Y luego nos preguntamos por qué pasa

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Fernando Sánchez | EUROPAPRESS

31 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Recopilemos. El facherío borra la violencia machista en Castilla y León, pese a haber aumentado un 13 %. Su líder, García Gallardo, dice que hay mujeres que se aprovechan de la ley para quedarse con la custodia de sus hijos. A la alcaldía de Valencia presentarán a un condenado por violencia psíquica. El facherío, al que respaldan 3.656.979 votantes, equipara este drama, que es estructural, con el que sufren los hombres en el entorno familiar y alimenta un discurso negacionista carente de datos. Un juez sentencia que llamar «zorra» a la exmujer no es insulto y que amenazarla con «una caja de pino» no es un delito de amenazas, sino una simple falta.

Sigamos. La presidenta de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva, es una «chacha para todo», a decir del alcalde de Vilanova. El erudito Javier Smith cree que «los datos de hombres que mueren a manos de mujeres se ocultan porque no interesa». Núñez Feijoo asume el relato de los ultras y define como violencia intrafamiliar y no machista que un padre mate a sus hijos por «un problema con su pareja». Un alcalde tilda a las mujeres de «frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas», otro dice que «las faldas están para quitarlas y no para esconderse debajo», y un tercero que «como más presentable está la mujer es desnuda».

¿Y aún nos preguntamos por qué se disparan los crímenes machistas y cómo acabamos el año con un asesinato cada 20 horas, seis en cinco días y tres en 24 horas? ¿Y por qué diciembre se salda con diez crímenes y el año con 46 muertas a manos de sus parejas? ¿Nos lo preguntamos, pese a que no se atendieron las denuncias previas de 20 de las 48 víctimas mortales? ¿Qué falla? Todo. Falla todo y fallamos todos. Porque esta es una sociedad donde hay jueces machistas, periodistas machistas y benedictinos también machistas. Las declaraciones soeces e insultantes, que deberían estar castigadas, proliferan por todas las esquinas. Y eso alimenta que la mujer sea objeto de burla y desconsideración. Y solo cuando las cifras nos abruman, como acaba de ocurrir, nos acordamos de lo que supone la tragedia, pese a que nos pasamos la vida alimentando las ansias de los asesinos.

El machismo y la violencia que genera están solo de vez en cuando en los medios de comunicación y en las organizaciones que lo combaten con dureza y que son mofa para un sector de la población. Y ni nos inmutamos cuando, tras una tragedia, familiares y amigos nos aseguran que el asesino es padre y marido ejemplar. Lo vemos a diario y lo normalizamos. Como todo lo que rodea y envuelve a esta lacra con la que no damos acabado por muchas campañas que hagamos. Tenemos el problema tan asumido e interiorizado que se ha disparado el número de jóvenes que niega la violencia machista. El 20 % de los chicos asegura que es un «invento ideológico», según el barómetro del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Y lo piensan porque se les adoctrina y porque esta crueldad no forma parte de la vida diaria. Así de duro es.