El área recreativa cuenta con amplitud y limpieza y con la llegada del buen tiempo mucha gente pasa un día entero ahí
22 mar 2023 . Actualizado a las 23:36 h.Ejemplo de colaboración entre concellos: el área recreativa de Ponte Carballa. O sea, carretera de Ordes a Lanzá y tras el cruce con la AP-9 desvío a la izquierda, un desvío que mete al excursionista en una carretera más estrecha y con poco tráfico. Son solo mil cien metros, y para eso algo escasos, los que hay que recorrer con el fin de alcanzar el área recreativa tras un suave descenso. Y ahí aparece ante los ojos toda una sorpresa, porque Ponte Carballa se convierte en una muestra de cómo es posible mimar Galicia, transformarla para beneficio y goce de los ciudadanos y, al mismo tiempo, no estropear nada.
La primera palabra que viene a la mente es amplitud: el área presume de ello, y con razón. La segunda es limpieza, puesto que se muestra impoluta. La tercera, cuidado, porque está claro que Ponte Carballa es un ejemplo de cuidado por parte de los dos municipios a los que pertenece. ¿Dos? Pues sí, en efecto, porque el río Samo hace de frontera administrativa, cosa que por supuesto a ninguno de los usuarios importa más allá de las bromas en días primaverales y estivales cuando se encuentran por allí.
El único punto no negro pero sí gris, y de facilísimo arreglo, es que el concello de Frades debería de copiar del de Mesía y colocar los contenedores de basura «con xeito»: en el primero está molestando el acceso al gran panel explicativo y en el segundo se encuentran en una esquina y además muy bien disimulados por una estructura de madera que de alguna forma se mimetiza con el paisaje.
Con la llegada del buen tiempo mucha gente pasa un día entero ahí, recorriendo el sendero de piedra, fotografiándose ante el molino, jugando en los dos parques infantiles, utilizando los aparatos biosaludables, dormitando a la sombra de los carballos. Explorar las riberas del Samo, que corre esplendoroso y con un bosquete de ribera, define otra posibilidad. Dos últimos apuntes sobre Ponte Carballa: por ahí pasa la Ruta da Fraga aos Muíños, el PR-G 117 y casi frente a ese espacio abre sus puertas un café bar.
Y dejado atrás este establecimiento, a la derecha arranca una pista sin asfaltar, muy cómoda de recorrer, sin riesgo alguno para los más pequeños de la familia y que después de menos de 800 metros va a dar de nuevo al río Samo. Aquí el entorno es más salvaje, solo humanizado por un humilde puente y por un molino de grandes dimensiones que conoció tiempos mejores.
Todo ello justifica la salida, pero para completar la jornada nada mejor que llegarse a la cercana iglesia de San Lourenzo de Olas.
En necesario lenguaje prosaico: una vez de nuevo en el asalto, a la derecha subiendo y tercera a la izquierda. Nada más dejar el coche (o la bicicleta, que es buen recorrido para los amantes de las dos ruedas) llama la atención una vivienda ejemplarmente rehabilitada y que mantiene su horno tradicional. El conjunto constituye una prueba de que sí es posible desterrar el feísmo de Galicia.
A su lado, el templo. El visitante se encuentra ante una obra que no oculta su procedencia barroca, con sencillez ornamental y un campanario de dos cuerpos con pináculos. La desproporción entre esa parte de la fachada y el resto resulta evidente, pero eso es justo lo que se pretendía en ese siglo XVIII que fue tan prolífico y que remató con una profunda crisis económica que impidió que se construyesen más iglesias. Y una sorpresa en el exterior del testero, la parte de atrás.
Recorrer esta zona, además, es urgente para retenerla en la memoria tal cual: está amenazada por el enésimo parque eólico, y este, encima, afecta al Camino Inglés que discurre a no muchos kilómetros de Olas. Una agresión a la historia que incluso ha condenado la moderada Asociación de Concellos do Camiño Inglés.
PONTE CARBALLA
43°05'44''N 8°17'57'' W
REPONER FUERZAS
Bar junto al área de ocio.
PARA NIÑOS
Entorno seguro, pero hay un río.
MAPA RECOMENDADO
Instituto Geográfico Nacional. 70-II.