Marta Riveiro estrena la universidad con 54 años: «Me hace sentir bien. Lo hago por autoestima y como un reto personal»

Cristina Barral Diéguez
Cristina Barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Marta Riveiro Hojas, en un aula de la Facultade de Deseño de Pontevedra, grado que estrenó este curso la Universidade de Vigo
Marta Riveiro Hojas, en un aula de la Facultade de Deseño de Pontevedra, grado que estrenó este curso la Universidade de Vigo ADRIÁN BAÚLDE

La alumna estudia en Pontevedra primero del nuevo grado en Deseño. Pide más oportunidades laborales para la gente de su edad

18 ene 2024 . Actualizado a las 12:54 h.

Son días de exámenes en la Facultade de Deseño de Pontevedra. Un grado único en Galicia que estrenó este curso la Universidade de Vigo en dos plantas cedidas por la Xunta en el edificio de Benito Corbal. Predomina el silencio y el blanco. Marta Riveiro Hojas, nacida en Burgos hace 54 años aunque residente en Vigo desde hace quince, es la alumna más veterana de primero. Lo suyo fue un gusto tardío por los estudios, pero encontró su sitio no sin dificultades y ahora disfruta. Habla sin prisa y sin levantar la voz. «Por la época y por edad solo estudié hasta lo que entonces era 2.º de BUP. Me atraían las artes aplicadas, pero no me gustaba estudiar porque no estaba motivada», cuenta. Una motivación y unas ganas que sí encontró después. Hace siete años se decidió a retomar su formación y eligió un campo ligado a la costura y la moda, ya que siempre había hecho arreglos en casa. Se matriculó en el ciclo de FP de grado medio de Confección y Moda en el CIFP Manuel Antonio de Vigo. Confiesa que lo hizo al segundo intento porque la primera vez le pudo el pánico. Marta no solo sacó el ciclo, sino que amplió estudios con el superior de Patronaje y Moda en el mismo centro. «Justo cuando acabé, me enteré de que se iba a implantar el grado universitario en Diseño y me fui a informar a Bellas Artes. Me apetecía seguir estudiando. Es algo que me hace sentir bien y que hago por autoestima y como un reto personal», señala.

Marta ya había estudiado con beca el ciclo superior y también solicitó la ayuda del Gobierno para hacer la carrera de Deseño porque está en el paro. De momento, está a la espera de la resolución de su beca. «Espero que me la den, si no tendré que buscar otras formas de financiación porque sigo en el paro y con mi edad no es fácil encontrar trabajo. Los talleres de confección suelen estar en polígonos, yo no conduzco y es complicado llegar en autobús», reflexiona. A la facultad acude en autocar desde Vigo. «Los gastos son muchos, el material, los desplazamientos... y eso que aún me quedaba algo de dinero de la beca del ciclo superior porque soy una hormiguita». Conseguir plaza en la Facultade de Deseño fue un subidón porque no eran muchas las que se ofertaban y acabó habiendo lista de espera. Marta tenía buenas notas del ciclo. Al subidón siguió otra vez esa sensación de pánico. «No me veía. Ya no es que sea la alumna de más edad, sino que soy mayor que algunos profesores. Pensaba, cómo me voy a llevar con la gente. Y estuve en un tris de dejarlo. Muchos alumnos proceden del bachillerato de artes y tienen buen nivel. Me exijo mucho y en un momento me ahogué». Pero después de esa tempestad de pensamientos negativos llegó la calma.

Marta Riveiro Hojas, en la Facutade de Deseño de Pontevedra
Marta Riveiro Hojas, en la Facutade de Deseño de Pontevedra ADRIÁN BAÚLDE

Tras los primeros tres meses de clase, Marta hace un balance positivo. Confiesa que ella no tenía expectativas sobre la formación porque no sabía lo que era la universidad. Quiere acabar los cuatro años de carrera, aunque encontrar trabajo sigue siendo una prioridad. El grado en Deseño tiene dos años comunes y después dos de especialización, que permiten formarse en diseño digital-gráfico y de moda. Aunque de entrada le tiraba más el diseño de moda, ahora ya duda con lo que está aprendiendo. Estar en un edificio de prestado y compartir servicios con otros organismos y asociaciones es raro. De hecho, puestos a poner algún pero, Marta echa en falta el ambiente universitario de un campus. «Cuando llegas aquí la primera vez te encuentras un vigilante de seguridad en la puerta. Te da la sensación de que estás en una academia», apunta. Pese a la diferencia de edad con sus compañeros, se ha adaptado bastante bien. Y eso que Marta va un poco a su aire: «Estoy y hablo con todos, pero por libre». Para algunas cosas sí hay una barrera generacional. El vocabulario es uno de esos aspectos. «Cuando dicen que esto es random, yo no sabía de qué me hablaban», pone como ejemplo. Con media sonrisa, Marta dice que a veces se siente un poco como la mamá de sus compañeros.

Cree que los primeros exámenes le han salido bien, aunque desvela que le cuesta más que al resto las nuevas tecnologías y el manejo de los programas de diseño. No obstante, tiene claro qué decir a aquellos que estén pensando de mayores estudiar lo que no hicieron de jóvenes: «Que venzan ese miedo. Yo sé lo que es y lo pasé la primera vez que me matriculé en el grado medio, me dio un ataque de pánico, que vencí al segundo año». Insiste en que con motivación y ganas, con esas dos palabras, todo se puede superar. Una de las cuestiones que le preocupa es qué va a pasar el año que viene, cuando en la facultad habrá el doble de alumnos que ahora. Comenta que las aulas son las que son y que no habrá taquillas para todos. «Sé que se hizo un esfuerzo para montar esto y equiparlo, pero en tercero cuando convivamos 150 alumnos no sé cómo va a ser», expone desde un aula donde hay un cartel con el mensaje «Operación antipicoteo: aquí só aliméntanse mentes, non estómagos! Nesta aula non está permitido beber nin comer, agradecemos a vosa colaboración».

Marta no sabe qué le deparará el futuro, pero es consciente de que, de alguna forma, los estudios han sido de mayor su tabla de salvación vital. Algún docente le ha comentado que falta gente en investigación textil, en investigación en moda. Ahí sí que se ve, sentencia esta mujer menuda a la que le gusta el campo, los animales, la fotografía y coser. «Mi abuela gallega quería coser y a ella no le dejaron porque tenía que cuidar de las vacas». Marta se despide con una reflexión, y es que faltan chicos en la carrera de Deseño, donde las mujeres son una abrumadora mayoría. Se abre un pequeño debate con un compañero, pero no se llega a ninguna conclusión. Marta enseña un trabajo de diseño para una asignatura y con manos de faena manchadas de rotulador rosa agradece la visita.