Los Goya o el club de la comedia

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

TELEVISIÓN

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los años la misma película. Primero, una semana (¡que digo una semana, un mes!) atosigándonos con los preparativos de una gala que es un quiero y no puedo, porque ni esto es Hollywood, ni aquí hay una industria del cine -por lo menos, una industria independiente y que no viva de las subvenciones-. Después, la ceremonia en sí, larga, aburrida, tensa y con momentos sonrojantes, el peor escaparate para un colectivo que vive del espectáculo y dice representar al séptimo arte. Y por último, ya lo estamos viendo, el día después: el presentador que se arrepiente de haber ido, la patronal de los yates que se ofende por un chiste, las malas caras de algunos invitados, críticas e insultos en las redes sociales... Todo empezó cuando los actores se arrogaron una representación que no tenían (mejor que hubieran montado un partido) y utilizaron los Goya como plataforma política. En vez de una celebración, convirtieron el evento en una reivindicación. No es elegante invitar a un ministro para leerle la cartilla delante de millones de espectadores. Y luego está el guión, ¿es la fiesta del cine o el club de la comedia? Un chascarrillo por minuto, una pullita por aquí, un exabrupto por allá. Pero, un año más, los Goya no tuvieron ni pizca de gracia.