Las cuatro edades del teléfono móvil

MERCADOS

El dispositivo que ha revolucionado las comunicaciones, el trabajo y la forma de relacionarse cumple 75 años, aunque empezó a comercializarse en 1983. En la Tierra hay más móviles que personas.

17 abr 2023 . Actualizado a las 18:27 h.

Decir que el teléfono móvil tiene 75 años es tan cierto como que ya existían los coches eléctricos a finales del siglo XIX. El 17 de junio de 1946, un conductor de San Luis (Misuri, EE.UU.) abrió el salpicadero de su coche, sacó un auricular y realizó la primera llamada inalámbrica. Pero habría que esperar hasta 1973 para que Motorola presentase el primer dispositivo de mano, desarrollado por el ingeniero Martin Cooper, y seis años más para que la operadora japonesa NTT activase la primera red de telecomunicaciones celular del mundo. En 1983 se ponía por fin a la venta el Motorola Dynatac 8000x y -entonces sí- comenzó una carrera que casi cuatro décadas más tarde podemos decir que ha transformado completamente nuestro modo de comunicarnos, trabajar y las relaciones sociales.

Aquel primer móvil comercialmente disponible era un ladrillo que pesaba cerca de un kilo y costaba 4.000 dólares, unos 9.000 euros al cambio actual. Estaba obviamente reservado a ejecutivos con un elevado poder adquisitivo y ese fue el mercado de la telefonía móvil durante los años 80. Pero poco a poco, junto a la revolución de la microelectrónica, empezó un proceso de miniaturización de los terminales y de reducción del precio que los haría accesibles a la población en general en la década siguiente. La propia Motorola lideró ese proceso con modelos como el MicroTAC (1989), que obligaba a desplegar la antena y a abrir una tapa que ocultaba las teclas de marcación; y el StarTAC (1996), uno de los primeros con formato clamshell (concha) y que se convirtió en objeto de deseo por sus dimensiones compactas (9,4 x 5,5 centímetros cuando estaba cerrado) y su diseño. Empezaba a verse el teléfono móvil no solo como una herramienta, sino como un símbolo de estatus.

A finales de esa década, igual que se había extendido el uso de una rudimentaria Internet, era ya habitual ver a la gente hablar por el móvil en la calle. Marcas como NEC o Alcatel lanzaron teléfonos tipo barra para todos los bolsillos. Pero sería una compañía finlandesa, Nokia, la que rompería el mercado con una avalancha de terminales equipados con el sistema operativo Symbian OS, que se convertiría casi en un estándar utilizado por Sony, Samsung, Siemens, Fujitsu, Panasonic o Sharp. Un primer indicio de que el software iba a jugar un papel tan importante o más que el hardware en el futuro.

Aquella empresa de Espoo, en las afueras de Helsinki, que empezó fabricando papel higiénico y luego botas de goma, llegó a vender en el 2005 más del 40 % de los móviles de todo el planeta. La animación de la pantalla inicial o el tono de llamada por defecto eran tan reconocibles como el logo de la Coca-Cola. La locura era tal que Nokia se permitía el lujo de lanzar terminales con las formas más extravagantes, como el 7280, conocido como pintalabios, o el 7600, cuadrado y con los botones alrededor de la pantalla, que parecía un tamagotchi.

Pero Nokia no supo ver que el móvil estaba destinado a ser mucho más que un teléfono -algo que ya anticipaba el éxito de la firma canadiense RIM con sus BlackBerry, que permitían el acceso al correo electrónico en cualquier lugar sin necesidad de conectarse a un ordenador-. Y también reaccionó tarde a la popularización de las pantallas táctiles, a pesar de que había lanzado dispositivos como el 770 Internet Tablet, precursor del iPad, en el 2005. Como le ocurriera a Xerox un cuarto de siglo antes, tenía la tecnología, pero no la percepción de lo que podía hacerse con ella.

Quien sí lo vio claro fue Steve Jobs. «De vez en cuando aparece un producto revolucionario que lo cambia todo», dijo al presentar el primer iPhone en el 2007. Estaba en lo cierto. El móvil era también un reproductor de música, una cámara de fotos, un navegador de Internet... Y con el lanzamiento de la tienda de aplicaciones un año después llegaba la conversión definitiva: el móvil era el ordenador. Había nacido el smartphone (teléfono inteligente) y se inauguraba lo que Jobs llamó «la era post PC».

La industria tardó tres años en reaccionar al desafío de Apple, que gracias a ello adquirió la posición dominante de la que hoy todavía disfruta. Las compañías que se resistieron a hacer desaparecer el teclado físico, como Nokia o RIM, fueron barridas o absorbidas. Google impulsó una alianza que desarrolló un sistema operativo alternativo, Android, y poco a poco fueron adoptándolo todas las marcas. Microsoft intentó llevarse su parte del pastel con Windows Phone e incluso compró la división de móviles de Nokia, pero fracasó.

La última década ha visto pasar dos generaciones de tecnología de telefonía móvil (3G y 4G) y el irresistible ascenso de las compañías chinas: Huawei, Xiaomi, Oppo, Vivo, OnePlus, Realme... Entramos en la tercera década del siglo en plena efervescencia del 5G, de la ingeniería de datos, la realidad aumentada y la inteligencia artificial. Y todos estos avances tienen como protagonista al móvil. Ha sustituido al mp3, a las cámaras digitales, a las tarjetas bancarias... Permite rastrear e identificar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo; se utiliza igual en las empresas que en los colegios; ha provocado la aparición de nuevas enfermedades (oculares, musculares, adicciones...), y las tierras raras que se utilizan en su fabricación son el nuevo petróleo.