El Migallas de Cabral regresa a prisión tras 40 años atracando bancos en Vigo

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VIGO

Miguel Ángel Francisco Oterino, alias Migallas, durmió esta noche en la cárcel de A Lama después de que el juzgado considerara necesario quitarlo de circulación por su carrusel de atracos e intentos de robo, además de persecuciones en coche que casi acaban con peatones atropellados. En Abril, Migallas, logró evitar la cárcel tras robar 120.000 euros en otro banco a punta de pistola.
Miguel Ángel Francisco Oterino, alias Migallas, durmió esta noche en la cárcel de A Lama después de que el juzgado considerara necesario quitarlo de circulación por su carrusel de atracos e intentos de robo, además de persecuciones en coche que casi acaban con peatones atropellados. En Abril, Migallas, logró evitar la cárcel tras robar 120.000 euros en otro banco a punta de pistola. CEDIDA

Le acusan de robar tres sucursales e intentarlo en otras dos en un mes en Vigo, su área y Ourense

12 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Ángel Francisco Oterino cometió su último atraco a cara descubierta. Entró armado con una pistola junto a un compinche en la sucursal bancaria del número 340 de la avenida de Ramón Nieto, en la parroquia de Cabral. Ocurrió el pasado martes, pasadas las 14.00 horas. Tomó a un anciano de rehén y le ató las manos con bridas. Luego, señaló al resto de los clientes con el cañón de su arma de fuego, a la vez que exigía la apertura de la caja fuerte. Pero el plan se truncó. Ambos cacos se vieron observados por otros clientes desde el exterior de la oficina, e improvisaron. Cogieron los 3.000 euros en efectivo disponibles en la caja, dos teléfonos móviles de sendas empleadas y salieron por patas. Oterino, al menos, por poco tiempo. La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de homicidios y atracos de la Policía Nacional de Vigo lo arrestó al día siguiente. Su rostro desnudo captado por las cámaras de videovigilancia del banco supone la mayor prueba de culpabilidad.

No es casualidad que Francisco Oterino eligiese para este palo una oficina bancaria en pleno cogollo de Cabral. La zona le resulta conocida. Muy cerca, a menos de un kilómetro, en la calle Cambeses, Miguel Ángel se crio y creció junto a su familia en una casa con molino, sobre un río. Se les conocía a él, sus hermanos y madre con el sobrenombre de los Migallas. Pero Miguel Ángel, tras cuarenta años atracando bancos, ha perpetuado el apodo a base de cebar sus antecedentes policiales y judiciales y protagonizar informaciones en prensa. El Migallas regresó ayer a los juzgados de Vigo; la última vez que visitó la Cidade da Xustiza fue en abril, tras atracar otra oficina bancaria en la calle Martínez Garrido también a punta de pistola. Se llevó 120.000 euros que la UDEV recuperó en parte en la vivienda que ocupaba en Teis, junto a su madre. También localizó la pistola utilizada en aquel atraco.

Pero ni las pruebas, ni los antecedentes acumulados desde los años ochenta, ni el evidente riesgo de reincidencia de un atracador vocacional como el Migallas, sirvieron entonces a ojos del juzgado para enviarlo a prisión provisional. Por lo que regresó a la calle, hasta ayer, que compareció nuevamente en los juzgados por idénticos motivos y, esta vez sí, acabó durmiendo en la cárcel de A Lama. Pero con una gran diferencia: el Migallas no responde solo por el atraco de la calle Ramón Nieto del pasado martes. Las diligencias policiales que protagoniza recogen pruebas que se remontan un mes, y lo ubican en Ourense atracando otra sucursal bancaria, de la que no ha trascendido la cuantía del botín. También en octubre, en O Porriño, se le ubica atracando otro banco. En esa ocasión, la suma del valor de los billetes alcanzó los 60.000 euros. La semana pasada, en otra oficina bancaria en la parroquia de Candeán, en Vigo, el Migallas es identificado al intentar acceder a la oficina. Pero se encontró la puerta cerrada, y los empleados no le abrieron la puerta al intuir sus intenciones. 

Vilaboa

Lo siguiente que se supo del Migallas ocurrió el martes con su último atraco en su barrio natal. El miércoles fue detenido, pero la colaboración entre la Policía Nacional y la Guardia Civil permite sostener que de no ser arrestado el miércoles, el Migallas hubiera actuado nuevamente el jueves. El dato, casualidad o no, resulta revelador porque ese día se cometió otro atraco en un sucursal bancaria de la ría de Vigo, en Santa Cristina de Cobres, Vilaboa. Y todos los atracos tienen una curiosa coincidencia: se cometieron en oficinas de Abanca, como si los ladrones tuvieran algún fetiche delincuencial con esta entidad gallega. Pero no solo de atracos a punta de pistola se nutre la ficha policial más reciente del Migallas. En los últimos 15 días protagonizó una denuncia por amenazas, en Redondela. Él y otros dos compinches, más jóvenes y menos curtidos, se personaron en la discoteca El Bolero.

El propietario asegura que dentro del inmueble sacaron el arma y amenazaron a alguien. Los tres denunciados iban a cara descubierta y el rostro del Migallas es popular también en Redondela. La Policía Nacional identificó a los dos acompañantes y los arrestó. Ellos, en la comisaría, cantaron por soleares: aseguraron que el armadanzas de todo era el Migallas. También aseguraron que él era el único que iba armado, y que todo respondía a un intento de robar un porte de droga a alguien.

Pero el plan salió mal; por algún motivo, el trío liderado por el Migallas tuvo que esfumarse y en su huida casi atropella a un señor que cruzaba una calle. También recientemente, ya en Vigo, el Migallas, a sus 56 años, protagonizó una persecución al estilo Vaquilla por la avenida de Galicia. Escapaba de la Policía Local tras, según parece, robar en un establecimiento utilizando algún tipo de arma.

Para entender la incansable versatilidad delictiva del Migallas es necesario remontarse 40 años. Arrastra la etiqueta de choro histórico, y fue testigo y es superviviente de una generación con miles de fallecidos que no supieron aguantar el galope acelerado de cierto caballo. Integró también la mayor y más profesional generación de atracadores que ha visto Vigo. El Piñata, los hermanos Vila, Chicho de Matamá, Buchu, los Gemelos, Carballés Collazo, los hermanos Migallas, Chuti, Castro, Tito de Cabral, el Pulpo y los Martins Mendoza. Un all star de atracadores de bancos y consumidores que fueron coetáneos y formaron aquella violenta y dopada primera quinta; la mayoría procedía de Cabral y en menor medida de Coia. En la calle Marín, recuerdan en la comisaría, siete de cada diez familias visitaban a un integrante en prisión. 

Generación incombustible

Eran los años ochenta y Vigo era, con Barcelona y Madrid, la ciudad con más atracos de España. Ya si la estadística se filtraba por atracos en proporción al número de habitantes, Vigo la lideró durante un tiempo. Lo normal eran 80, 90, 100 atracos al año, en 1988 se llegó a 150. Incluso se creó una brigada especializada en robos en bancos, y el Migallas era un cliente recurrente. Lo conoció de cerca el inspector jefe Santiago Trincado, ya retirado pero que lideró aquella brigada durante años: «No era un caco violento al detenerlo, sí cabroncete, pero no mal encarado, como otros. Este sonreía siempre, decía ‘‘A ver si podéis demostrar que fui yo'', y claro está que nunca colaboraba».

La casa de los Migallas en Cabral se ubicaba muy cerca del campo de fútbol de Barreiros. A unos 100 metros del inmueble, residía otro personaje histórico del hampa local, apodado Basilios. Era un proveedor de drogas de la zona sin miramientos al hacer negocio con menores de edad. Algunos de los hermanos Migallas conocían bien esa casa. Basilios también daba refugio a los chavales de la zona que cometían un robo o atraco. De aquel Vigo marginal también se recuerda a otro personaje tétrico: el Lute de Cabral, que alquilaba armas de fuego para cometer atracos. El Migallas, sus bandas y colegas de gremio recurrían a él. En 1996, saliendo de un atraco en un restaurante, el Migallas fue sorprendido por la policía. No lo dudó: disparó a bocajarro contra los agentes antes de caerse al suelo y ser detenido.

En el registro del coche que utilizaba Migallas y su banda se encontraron dos granadas de mano y una escopeta recortada. Pero de todo aquello han pasado décadas, y el Migallas sigue, o lo intenta, en la cresta de la ola. Incombustible, a pesar de acumular arrestos, condenas y mala vida.