauros del tiempo viejo que solo en parte, y no la principal, toca ceñir a la tierra de los Berengueles. ¿Pues no ponderan como una gran virtud, la circunstancia de resignarse `sin gran repugnancia´ a llamar al rey don Alfonso XII, cuando en la genealogía catalana no se cuentan más que cuatro monarcas predecesores que hayan llevado tal nombre?». Ahondaba más el periódico en el supuesto agravio histórico: «A muchas excentricidades teníanos acostumbrados la pícara vanidad regional, consejera muchas veces de los mayores dislates. Pero nunca la hemos visto erguirse con tan ridículo imperio. Esa genealogía catalana se extinguió realmente en doña Petronila; y al fundirse las coronas de Cataluña y Aragón, no sonó ya otro nombre de Estado que el adscrito al del segundo. No hay por qué advertir, pues ello es del dominio hasta de los más indoctos, que precisamente fenece la personalidad del Estado catalán cuando empieza la de Aragón a adquirir sus más gloriosos timbres y a hacerse famosa por sus hazañas».

Y acababa La Voz pidiendo más solidaridad a los catalanes ante los problemas comunes, como el conflicto de las islas Carolinas: «Amamos a Cataluña en el seno de la patria. Por esto mismo esos aires de superioridad impertinente con que algunos elementos catalanes tratan de humillar por hábito al resto de las provincias. Bien está la arrogancia, pero vuelta la cara al enemigo común».

Alfonso XII visitando los coléricos de Aranjuez», de José Bermudo Mateos
Alfonso XII visitando los coléricos de Aranjuez», de José Bermudo Mateos

La muerte prematura de Alfonso XII, debido a la tuberculosis, congeló durante seis meses la monarquía en España, y de paso las reivindicaciones del Memorial de Greuges. Ello acabó provocando la desafección de cierta burguesía catalana por la corona. De ahí que aquel fracaso reivindicativo esté considerado por algunas lecturas históricas como el germen del activismo político catalanista e independentista. El mismo que estos días, 139 años después, ha llevado a Sánchez a Tierra firme haciendo de la necesidad virtud.

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